Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Nosotros, los primeros periodistas independientes

Eso fuimos y somos quienes ejercemos esa profesión frente al imperialismo yanqui y sus transnacionales de la información. La consideración la hizo en entrevista para JR Ernesto Vera, una de las figuras más importantes del periodismo cubano de la Revolución, fallecido el pasado domingo. Por su valor, nuestro diario reproduce fragmentos de aquel diálogo sostenido en 2003

Autor:

Luis Hernández Serrano

Uno de los periodistas cubanos que durante más tiempo ha representado internacionalmente al gremio, accedió a darnos la exclusiva sin el menor reparo, cuando supo que Juventud Rebelde tocaba a sus puertas.

Es Ernesto Vera, nacido en Sagua la Grande, Las Villas, pero residente en La Habana desde los diez años. Laboró como periodista clandestino del Movimiento 26 de Julio en la edición de los periódicos Aldabonazo, Revolución, Sierra Maestra y otros, y estuvo como corresponsal de guerra en Girón cuando era director del periódico La Tarde.

Vera fue presidente de la Upec durante dos décadas ininterrumpidas, vicepresidente de la Organización Internacional de Periodistas (OIP) un cuarto de siglo, 15 años como director de su Centro Regional para América Latina, más de una década en el cargo de vicepresidente y vicesecretario general de la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap), y hoy su presidente de honor.

La entrevista tuvo lugar en el salón de reuniones del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en el Vedado, Ciudad de La Habana.

—Resúmame la suerte del periodista cubano antes de 1959.

—La palabra periodista era entonces algo casi peyorativo, porque los periodistas de fila pagaban la culpa de lo que hicieron mucho tiempo los grandes empresarios de la prensa.

—¿Y después del triunfo?

—La inmensa mayoría de aquellos colegas se sumó en masa a la Revolución y fue un factor importantísimo, sobre todo en los primeros lustros, en el desarrollo de la prensa revolucionaria.

—¿Qué significó la fundación de la UPEC?

—Fue la primera organización de este hemisferio donde tendrían cabida los periodistas independientes de los consorcios de las transnacionales, de la prensa oligárquica, es decir, de la Sociedad Interamericana de la Prensa (SIP).

—¿Periodistas independientes?

—Sí, nosotros fuimos en esta mitad del planeta los primeros periodistas independientes y disidentes frente al imperialismo yanqui y sus transnacionales de la información. Con esa responsabilidad y ese reto, comenzó esta historia.

—Ese es el qué. Háblenos del cómo y del porqué.

—No olvidamos aquel 15 de julio de 1963, como tampoco la batalla de la prensa cubana en los primeros años de la victoria, por ejemplo, la oportuna coletilla, el logro de la unidad de los periodistas, los trabajadores gráficos y los locutores.

—¿De qué momento exacto habla?

—De los tiempos posteriores a Girón, ya en la Crisis de Octubre de 1962, que hizo imposible efectuar el congreso en ese año y se aplazó para el siguiente. Me refiero a los meses de la Reforma Agraria y a los grandes combates, al apoyo del pueblo a Fidel y a la Revolución y a la unidad de las fuerzas insurreccionales que, por supuesto, se reflejó en las filas de los periodistas.

—¿Cómo fue aquel 15 de julio de 1963?

—La culminación del primer congreso constitutivo de la UPEC se realizó en el hotel Habana Libre, con el lema martiano de «¡Tanto tiene el periodista de soldado!», idea que aún mantenemos del compromiso con la Revolución.

—¿Enormes retos en su mandato?

—Sí, en 1963, la cifra de periodistas colegiados era muy superior a los que ejercían la profesión. La UPEC enfrentó el reto de la superación de sus miembros. La primera escuela se fundó en La Habana, en 1965 y la segunda, en Santiago de Cuba, en 1969. Antes, aunque existían buenos periodistas, no había escuela de nivel universitario y era preciso elevar el nivel profesional, cultural, político e ideológico de los afiliados. Otra gran tarea fue lograr un proceso unitario, olvidando el origen, sin sectarismo.

—¿Qué piensa de nuestros colegas en América Latina?

—El periodismo es una profesión incómoda para los opresores. De tal manera molesta que deliberadamente se ha pretendido rebajar el nivel de esta profesión, que no se estudie con profundidad, no reconocerla como tal. Hoy es la carrera más deteriorada de la región, porque inventaron en plena guerra fría la Facultad de Comunicación Social y en distintos países el Periodismo es una cosa más entre muchas otras ramas, para limar su filo político y evitar que se estudie como carrera universitaria, por la responsabilidad social que tiene.

«Hay numerosas facultades de ese tipo y se gradúan miles, pero terminan sin empleo y tienen que dedicarse a taxistas o a otros oficios».

—Muchos consideran la nuestra como la profesión más peligrosa.

—Antes debo decir que los latinoamericanos de nuestra profesión tienen la posibilidad de ver la tragedia social de sus pueblos y sumarse a las causas nobles. Son testigos del sufrimiento de esas sociedades. Una profesión peligrosa; y la prueba está en que ha habido periodistas muertos en los últimos 30 años en América Latina.

—¿Qué le parece la llamada libertad de prensa burguesa?

—La libertad de prensa no debe ni puede ser otra cosa que el derecho del pueblo a conocer la verdad… La libertad de prensa es decirle a la sociedad lo que ocurre en realidad. Figura nominalmente en las constituciones de Latinoamérica, pero no se cumple… Los grandes consorcios nunca le preguntan al periodista de fila cuál es su opinión al respecto. Esa es la libertad de prensa de los dueños, de las transnacionales, del neoliberalismo.

—Y la SIP ¿qué papel juega en eso?

—Determina dónde hay o no libertad de prensa. Para ella no existe en Cuba. La SIP es fiel al Imperio. Se fundó en La Habana, en 1943, en tiempos de la II Guerra Mundial, vigente la unidad antifascista. Entre los órganos progresistas que la integraron estaba el periódico cubano Hoy. Hasta 1950 los medios progresistas le hicieron la vida imposible a la SIP.  Por eso organizaron el golpe CIA-SIP. Detuvieron a Carlos Rafael Rodríguez y a otros colegas honestos en Nueva York o no les dieron visas. Cambiaron los Estatutos y en lugar de un país, un voto; establecieron un órgano de prensa, un voto. Y de un voto que tenían pasaron a 400 el número de medios con que contaban.

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