Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Hay que espantar la modorra

En un año de jóvenes y campesinos en congreso y de nuevos destacamentos cederistas, muchachos de surco y guardarraya, de manos callosas y andar de barrio, comparten con JR sus experiencias a propósito de este 4 de abril

Autores:

Nelson García Santos
Glenda Boza Ibarra
Iveett Valdés
Yunet López Ricardo

Fue bien difícil encontrar a Javier Hernández Montes de Oca. Terraplén adentro, en una zona cuyo nombre realmente no recuerdo por lo intrincado, en el municipio de Rodas, estaba su pelotón. Ya caía la tarde cuando le vimos a lo lejos, montado en su KTP 2M. No se detuvo hasta terminar de cortar la caña. No le importó que del otro lado lo aguardaran para reconocerle por ser millonario en el corte mecanizado por cuarto año consecutivo.

—¿Cómo comenzaste en la zafra?

—Por mi papá que era operador de servicios —respondió sin reparos. Desde niño veía lo que hacía y me gustó. Luego, con 17 años, cuando pude empezar a trabajar, me quedé aquí y a los 20 me dieron la combinada que hoy manejo».

—¿Quiere decir que hace 12 años que tienes la misma KTP?

—Sí. Aunque la máquina tiene ya más de dos décadas de explotación y tuvo muchos operadores antes. Lleva conmigo casi el mismo tiempo que tengo yo de vinculado a la zafra.

Desde 2011 Javier corta en cada contienda más de un millón de arrobas de caña, una cifra que no alcanza la mayoría de sus colegas, pero cuyo resultado se debe, en gran medida, a la disponibilidad de las combinadas.

«Este tipo de equipo es muy viejo y si no se cuida falla. Durante la zafra hay que revisarlo todos los días y darle el mantenimiento que necesita para que tenga productividad. Los puntos más vulnerables a romperse hay que revisarlos y tenerlos vigilados; hay que ajustar el equipo permanentemente.

«En tiempo de molienda mi tarea es de cien toneladas diarias y siempre la sobrecumplo. A veces hago 150 y más, que es un gran resultado para mí. Pero también en ocasiones son las nueve de la noche y no hemos acabado, porque eso sí, hasta que no terminemos el plan de la jornada, no dejamos el campo».

Una grata estimulación económica también impulsa los rendimientos de la Unidad Básica de Atención al Productor en la que trabaja Javier, cuyos ingresos dependen, en gran medida, de lo que corten los operadores.

«El salario es satisfactorio. Nos pagan entre 2 000 y 3 000 pesos por quincena. Si la máquina se rompe mucho no podemos lograrlo, por eso es necesario cuidarla, llevarnos bien.

—Dicen los muchachos de la UBPC que tú eres el motor impulsor de todos ellos...

—No es que sea así —responde con modestia. Es que me gusta cumplir con mi trabajo. Podía haber alcanzado el millón de arrobas cortadas desde hace tiempo, pero las lluvias nos han golpeado mucho.

«El pelotón también va a ser millonario, porque el colectivo se lleva bien. Yo no corto solo por mí, sino también por los demás, y me siento comprometido con ellos, con la Revolución, el Comandante en Jefe y la juventud cubana, que está ahora en vísperas de su X Congreso».

—¿Es difícil este trabajo? ¿Cualquiera puede hacerlo?

—Es difícil, pero si te gusta se puede. Uno siempre tiene que cuidarse al montarse en un equipo de estos porque hay mucho polvo, hace mucho ruido y si no tienes los medios de protección que se necesitan, como las orejeras, la bulla te puede dejar sordo, a lo mejor no ahora, pero sí cuando nos pongamos viejos.

Aunque ama su trabajo, Javier sabe que requiere mucho esfuerzo físico y trata de acondicionar su cabina con todo el bienestar posible. Ahí arriba tiene sus pomos con agua para mitigar la sed, un ventilador para disipar el calor y otras improvisadas comodidades.

—Y si te dieran una combinada nueva, de esas modernas que tienen hasta aire acondicionado, ¿la cambiarías?

—Voy a ser honesto. Yo tengo un compromiso con mi KTP 2M. De que me dé por otra cosa, que me dé por trabajar, y más con ella ¿No crees? (risas)

Averigua con los socios

Si un negocio prospera, la complacencia se refleja en los rostros y, por supuesto, en los bolsillos. Ese estímulo, fruto de que el riguroso bregar trascienda a un mejor nivel de vida, resulta el resorte para ir siempre de más a más. Por esa buena circunstancia se enrumbaron muchísimas cooperativas de crédito y servicio. Y un exacto ejemplo de las exitosas se ha dado en la Rubén Martínez Villena, de la localidad villaclareña de Cascajal, en Santo Domingo, centro Vanguardia Nacional durante tres años consecutivos. Allí, sus 282 socios, incluidos 149 usufructuarios acogidos al Decreto Ley 300, consiguen sobrepasar sus planes y cumplir sus convenios de venta con la entidad estatal.

A Emiley Gato López, el presidente de este CCS, se le aprecia satisfecho, sabedor de que la buena salud económica resulta un motor poderosísimo para incentivar el trabajo. Él prefiere hablar más de  producción que de ganancias, pero tampoco esquivó el tema.

—¿Cuánto gana cada socio? —meditó un instante para sorprenderme con la respuesta

—Entre 50 000 y 60 000 pesos anuales como promedio.

—¿Generosa la tierra?

—Siempre que se trabaje bien, sin escatimar tiempo ni esfuerzo.

—¿Cómo logran hacerlo realidad en el surco?

—Por un buen funcionamiento. La junta directiva exige, en primer lugar, que se hagan las cosas como deben ser. Además, cada cual está interesado en que sus sembrados rindan el máximo posible.

—¿Algo fuera de su lugar?

—No. A todo le damos seguimiento, a las siembras y su desarrollo. Comprobamos lo que hay en el campo, calculamos cuál va a ser, aproximadamente, el rendimiento de cada cosecha. Al final, no pueden surgir sorpresas.

—¿Algún aporte adicional a la comunidad?

—La cooperativa contribuye a la alimentación del hogar materno y la casa de niños sin amparo filial, y se encarga del mantenimiento y reparación de uno de los consultorios del médico de la familia de este municipio.

«Además, abastecemos directamente al punto de venta El Mamey, ubicado en el consejo popular. Los precios son muy asequibles»

—Usted fue elegido delegado directo al Congreso de la ANAP. ¿Simpatías personales o reconocimiento?

—Podría decirte que averiguaras con los socios. Pero aquí exijo cumplir las ventas acordadas para el sector estatal, y trato a todos con respeto y exigencia, sin preferencias.

«Me eligieron, pienso, porque los socios saben apreciar cuando una junta directiva, incluido su presidente, trabaja con transparencia. Les agradezco ese gran honor que me otorgaron.

La Rubén Martínez Villena cuenta con 32 jóvenes, la mayoría hijos de campesinos, aunque otros llegaron de las aulas universitarias para cosechar la tierra. Todos mantienen un destacado desempeño a la par de los más entrados en años. Ahora hay tres socios propuestos para vanguardias nacionales.

Al joven Asiel Aguiar lo encontramos contento, enfrascado en la recogida de tomate destinado a semillas, prevista en 3 000 quintales que vende a la entidad estatal.

Hay preguntas que nunca deben hacerse, pues la respuesta asomaba retozona en el ánimo del que la debe responder. La alegría de Aguiar revelaba que estaba recogiendo una buena cosecha.

Narró que hace cuatro años él empezó directamente a hacer producir la tierra. Antes ayudaba a un tío. Además, cuenta con seis o siete trabajadores a los que paga un buen salario.

El tomate es un cultivo exigente, pero ellos hacen lo necesario para ganar y no perder. Desde que lo siembran hasta que lo recogen pasan entre 65 y 70 días.

—Entonces, ¿da o no la agricultura?

—Lo suficiente para sentirme bien satisfecho, —y se sonríe como quien dice varias cosas al mismo tiempo.

La junta directiva de la CCS exige, en primer lugar, que se hagan las cosas bien, dice Emiley. Foto: Carolina Vilches

Como en familia

«¿Por qué dice Irma que serás su relevo?», le preguntamos a Yenisei Ortega Pujol tras conversar con Irma, una mujer de 77 años, fundadora de la FMC y los CDR, y actual presidenta del CDR 1 Hugo Rivero, de la zona 63 en San José de las Lajas, Mayabeque.

«Ella es como si fuera mi familia. Vivimos en un barrio pequeño, la apoyo en lo que haga falta y cuenta conmigo para realizar todas las actividades. Desde que me propuso como coordinadora de la zona lo asumí con entusiasmo. Dice que soy su mano derecha».

Yenisei es licenciada en Estudios Socioculturales y profesora de esa carrera en la Universidad Agraria Fructuoso Rodríguez. Su primera experiencia como dirigente nació en el barrio. «No ha sido fácil trabajar con los vecinos, son las personas que te vieron crecer. A veces es complicado. En ocasiones te tiran las cosas a bonche, como se dice en el argot popular».

Hace aproximadamente 15 años que esta joven de poco más de tres décadas se desempeña como coordinadora. «El CDR no es solamente reunión y dar el dinero de la cotización, es mucho más. Nosotros los cubanos, por idiosincrasia, somos bailadores, jaraneros y ese espíritu tenemos que llevarlo al barrio. Hay que trabajar en la cuadra. Hay que espantar la modorra. Y eso nos toca a las nuevas generaciones. Ahora con la creación de los Destacamentos 55 aniversario de la organización, creo que se abre una nueva posibilidad».

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