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La foto que marcó un ejército

Quienes integran el Ejército Juvenil del Trabajo, creado hace 42 años, han ocupado un lugar destacado en la historia laboral de nuestro país y, sobre todo, han merecido la admiración, la confianza y el respeto del pueblo

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Todavía muchos recordarán aquel instante o guardarán en sus archivos la foto cuando el entonces Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, General de Ejército Raúl Castro Ruz, intercambia la gorra de sargento de esa institución que llevaba Alfredo Luis Fuentes, con el sombrero de yarey del miembro de la Columna Juvenil del Centenario Walter Pupo, y al alzarles los brazos, en gesto simbólico, dejaba creado el Ejército Juvenil del Trabajo (EJT).

Era el 3 de agosto de 1973 cuando en Camagüey, cinco años después de su fundación, la Columna Juvenil se fusiona con las unidades militares dedicadas a la producción para dar paso a una organización superior, que sintetizaba las experiencias de ambas, y que desde entonces ha contribuido decisivamente en importantes actividades de la economía y la sociedad cubana.

Quienes integraron el EJT en sus años fundacionales cortaron millones de arrobas de cañas, lo que permitió que el Ejército cumpliera o sobrecumpliera su plan en 32 de las 36 zafras en las que ha participado, y que en 12 ocasiones resultara la fuerza más productiva de la nación, acumulando de por vida un 106 por ciento de cumplimiento de sus planes de zafra.

Igualmente han producido innumerables quintales de alimentos, y han participado en la construcción de escuelas del campo, industrias y en otras acciones. Una de sus grandes tareas fue, además, la incorporación de sus fuerzas en el Plan Turquino, lo cual favoreció el desarrollo económico, político, social y cultural de las zonas montañosas. Sitios de Pinar del Río, el Escambray y las sierras Maestra y Cristal, tienen para siempre la huella de los jóvenes soldados.

Desde hace unos años, se les puede ver desafiando al astro Rey, en la construcción y reparación de las vías del ferrocarril, uniendo así al país de un extremo a otro. Sin abandonar sus deberes con la defensa de la Patria —ya que quienes integran el EJT cumplen con el Servicio Militar Activo—, los jóvenes continúan sus actividades altamente productivas y en la campaña higiénica, sobre todo contra la eliminación del mosquito Aedes aegypti.

Hace unos días, el coronel (r) Reinaldo González Millares, quien ha tenido la suerte de dirigir el EJT desde su fundación, contó al semanario Trabajadores que ese mando «empezó con un contenido, una organización, un método y estilo de trabajo; y ha ido evolucionando hasta adoptar una estructura, organización y misiones acordes con los tiempos actuales».

Recordó aquella época en que nació el Ejército, cuando las condiciones de vida eran bien complejas y cómo con los años eso se transformó y también dejaron de ser fuerza de apoyo. «Pasamos a ser administradores con responsabilidad total, en lo fundamental, a partir de 1989, un poquito antes de empezar el período especial. Adquirimos la responsabilidad administrativa y el cumplimiento de un plan de producción en cantidad, calidad y oportunidad.

«Fue un cambio fuerte, que exigió en aquel momento una preparación extraordinaria de todos los cuadros del EJT; hubo que empezar a buscar libros de economía, a estudiar lo que era un balance económico. Fue necesario conocer el proceso productivo, dominar cómo había que preparar la tierra, cómo se fertilizaba… Y se aprendió a golpe de sacrificio, de repetición, de darle patadas a la piedra, de equivocarnos y de rectificar».

Y es que el EJT ha sido una escuela formadora de hombres, en especial de la juventud. El intenso trabajo, la organización, la exigencia y la disciplina que ha caracterizado a ese mando, han forjado la voluntad, el carácter y las convicciones revolucionarias de muchas generaciones de cubanos.

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