Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La alegría de echar a andar un sueño

La luz del ALBA abrió el camino de la unidad, de la integración, de las alianzas estratégicas que buscan formar una Patria Grande fuera de la égida imperial

Autor:

Juana Carrasco Martín

Es mucho más que el sueño político de dos gigantes de la creación —porque la luz del ALBA abrió el camino de la unidad, de la integración, de las alianzas estratégicas que buscan formar una Patria Grande de inclusión social y fuera de la égida imperial.

La idea la lanzó el Comandante Hugo Chávez durante la III Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe, en isla Margarita, en diciembre de 2001, como la Alternativa Bolivariana para las Américas. Alternativa porque era la única opción posible para los pueblos verdaderamente libres frente al proyecto imperial del ALCA, la alianza preconizada por Washington que mantendría enyugadas a las naciones.

Y no pudo abstraerse el Comandante en Jefe Fidel Castro de tal convite. El 14 de diciembre de 2004, en La Habana, firmaban ambos la Declaración Conjunta para la creación del ALBA, y basta ver la felicidad traslucida en amplias sonrisas y en el abrazo que sellaba el camino de la verdadera independencia. No solo para Venezuela y Cuba…

Los proyectos de Washington se expusieron en una primera Cumbre de las Américas donde Cuba fue excluida aparentemente a perpetuidad; pero ya se engarzaban los sueños, se trazaban los principios para una verdadera integración latinoamericana y caribeña, basada en la justicia, y como Quijote de una nueva era, se alzó la voz solitaria del Comandante Bolivariano, quien lo recordaba más o menos así en una entrevista para la televisión cubana.

Hicimos un plan, Fidel y yo siempre estamos haciendo planes, y ese plancito empezó a caminar, empezó a caminar, y cuatro años después Mar del Plata, donde ya no estaba Chávez solo, estaba Lula, estaba Néstor, donde como mosqueteros en batalla el recordado Presidente argentino le dijo: Vamos a enterrar el ALCA, y el ALCA quedó allí enterrado —puntualizó Chávez—,  producto de un huracán histórico. Ha comenzado una nueva historia, un renacimiento de la historia.

En algún momento y en algún lugar, diría: «No es entonces mera retórica nuestra bolivarianidad. No. Es una necesidad imperiosa para todos los venezolanos, para todos los latinoamericanos y los caribeños fundamentalmente, buscar atrás, buscar en las llaves o en las raíces de nuestra propia existencia, la fórmula para salir de este laberinto».

Y creció la semilla plantada... Y como venía de las entrañas de la Madre Tierra para la Patria Grande, se unió el indio con el augurio que una vez hizo Martí del despertar de los pueblos autóctonos. Evo Morales puso a Bolivia en el mapa de la alborada en un abril de 2006 y trajo consigo otro concepto medular para profundizar los principios: el Tratado de Comercio de los Pueblos.

Cinco años del Alba, otras reflexiones, otros recuerdos. A la prensa les decía entonces Fidel: «El surgimiento de nuevos líderes me ha convertido en el hombre más feliz del mundo».

Lo avizorado tomaba cuerpo y daba pie para abrir nuevas ventanas de luz propia y su augurio. Una vez más, en algún momento y en algún lugar de Nuestra América, el hijo y seguidor de Bolívar dejó plasmado este pensar: «Dentro de diez años, en 2014, estaremos aquí, pasando revista a lo que hemos hecho».

El ALBA construía, avanzaba, tenía voz propia… Ya eran nueve.

Hoy, 14 de diciembre de 2014, se pasa revista. Están los seguidores. Aumentará el número entre los hermanos, florecerá desde la diversidad, solidaria y complementaria. Tendrán mucho que contar y quizá sean más los retos por delante, los cercos malignos dispuestos a ponerle coto a su luz y teñir las esperanzas de tinieblas. Mas nada arredra.

Ya lo dijo Martí: «Los apasionados son los primogénitos del mundo». En esa lista de privilegio de quienes hacen historia, están los dos gigantes del ALBA: Fidel y Chávez.

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