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Sueños sobre ¿sacos rotos?

Rehabilitar conductas, sanar conciencias y hogares heridos es una obra de sensibilidad y perseverancia incalculables y no siempre prometedora. Bien lo saben quienes se implican en la política del Estado para atender a las personas con conducta deambulante, un fenómeno social complejo que requiere, en primer lugar, de la prevención social

Autores:

Odalis Riquenes Cutiño
Ana María Domínguez Cruz
Yuniel Labacena Romero

(…) Es un problema muy difícil de resolver, pero nuestra sociedad aspira a ser más humanista. Todavía deben seguir implementando otras medidas para proteger a estas personas, pues es muy triste verlas en la calle, y más aun si son jóvenes. Muchos los rechazan por su conducta y en ocasiones son objeto de burlas, y sucede que en oportunidades se les ha dado protección, pero enseguida están en el barrio de nuevo.

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En Holguín ya es un fenómeno muy desagradable que crece. (…) El Estado tiene que crear las instituciones suficientes para atender a las personas que por diversos motivos llegan a esta situación. Los hay que piden dinero para tomar alcohol, se pasan el día sin hacer nada y afean nuestros entornos públicos. Por supuesto que el fenómeno tiene muchas aristas…

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En las calles capitalinas del bulevar de San Rafael siguen viéndose esas personas (…) Reconozco que es una tarea difícil, pero para llevarla a cabo hay que comenzar por lugares donde no solo estas personas permanecen tiradas a su suerte, sino que también algunos cuando se emborrachan se ponen agresivos con los transeúntes.

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Las opiniones anteriores son algunas de las dejadas por los cibernautas en nuestra página web, tras la publicación de la primera parte de este trabajo el pasado domingo. Otros criterios, en coincidencia con las entrevistas realizadas por JR en las calles, reconocen que, aunque existe la política diseñada, muchas personas con conducta deambulante abandonan el centro a donde los llevan, desestiman la ayuda brindada y vuelven a las calles.

Vale destacar que todo desamparado tiene acceso a los Centros de Protección Social, a los cuales se ingresa de manera voluntaria. Como apunta Yoe Majín Hernández, subdirector de Prevención, Asistencia y Trabajo Social del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), nadie puede ser forzado a permanecer allí, aunque en la práctica algunos rechazan estas atenciones.

«Además de aquellos que no poseen derechos legales sobre viviendas, son acogidos quienes no tienen trastornos mentales, pues quienes presentan ese padecimiento o tienen 60 y más años deben acogerse en los servicios de salud mental, hospitales psiquiátricos y los hogares de ancianos, respectivamente.

«Los centros existen en La Habana, Granma, Holguín y Las Tunas. En aquellas provincias en los que no hay, se crearon condiciones para atender a estos individuos en entidades similares. Las instalaciones se organizan en dependencia de la situación que presentan los ciudadanos con conducta deambulante», subraya.

Majín Hernández afirma que para la reinserción social se realiza un trabajo con las familias disfuncionales, con el fin de favorecer la reincorporación de quien posea las condiciones. «Por ello, una vez en el Centro se desarrolla la caracterización social y se confirma si tiene un hogar reconocido. También se realiza un despacho entre los trabajadores sociales y los especialistas de prevención de los municipios para informar del resultado y tomar las decisiones correspondientes».

De una sala a un centro

Una pequeña sala con solo 17 camas y en el reparto capitalino de Capdevila acogió por vez primera la evaluación y clasificación de los  deambulantes en el país. Eran los años 90 del siglo pasado, cuando emergió el fenómeno en Cuba, que luego fue en aumento, y el espacio resultó insuficiente. Hasta entonces, una de las salas del Hospital Psiquiátrico de La Habana sirvió de resguardo a estas      personas.

La historia la cuenta Irina Torres Falgado, subdirectora de Prevención, Asistencia y Trabajo Social en La Habana, al desempolvar un grupo de papeles, en los que se refleja la historia primigenia de la atención a estos individuos de cuyo cuidado, como se expuso, se encargó al Ministerio de Salud Pública (Minsap). «En ese entonces la recogida era de manera operativa y se ponía una guagua del gobierno que hacía recorridos eventuales para buscar a las personas.

«La atención solo era a nivel provincial, sin ninguna retroalimentación de los municipios. Luego, nació del pensamiento colectivo el proyecto Caballero de París, como algo temporal. En la actualidad existe un protocolo de actuación para la admisión, diagnóstico, atención y reinserción social de los individuos con conducta deambulante. Lo aprobado hoy fue resultado de un experimento aplicado hace unos años en La Habana.

«Tenemos el fin de humanizar el enfoque que existía sobre el tema, ir a las particularidades de cada caso y descentralizar las acciones hacia los territorios, donde existen equipos multidisciplinarios para evaluar cada caso», dijo Torres Falgado, quien agregó que en la capital la detección de las personas se efectúa diariamente, en los horarios de la mañana y la noche. En ella participan los trabajadores sociales, la Policía Nacional Revolucionaria, el Minsap y el Consejo de la Administración Provincial (CAP), que asegura el transporte.

Añadió que varias guaguas recorren los municipios para facilitar el traslado de las personas con conducta deambulante hacia el Centro, ubicado en Las Guásimas. En el caso de Centro Habana, La Habana Vieja y Plaza de la Revolución, el ómnibus realiza varios recorridos por ser en estos lugares en los que, con mayor frecuencia, se pueden encontrar.

«Al llegar al Centro se les ofrece alimentación, refugio, atención médica, vestuario, servicio de barbería y podología. Entonces, una comisión multidisciplinaria inicia el diagnóstico. Allí se indaga sobre su historia de vida y relaciones familiares y se caracteriza, además, su estado de salud mental. Esa información se tributa a los municipios, quienes una vez por semana envían representantes al Centro. Después del resultado de la entrevista se comienza el camino para la reinserción».

Aun cuando esta institución tiene un carácter temporal, algunos han vivido en él durante años. Según explican los funcionarios, han sido empleados por la institución y laboran en diferentes oficios de acuerdo con sus capacidades. «La estancia aquí requiere cumplir una disciplina, no es un sitio solo para pernoctar. De ahí que muchos lo abandonen y prefieran la libertad de las calles».

Torres Falgado detalla que en el caso de traslado a las provincias de origen de los deambulantes —pues un número importante son de otras regiones—, la Dirección Provincial de Trabajo coordina con la PNR y las direcciones de Trabajo del territorio que corresponda, el traslado de la persona hacia su lugar de residencia —y su atención—, acompañaba de la información que disponga de esta.

Experiencia de amor

Víctimas de historias de vidas difíciles, los  deambulantes necesitan de mucha ayuda y protección de la sociedad. Con esa certeza como brújula, desbroza obstáculos diariamente el Grupo Provincial de Prevención, Asistencia y Trabajo Social santiaguero, que con el quehacer cohesionado de diferentes organismos y con brazos desde el nivel territorial hasta las comunidades, acciona con el fin de cumplir los programas establecidos para la atención a esta población.

En el territorio no existe un centro de protección social. Sin embargo, nos enfocamos en el trabajo sistemático de seguimiento y la atención diferenciada (médica y social) de los casos diagnosticados en esta situación, en aras de ofrecer soluciones humanas que contribuyan a la reinserción en su medio y la elevación de su calidad de vida, apuntó Alfonso Brooks, vicepresidente del CAP en tierra santiaguera.

Así, un programa local que las autoridades insisten en definir como una experiencia de amor y sensibilidad, apuesta desde hace casi dos años por sistematizar su   atención integral. En consonancia con ello, Yiseilis Ferrer Nariño, subdirectora de Prevención, Asistencia y Trabajo Social en Santiago de Cuba, explicó a este diario que los organismos implicados no escatiman recursos para la atención a este grupo social.

Define como decisivo el momento en que son llevados hasta sus hogares. «Allí, trabajadores sociales y personal de salud evalúan la situación y condiciones de vida de cada caso, intercambian con los familiares sobre sus posibilidades para atenderlos; persuasivamente tratan de hacerles entender su responsabilidad y les exigen por el compromiso legal que tienen para con ellos.

«Las familias con posibilidades para hacerse cargo que reinciden en desampararlas son advertidas por los órganos legales correspondientes de que están incurriendo en el delito de abandono a desvalidos e incapacitados», agrega.

No obstante, insiste la también abogada Ferrer Nariño, «estamos conscientes de que para los parientes estas son situaciones difíciles, que han estado precedidas por dramas familiares, por eso acudimos a la persuasión, buscamos el apoyo de las organizaciones de la comunidad y les prestamos toda la ayuda material que podamos».

De vuelta al hogar

Algunas personas con conducta deambulante están desprotegidas legalmente, son rechazados por su trastorno mental o están atrapados bajo los efectos del alcohol, por lo general sufren las consecuencias del abandono y la incomprensión. No pocos son propietarios de vivienda, y sus hijos no los dejan entrar, y otros no van a esas casas… Así resumen los funcionarios entrevistados lo mucho hallado en el camino de la reinserción social.

En la atención a las personas con conducta deambulante es vital el tratamiento personalizado. Foto: Abel Rojas Barallobre

Según Majín Hernández se han dado casos de individuos que reinciden en esta conducta, no solo en La Habana sino también en provincias. «Al llevarlos a su lugar de origen, en menos de 24 horas ya están otra vez de regreso. A veces los dejamos en el centro por la mañana, y al día siguiente los volvemos a encontrar cuando hacemos el recorrido. Nadie puede estar en el centro sintiéndose obligado y hay que tratar de convencerlo para que no esté en esa situación.

«En la reinserción se tienen experiencias de todo tipo. Lamentablemente, hay situaciones donde los hijos u otros parientes se desentienden y alegan que ese sujeto no se ocupó de ellos en otro tiempo, o, si se trata de enfermos mentales, arguyen no poder controlarlos, pero la respuesta no siempre es internarlos, pues a veces su diagnóstico no es tan grave.

«Otras familias aceptan el regreso. Esa reinserción no es de llegar a la familia y decirle: toma, esto es tuyo y ya. Existe un proceso de acercamiento y de concientización. Además, luego de que ello ocurre, se tiene un acompañamiento muy especial de los trabajadores sociales y Salud Pública. Quienes salen del Centro y retornan a su medio familiar alcanzan un crecimiento cualitativo»

El hecho de que algunas personas abandonen el centro o el hogar se debe, según Emelis Alfonso Carrillo, jefa del departamento provincial de Salud Mental y Adicciones de La Habana, a que ese estilo de vida se sistematiza de manera tal que se vuelven egosintónicos, es decir, están en sintonía con lo que hacen, y aunque reciban atenciones, prefieren volver a las calles. Si son de otras provincias, no aceptan el retorno a ellas y vuelven a la capital, aunque solo puedan aspirar a vivir de esa manera.

«Lo más importante es humanizar a estas personas, y cuando asimilan nuestras acciones se vuelven más exigentes en el Centro, por ejemplo, critican la alimentación, demandan más atenciones y afecto, y es una buena señal. Lamentablemente, la experiencia arroja que alrededor del 50 por ciento puede reaccionar de esta manera, cifra que no descansamos en incrementar, sobre todo ahora que se implementan las ofertas laborales para la reinserción».

Torres Falgado explicó que en La Habana familiares de los reinsertados socialmente han ido preocupados a la Dirección Provincial de Trabajo porque, a pesar de que ellos les garantizan su atención, vuelven a la calle. «Familias de personas de otras provincias también se preocupan mucho cuando les decimos que algunos de los que fueron enviados a sus territorios, regresan a la capital. Muchos deambulantes se han empleado y han formado familia, otros han recibido las prestaciones de la Asistencia Social y no han vuelto más a la calle».

Acciones concretas llevadas a cabo en Santiago de Cuba pueden mencionarse, acota la joven Ferrer Nariño, quien destacó que más de una treintena de individuos han recibido ayuda económica de la Asistencia Social y otras prestaciones como ropa, calzado, colchones, entre otros materiales.

Asimismo, se ha ubicado laboralmente a familiares obligados a atenderlos, en aras de que dispongan de medios para ello; se le entregó una vivienda a una de estas personas y se reparan las casas    de otras ocho y una gran mayoría están vinculados al Servicio de Alimentación a la Familia, popularmente conocido como comedores comunitarios.

Como una iniciativa del Grupo Provincial de Prevención, explicó Ferrer Nariño, se organizan con estas personas paseos, viajes a la playa y actividades en días festivos, como las cenas de fin de año, y se trabaja para lograr que asistan con regularidad a los servicios de salud mental de su policlínico, para su rehabilitación.

Una mirada desde la sociología

Las acciones que en materia social se han desarrollado para la atención a las personas con conducta deambulante desde 2010 hasta 2013 constituyen un elemento indispensable, aunque insuficiente en la actualidad para la eliminación de dicho fenómeno como problema social.

Así concluye la joven socióloga Massiel Rodríguez Núñez su tesis de licenciatura «Centro de deambulantes: Una valoración sociológica», presentada en 2013, investigación que le permitió constatar el cumplimiento y la efectividad de la política trazada por el país para atender este tipo de personas.

Como resultado de su estudio académico, para el que realizó visitas reiteradas al Centro de Protección Social de la capital, entrevistas a funcionarios y deambulantes y acuciosas revisiones bibliográficas sobre el tema, apunta que existe una debilidad en el fortalecimiento de las redes y los lazos familiares de estos individuos, así como también que estas personas muchas veces prefieren estar en las calles, pues su estatus se ha convertido en un sentido de vida.

«Urge construir otras formas de inclusión, en las que el respeto a los derechos y las capacidades de esos hombres y mujeres en condiciones extremas de vida se configure en una nueva cultura, a fin de contribuir a su bienestar social», destaca.

Rodríguez Núñez constató que las personas con conducta deambulante cuentan con servicios médicos gratuitos y cierto nivel de escolaridad, pero les afecta en gran medida, sobre todo a los hombres, la adicción a las bebidas alcohólicas.

Como conclusiones tácitas de su indagación, la estudiosa ratifica, como la investigación de estos reporteros, que no existe una norma jurídica específica que regule esta figura en Cuba. Sin embargo, «los documentos legales existentes en el país como la Constitución de la República y el Código de Familia son mecanismos de control social y jurídico que norman las formas de proceder para con esta población y quienes están destinadas a su atención.

Para la investigadora es importante apuntar que en los últimos años se ha ampliado la visión sobre los deambulantes, lo cual se refleja en la construcción de las estrategias y los principios que deben regir su atención a nivel institucional.

Las características cambiantes de esa población durante años imponen nuevos retos para quienes diseñan esas políticas, enfatiza Rodríguez Núñez. La distancia percibida en algunos lugares entre lo que se implementa y lo que se define alerta sobre la necesidad de monitorear y encontrar un cauce que unifique necesidades y aspiraciones de la población que se acoge en los centros de Protección Social, apunta la estudiosa.

Este equipo de reporteros tuvo la oportunidad al final de esta semana de visitar el Centro de Protección Social de La Habana, y en próximas ediciones JR publicará las experiencias allí vividas.

Prevenir y humanizar

Atrás quedan aquellos años en los que anduvo de un lado a otro con sus sacos, sus bolsas, sus ropas sucias, esas que ahora se han cambiado por otras olorosas. Por suerte,  hasta ha conseguido un trabajo que le ha hecho olvidarse de pedir «un pesito» para «echar algo en el alma». Ya no duerme en la calle, no recoge lo que otros botan. Tampoco toma, y semanalmente asiste a diferentes consultas médicas que le han hecho cambiar su fisonomía.

A pesar del daño que le hizo a su familia ha vuelto al hogar, pues «no hay nada como ese sitio». Mientras conversa con estos reporteros, camina de un lado a otro y su mirada se pierde como quien pretende evocar ese tiempo en el que estuvo en el Centro de Protección Social, al que asegura, tiene mucho que agradecer. Nos pide el anonimato y se lo aseguramos, pues como él mismo expresa, muchos son quienes en la sociedad rechazan a personas como la que él fue.

Si algo debe distinguir el trabajo de quienes se dedican a atender a estas personas es el amor y la capacidad para interactuar, no solo con ellos sino además con sus familias. Irina Torres Falgado, subdirectora de Prevención, Asistencia y Trabajo Social en La Habana subraya que en la estrategia diseñada el trabajo integrado es fundamental y también la responsabilidad de la familia, sobre todo cuando se logra la reinserción de la persona.

«De nada valdría tampoco hacer análisis generales. Hay que estudiar cada una de las familias que tienen un miembro con esta conducta y saber que las soluciones para una nunca van a ser para otras. Este trabajo necesita hacerse familia a familia, persona a persona. Requiere mucha paciencia, entendimiento y voluntad, no estigmatizarlos, y llenarse de humanismo a la hora de atenderlos. Eso nos está faltando en muchas ocasiones», señala.

En ello coincide Majín Hernández, subdirector de Prevención, Asistencia y Trabajo Social del MTSS. «Cuando vemos a una persona limpia, integrada a un empleo, sonriente, que ha vuelto al hogar y se ha transformado para bien, nos da aliento. Nadie puede ser excluido, estos son seres humanos en situaciones sociales de vulnerabilidad y para ellos también existe una protección del Estado.

«El primer paso para que esta política tenga mejores resultados es trabajar en la prevención social, desde la detección temprana de causas y condiciones que pueden propiciar una conducta deambulante a nivel individual y en un grupo, para ofrecerles las soluciones más eficientes y humanas posibles.

«Para ello es inevitable no solo el trato personalizado, para el cual los trabajadores sociales devienen eslabón básico, sino también el engranaje entre los entes que se ocupan de estos afectados, además de la participación y solidaridad de amigos y familiares, apuntó. Es precisamente la familia quien debe asumir la mayor responsabilidad y si no existiera ese apoyo filial esencial, el Estado siempre les tenderá la mano».

La política está bien definida, pero el enfrentamiento a un fenómeno social tan complejo es una obra de perseverancia, pues rehabilitar conductas, sanar conciencias y hogares heridos requiere, además de tiempo, de sensibilidad y humanismo de la sociedad toda, único antídoto contra el desamparo.

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