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Bertica Lagarde, un manantial de cariño

Nacida en La Habana el 20 de noviembre de 1951, falleció este 2 de diciembre. Su ilustre apellido, heredado del padre, Guillermo Lagarde Leyva —quien fuera una personalidad de la prensa cubana—, le levantaba el orgullo, pero no se vanagloriaba de él. Se formó en Juventud Rebelde, donde ingresó como estudiante de las especialidades de diseño en 1969

Autor:

Zenaida Ferrer Martínez

Berta Lagarde Ampudia era linda, sí, pero no solo en su físico exterior, sino más que todo en valores y principios, en capacidad de amar y en el manantial de cariño que repartió siempre a su familia, sus amigos y a los colegas de trabajo.

Nacida en La Habana el 20 de noviembre de 1951, falleció este 2 de diciembre. Su ilustre apellido, heredado del padre, Guillermo Lagarde Leyva —quien fuera una personalidad de la prensa cubana—, le levantaba el orgullo, pero no se vanagloriaba de él.

Se formó en Juventud Rebelde, donde ingresó como estudiante de las especialidades de diseño en 1969. Fundó el semanario ddt como realizadora de diseño, y también laboró en la parte gráfica de publicaciones como las revistas El Ferreterito del Ministerio de Comercio Interior, Joven Comunista y el semanario LPV, así como diseñó numerosos plegables y promociones de la UJC. En los años 70 alcanzó varios premios y reconocimientos en certámenes de logotipos, carteles e ilustraciones convocados por la UPEC, la Juventud Comunista y la Uneac.

Transitó de formatista y realizadora de prensa plana a hacer similar trabajo en el diseño digital de nuestro diario, donde logró crecer profesionalmente con diseños como los tabloides especiales por la liberación del niño Elián González, mesas redondas y discursos de nuestros principales dirigentes. Numerosas páginas y proyectos de estands creados por ella para ferias y exposiciones recibieron estímulos por la calidad, durante su larga permanencia en el periódico por más de 35 años.

Fue dirigente activa del Partido en los años 80, y más que todo entusiasta y ejecutiva trabajadora para conciliar y unir al colectivo que contaba entonces también con los tipógrafos.

Valerosa y optimista enfrentó varios tipos de cáncer, con  la esperanza de durar años con calidad de vida suficiente para mantenerse junto a su familia. Convencida ya de su próximo fin, quería organizarlo todo, conocer que su familia estaría bien y molestar lo menos posible. Se empeñaba en no cerrar los ojos al descanso dejando cabos sueltos.

Quienes la admiramos y amamos, reconocemos su valor en todo momento y nos proponemos evocarla como siempre fue: entusiasta, alegre, bella, buena persona, excelente amiga.

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