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Un mundo «infoxicado»

Solo una cultura amplia nos permite la libertad de discernir las armas silenciosas contenidas en los materiales digitales que hoy circulan por la red de redes, y en el caso de Cuba, también de mano en mano, en memorias y discos USB

Autor:

Yurisander Guevara

Conversaba con un amigo hace unos días sobre la importancia que tiene para una nación preservar su identidad y los valores que la definen como país, especialmente en esta era digital globalizada de creciente hiperconectividad, donde las armas silenciosas de la industria cultural son más fuertes que nunca.

Para Cuba, el mayor archipiélago de las Antillas, la cultura ha sido primordial en la formación de las nuevas generaciones durante más de cinco décadas, con una política dirigida a fomentar el gusto por verdaderas creaciones artísticas, alejada de un mercado que atiende primero las ganancias monetarias y luego lleva intenciones de sedimentar mensajes que condicionen comportamientos de acuerdo a sus intereses.

Con las tecnologías digitales no son pocos los que hoy en Cuba disfrutan de un más variado espectro de entretenimiento, el cual deberá incrementarse en la medida que avance la informatización de la sociedad, un empeño en que el Gobierno trabaja con numerosos proyectos que abarcan infraestructura, soporte, software y preparación de las nuevas generaciones mediante las escuelas y los Joven Club de Computación y Electrónica.

Aunque algunos se lo cuestionen, es evidente que el camino tomado por el país durante los últimos años apunta a este objetivo. Considerar lo contrario sería nadar contracorriente.

Hay una realidad ineludible: las tecnologías digitales de comunicación estimulan la libertad de elegir cuándo y qué deseamos consumir, mientras nos hemos convertido además en «prosumidores».

Este término fue acuñado por vez primera en 1972 por los estudiosos de la comunicación Marshall McLuhan y Barrington Nevitt, quienes predijeron que los consumidores de información sin alineación periodística pasarían a crear contenidos apoyados en el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Desde los años 2000 los «prosumidores» son un hecho.

El interés generado por este fenómeno no ha dejado impávida a la comunicación de masas y hoy son variados los análisis y debates al respecto. Empero, muy pocos se han referido a la necesidad de estudiar las armas silenciosas contenidas en los materiales digitales que hoy circulan por la red de redes, y en el caso de Cuba, también de mano en mano, memorias y discos USB mediante, con el llamado «paquete» —un producto que a mi juicio desaparecerá con el incremento de conectividad en el país.

Sobre el uso de la tecnología para la transmisión de pensamiento abundan críticas especializadas y «teorías de la conspiración», apoyadas en supuestos documentos secretos donde se describe cómo operan «los amos del mundo» para inocular y moldear comportamientos en las grandes masas.

«Guerras tranquilas»

Acaso la teoría de la conspiración más conocida en el mundo con respecto a la manipulación de las personas mediante la comunicación de masas es la conocida como Armas silenciosas para guerras tranquilas.

El documento fue descubierto, supuestamente, en una fotocopiadora IBM en 1986, por un empleado de la compañía Boeing. Es un manual de instrucciones para una guerra silenciosa llevada a cabo por el poder imperial hacia sus ciudadanos, tal y como se autodefine.

Este texto fue impreso en papel por vez primera por el norteamericano William Cooper en su libro Behold a Pale Horse. En Internet se ha publicado desde entonces en numerosos sitios, siendo uno de los más famosos www.syti.net.

Cooper, quien fuera asesinado por la policía en el año 2001 en circunstancias extrañas, era un oficial de la Inteligencia Naval de Estados Unidos con un nivel de acceso de seguridad de alto grado. Aseguraba haber leído este documento en un informe secreto de la Inteligencia Naval y que los autores del mismo pertenecían al Grupo Bilderberg, un selecto club que se reúne anualmente con la participación de poco más de un centenar de personas consideradas «las más influyentes del mundo».

El texto Armas silenciosas… es un largo documento con numerosos conceptos económicos, políticos y científicos para la conducción de una sociedad donde prime el capital.

Afirma que «todo lo que se espera de un arma ordinaria también se espera de un arma silenciosa, solo se diferencian por su manera de funcionar».

En varios párrafos hace una analogía de las armas convencionales, e indica que las nuevas «armas silenciosas» están destinadas a disparar situaciones, producir reacciones y ser operadas por programadores de información bajo las órdenes de la élite financiera.

«Cuando un arma silenciosa se aplica gradualmente las personas se ajustan, se adaptan a su presencia, y aprenden a tolerar las repercusiones sobre sus vidas hasta que la presión (psicológica vía la economía) se vuelve demasiado grande y se hunden.

«En consecuencia, el arma silenciosa es un tipo de guerra biológica. Ataca la vitalidad, las opciones y la movilidad de los individuos de una sociedad, conociendo, entendiendo, manipulando y atacando sus fuentes de energía social y natural, así como sus fuerzas y debilidades físicas, mentales y emocionales», subraya el texto.

Sea real o no este inquietante documento, lo cierto es que la comunicación moderna tiene tantas aristas y formas de presentación que somos constantemente bombardeados por mensajes de todo tipo. Vivimos en un mundo «infoxicado», donde la cultura general del individuo es vital para enfrentar de forma crítica su realidad.

¿Consumo, luego existo?

Junto al tema de la conectividad y el acceso que todos deseamos y necesitamos se impone una reflexión acerca de los «usos» que damos a los contenidos artísticos (o no), que hoy consumimos.

En primer lugar el mayor reto para el país es tener instituciones culturales más eficientes y efectivas, las cuales nunca deben alejarse de la vocación de servicio y formación del gusto artístico, considerando todas las opciones posibles.

En Cuba, el sistema económico de la cultura se ha supeditado a las necesidades que se derivan de la naturaleza del arte y de cada manifestación artística en particular, porque la política cultural está dirigida a que nuestro pueblo tenga una oferta de calidad, rigor creativo y humanista y la política económica que se diseña responde a esos propósitos. Así lo afirmaron varios panelistas el pasado mes de octubre en el programa Mesa Redonda, que dedicó tres encuentros a profundizar en la política cultural y en la economía de la cultura.

Los espacios que hoy existen para compartir con amigos y familiares no satisfacen, de forma general, las necesidades de los jóvenes, y es cierto que no pueden todos acceder a determinadas instalaciones para el esparcimiento y disfrute. Por eso se impone que las instituciones culturales, las escuelas, los medios, la familia y la sociedad en su conjunto trabajen para educar a los jóvenes, y que estos sean capaces de reconocer otras opciones en las cuales emplear su tiempo libre de forma productiva, sobre todo para la formación de criterios.

Pero también la cultura está conformada por las ideas políticas, esas que hoy se transmiten de forma masiva, clara o sutilmente, a través del poderoso aparato de la industria cultural, dominada por las potencias occidentales.

De ahí que preservar nuestra identidad sea tan importante. Acaso cuando a Cuba se le cumplen 162 años del nacimiento de su más grande hijo, José Martí, vale la pena recordar una de sus frases para comprender mejor el camino a seguir: «la madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus vicios, es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura»1.

1 Obras Completas, tomo 13, página 301 (O.C. 13-301).

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