Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Así niño, como urgido

El joven Alberto Arcos Luque cayó en la lucha contra bandidos y es hoy, junto a otros muchos, un paradigma para la juventud cubana

Autor:

Pedro Etcheverry Vázquez

En mayo de 1965 Alberto Arcos Luque, de 20 años, se encontraba en su hogar. Después de permanecer varios meses movilizado en las operaciones militares contra los alzados, descansaba junto a su familia este joven instructor político de una unidad de Lucha Contra Bandidos, perteneciente a un batallón desplegado en la zona de Bartle, en Las Tunas.

Al conocer que los últimos bandidos que quedaban en la región habían caído dentro de un cerco, se incorporó a la persecución. La operación estaba a cargo del teniente Víctor Manuel Camilo y del sargento Andrés Leyva Montaña, de la Unidad Militar 1149, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Pese al apoyo material y financiero que recibía de la ilegal Base Naval norteamericana en Guantánamo, el cabecilla Gusberto Guerra Hernández se sentía acorralado y trataba de huir hacia la Florida. En esta banda, que había sido diezmada por los cercos de las Milicias, solo quedaban los alzados Juan Manuel González Figueredo («El Chino») y Raciel Guerra Rivas, quienes habían cometido varios actos terroristas, incluido el secuestro y asesinato del campesino Ascanio Díaz Tamayo en el cuartón El Blanco, del barrio Curana, en Las Tunas.

En la madrugada del 24 de mayo de 1965, cuando prácticamente había concluido la operación, una escuadra bajo el mando del sargento Rigoberto Batista Chapman, jefe del Departamento de Orden Público (DOP) en Puerto Padre, hizo un alto frente a la última casa que quedaba por registrar, propiedad de un individuo llamado Eladio Vidal Carreño. Cuando Chapman le explicó la necesidad de revisar los alrededores en busca de un grupo de alzados, su interlocutor respondió que allí no había nadie y continuó su camino.

Los milicianos se acercaron a la vivienda con el objetivo de comprobar la información recibida, pero desde el interior los fugitivos dispararon con armas automáticas y una escopeta de perdigones, aprovechando las ventajas que ofrecían su posición dentro del inmueble, el factor sorpresa y el hecho de que los combatientes no tenían dónde protegerse. Instantáneamente resultaron muertos cinco miembros de la Unidad Militar 1124, de Velazco: Rigoberto Batista Chapman, José Ramón Rodríguez Solarana, Miguel Expósito González, Felipe Gutiérrez López y Radiel Rodríguez. El miliciano Arcos Luque quedó gravemente herido, pero buscó una mejor posición detrás de una letrina y ripostó la agresión, para herir a Raciel Guerra y eliminar a «El Chino».

Gusberto Guerra salió de su escondite con la intención de huir, pero Arcos Luque volvió a disparar y logró herirlo. El bandido reaccionó con una ráfaga que inutilizó la metralleta del joven miliciano y, al percatarse de que estaba indefenso, fue a donde este se encontraba y le disparó a quemarropa, para rematarlo a bayonetazos. Inmediatamente, Gusberto arrastró a Raciel hasta la orilla del río La Gallina, y como no pudo cruzar con él, lo abandonó a su suerte y se alejó del lugar tratando de escapar.

Los caídos de ambas partes fueron colocados en un carro de línea de ferrocarril, el que chocaría con una  locomotora. En ese accidente perdieron la vida el combatiente Erlán Raya Leyva y el civil Félix Enrique Ávila, y resultó herido el farmacéutico Luis Hernández. Más tarde, al cabecilla de la banda lo capturaron cerca del lugar de los hechos, presentado ante los tribunales revolucionarios y sancionado de acuerdo con lo establecido por la ley vigente en aquel entonces.

En julio de 1965, al concluir la Lucha Contra Bandidos, la juventud cubana continuó defendiendo nuestra Patria frente a los grupos terroristas infiltrados desde la Florida por vía marítima y frente a los ataques piratas contra objetivos civiles en las costas. Al mismo tiempo, siguió apoyando los programas de desarrollo económico y social de la Revolución.

El joven Alberto Arcos Luque no pudo conocer a su hijo, porque nació en septiembre, pero su sangre no cayó en vano. Sus familiares lo recuerdan con cariño, y su pueblo, como uno de sus hijos más destacados. En reconocimiento al heroísmo de este joven miliciano hoy llevan su nombre un Comité de Defensa de la Revolución, una escuela especial y un hospital. En su homenaje, el poeta Chanito Isidrón escribió:

Tus oídos infantiles/se te llenaron de voces/la de los tanques veloces/y el ruido de los fusiles./ Los primeros quince abriles/de tu corta adolescencia/te sembraron la impaciencia/del mártir de Punta Brava/mientras que Cuba lograba/su segunda independencia./ Y así niño, como urgido/por una voz interior/llegaste a ser instructor/político del Partido./ Luego por el encendido/fervor revolucionario/fue tu brazo extraordinario/a combatir a la plaga/que el imperialismo paga/contra el poder proletario./ Y caíste y tu caída/no inútil ni extravagante/fue un holocausto brillante/a la patria agradecida./ Donde se apagó tu vida/y se acabó tu persona/la voz del pueblo pregona/que es más fértil, más hermosa/la tierra que tú regaste/con tu sangre generosa.

Alberto Arcos Luque es hoy un paradigma para la juventud cubana, la que como él, está dispuesta a defender los principios y las conquistas de nuestra Revolución hasta las últimas consecuencias.

*Investigador del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado.

Jóvenes mártires milicianos

Entre los milicianos más jóvenes que murieron en hechos relacionados con las acciones combativas contra las bandas de alzados, se encuentran Ricardo López-Castro Mora, Leonardo González Cabello y Francisco Delgado Pérez, de 13 años; Manuel González Díaz, de 14; Fernando Santana Rodríguez, Orlando Dorado Álvarez, Pastor Conesa Ruiz, Cándido Grass Morales, José Martín Díaz, Eugenio Mola Feria, Carlos Rafael Noris Noris y Ángel Hardy Rivera, de 15; y Armando Estupiñán González, Leonardo García Vergara, Wilmer Galano Reyes, Misael González González, Jorge Haramboure, Jesús Leyva Ferrer, Juan Francisco Rodríguez Fraga, Gerardo Toledo Águila y Modesto Campos Portilla, todos de 16. Entre 1960 y 1965 unos 21 adolescentes perdieron la vida en defensa de la Patria. También cayeron más de 55 jóvenes entre 17 y 19 años.

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