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Al amparo de la cruz

Cuando desde el Cerro Bayado, y al pie de su famoso símbolo, el Papa Francisco bendecía la ciudad de Holguín y se despedía de creyentes y no creyentes, dejaba una huella para todos los tiempos

Autor:

Héctor Carballo Hechavarría

Holguín.— Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando una multitud de palomas y globos se elevaba, desde lo más alto del Cerro Bayado. Parecía como si ocurriera una anunciación. La humilde predicación y el paso convocante del Papa Francisco por la Loma de la Cruz y la ciudad que esta ampara, son una huella para todos los tiempos.

Entre exclamaciones colmadas de calidez arribó el Pontífice en la mañana de este lunes a la Ciudad de los Parques, donde se vivió una jornada llena de singularidades y momentos emotivos, y volvieron a abundar las muestras de hospitalidad, afecto y   admiración.

Raúl asistió a la Santa Misa en la Plaza de la Revolución Mayor General Calixto García.

Este lunes quedará en la memoria de los holguineros como un día memorable para creyentes y no creyentes que atestiguaron el paso del visitante, o participaron en la Santa Misa en la Plaza de la Revolución Mayor General Calixto García —con peculiares toques de cubanía y de alegría—, a la que asistió el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro, y en la que también estuvieron feligreses provenientes desde Ciego de Ávila hasta Baracoa, en Guantánamo.

Al pie de la escalerilla del vuelo AZ4000 de Alitalia, procedente de la capital cubana —donde había sido despedido al filo de los 8:00 a.m., en el aeropuerto internacional José Martí, por el presidente de la Asamblea Nacional, Esteban Lazo Hernández—, el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica fue recibido por el Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, acompañado por el Obispo de la Diócesis de Holguín, monseñor Emilio Aranguren Echeverría, y Julio César Estupiñán Rodríguez, presidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular.

Un coro de voces infantiles, integrantes de la Cantoría Amigos de Martí y con edades de entre seis y 13 años, aportó colorido y espiritualidad a ese momento, previo a la Santa Misa que oficiaría el Sumo Pontífice minutos más tarde.

Portando carteles y agitando banderas cubanas y de la Santa Sede, el pueblo    holguinero le profesó un caluroso recibimiento a Su Santidad a lo largo de un trayecto de unos tres kilómetros, iniciado casi a las puertas de la ciudad, que se engalanó especialmente para la ocasión.

Desde antes del amanecer, devotos católicos y de los más diversos credos, al igual que no creyentes, habían comenzado a reunirse, especialmente en la Plaza de la Revolución, la que Francisco, a bordo de su sencillo vehículo panorámico, recorrió prácticamente en todas sus dimensiones al llegar, saludando y bendiciendo a las personas encontradas a su paso antes  de acceder a la sacristía, en un gesto más de su proverbial interés por la confraternización.

Se encontraban representados, además de los obispos y padres concelebrantes, monjas y servidores de las casas de misión en las comunidades.

Ataviado con ornamentos rojos, por ser el día de la fiesta católica de San Mateo, el evangelista mártir, Francisco dedicó sus primeras palabras durante la homilía a la fuerza del espíritu para aceptar las faltas, los pecados, y asumir el arrepentimiento como un camino espiritual hacia la trasformación. Llamó a la «misericordia con los enfermos, los presos, los ancianos o las familias en dificultad».

En otro momento, el Sumo Pontífice tuvo palabras de elogio para la labor que realizan las llamadas casas de misión en las comunidades, que suman unas 2 600 en todo el archipiélago, y que con humildes recursos «y ante la escasez de templos y de sacerdotes, permiten a las personas poder tener un espacio para la oración».

Uno de los detalles más atractivos fue el acompañamiento de la misa por un coro de 146 voces, conformado por profesionales y aficionados de las comunidades católicas de Holguín, bajo la dirección de Marilyn Aldana, directora del Orfeón de esta provincia, y cuya música acarició a los presentes con los más típicos ritmos cubanos, como habaneras, guajiras y sones.

«Deseo dirigir ahora la mirada a la Virgen María, Virgen de la Caridad del Cobre, a quien Cuba acogió en sus brazos y le abrió sus puertas para siempre», expresó el sucesor de San Pedro. Pidió a ella mantener su mirada maternal y sus ojos misericordiosos atentos a cada uno de los cubanos, sus hogares y familias, a las personas que pueden estar sintiendo que para ellas no hay lugar.

Al concluir la homilía y luego de despedirse con afecto de Raúl —también le había mostrado sus respetos al inicio—, Su Santidad partió en dirección hacia al centro de la ciudad, y se detuvo frente a la catedral de San Isidoro de Holguín, donde apreció la estatua de San Juan Pablo II, situada desde junio de 2005 en el atrio derecho de esta edificación. Ante ella saludó sonriente y satisfecho al pueblo congregado en sus alrededores, y bendijo a niños y adultos enfermos.

Realizada por el escultor holguinero Héctor Carrillo, la obra fue la primera erigida a un Papa en Cuba y una de las primeras en el mundo en honor a Karol Wojtyla, a poco menos de un mes de su fallecimiento en abril de 2005. Con igual designio, en febrero de 2008 y con motivo del décimo aniversario de la visita de Juan Pablo II a Cuba, se develó una pieza similar en la ciudad de Santa Clara.

Tras una estancia en el Obispado de Holguín, al filo de las tres y media de la tarde, y luego de un chubasco que mojó toda la ciudad y amenazó con impedir el rezo, el Papa Francisco llegó hasta la cúspide de la Loma de la Cruz. Al pie de esta bendijo la ciudad y a sus habitantes, en una sencilla ceremonia que resultó otro momento especial y memorable.

Poco después el Sumo Pontífice partió desde el aeropuerto internacional Frank País rumbo a la ciudad de Santiago de Cuba. Llevaba consigo un regalo de la ciudad: un cofre tallado con la bandera cubana. El diseño fue concebido por el escultor Luis Silva, y fue confeccionado en tabla rústica de palma real, cortada en Barajagua, Monumento Nacional, primer sitio de culto a la imagen de la Caridad del Cobre luego de su hallazgo en la Bahía de Nipe, en el año de 1612. Sirve de cubierta al libro arte Devoción, que recoge obras inspiradas en la Virgen, compilado por la casa editorial Cuadernos Papiro.

A darle la despedida asistió el Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz Canel-Bermúdez.

La estancia del Papa Francisco en esta provincia, que no estuvo incluida en los recorridos de sus predecesores San Juan Pablo II y Benedicto XVI por el archipiélago, dejó en los pobladores de este territorio una huella imborrable.

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