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La «psiquis» sísmica

Durante las últimas 72 horas la psicología del santiaguero asume la impresionante situación de dar curso a su cotidianidad bajo el «acecho» de un enemigo impredecible

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

SANTIAGO DE CUBA.— A simple vista nada parece presagiar el momento difícil: los nuevos ómnibus, ambientados con un estridente reguetón o el más lacrimógeno de los dramas musicales, siguen transportando, de la mañana a la noche, a hombres, niños, mujeres, abuelos, adolescentes, en pos del trabajo, las gestiones, el romance, la escuela…

Todavía con la emoción de su cumpleaños 500 la urbe santiaguera sigue exhibiendo, ufana, su bello traje de nuevos locales confortables, fuentes y lámparas singulares, detalle y buen gusto, testigos y testimoniantes del arduo esfuerzo de este pueblo en los últimos tiempos.

Pero junto a la cadena de sismos que obligaron a muchos a acampar en plazas y parques en busca de la seguridad de su familia, al menos durante las dos primeras noches, una ensalada mixta de emociones, pensamientos, sentimientos y anhelos signan hoy la cotidianidad de este pueblo.

Aunque imperceptibles muchas veces, como los sismos, los santiagueros viven con tensión desde que a la 1:37 de la madrugada del pasado domingo 17 de enero se desatara en las cercanías de esta oriental ciudad, un enjambre de terremotos que suman más de 650 eventos en las últimas 72 horas, 25 de ellos perceptibles.

Ciertamente no hay pánico en la ciudad santiaguera, y esa serenidad y disciplina de la que hablan los medios es palpable, sobre todo cuando se convive con el hecho sin precedentes de tan elevado número de temblores en un período corto de tiempo.

Las mil anécdotas

En cuadras, parques y paradas desde que el sol se estrena se esparcen las mil anécdotas: ahí está la abuela clamando ¡misericordia! y apretando su Virgen de la Caridad mientras logra escapar de los vaivenes de la cama, o la perreta del pequeño que insiste en incorporar sus juguetes a la mochila ya excedida de peso con la que saldrán de casa «cuando venga el “tellemoto”…».

Conmueve la madre somnolienta que abraza a sus hijos en la frialdad de la madrugada del parque Céspedes, porque no se sentía segura en casa, y se escuchaba a quien desde su fe ensayó una explicación: «tantos temblores son una intervención del Señor para que se libere de poquito en poquito la energía que evitaría la llegada del “grande”».

Inspira la disciplina del discapacitado, instruido en días recientes en un proyecto sobre ciudades preparadas para enfrentar el riesgo sísmico, que desde el domingo viste botas y pantalón; a la cintura, una riñonera con su identificación, medicinas… y no abandona su bastón ni dentro de la casa que se conoce como si la viera.

Ayuda, cómo no, la ocurrencia del pícaro que ha añadido a su mochila un pomo con todos los pesos de a uno que encontró: «por si en medio del desastre pasa algún merolico vendiendo algo…»; y relaja la broma del jaranero, que entre la risa de sus trasnochados acompañantes deja claro que  «estamos en esto porque falla la falla Oriente, que es una errática…».

Son imágenes, reacciones que retratan cómo se escurren las últimas horas en este lado cubano y la preparación incorporada por los habitantes de la tierra indómita, tras años de medidas concebidas, socializadas y ejercitadas por largo tiempo con los especialistas y la Defensa Civil a la cabeza.

Pero también hay santiagueros indiferentes, temerarios: «Yo no duermo en ningún parque, uno se muere cuando le toca…».

Sismólogos de barrio

Abundan igualmente por estos días las proposiciones de permutas desde los edificios altos hacia las casas en las afueras y los sismólogos de barrio, que de tanto escuchar a los entendidos por los medios de difusión son capaces de replicar, ante la mirada atenta de la cola de la bodega, una explicación sobre por qué los sismos prefieren la noche o las características geodinámicas de la zona sismogeneradora.

En alerta viven los santiagueros y también los especialistas: técnicos, investigadores y directivos del Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas, que desde el pasado domingo registran eventos, procesan datos, intentan determinar tendencias y explican sin parar a pueblo y autoridades, ávidos de saber, anhelantes de que el suelo vuelva a la serenidad.

Repiten, aclaran sin cansarse los expertos, sin olvidar ni un momento su gran responsabilidad: la vida de más de medio millón de personas; las decisiones de las autoridades dependen del real retrato de la situación y las perspectivas que ofrezcan, combatiendo el alarmismo desde el mensaje de la ciencia.

Sobreponiéndose al cansancio por saberse útiles, y con el corazón al galope andan igualmente periodistas —y personal de los medios de difusión, en todas sus variantes—, activados con las sacudidas de amanecida del domingo.

Conscientes de que en días difíciles la información es oxígeno, recorren, indagan, organizan paneles informativos y espacios especiales para aportar elementos y reiteran una y otra vez la pregunta a los expertos con la intención de llevar a sus receptores el titular que todos esperan: «¿Cómo reconocer que ha pasado la amenaza?»

Preocupados y ocupados andan igualmente los dirigentes de la provincia, en cuyas manos están las grandes decisiones: superar los planes e instrumentar en la práctica de una amenaza real e impredecible las medidas dirigidas a eliminar vulnerabilidades y proteger la vida de la población, sin detener el desarrollo normal de la provincia.

¡Vaya reto que les ha impuesto la tierra! Incansables y siempre cerca del pueblo como es su costumbre, las máximas autoridades del Partido y el Gobierno santiagueros junto a representantes de todos los sectores, duermen poco.

Precisan cada detalle en reuniones de trabajo, transmiten palabras de aliento en la madrugada a las familias congregadas espontáneamente en lugares abiertos, desmienten rumores echados a rodar, explican y aportan a la cultura de los santiagueros desde citas informativas concertadas en la  televisión local cada tarde…

Las intervenciones públicas del miembro del Comité Central del Partido y su primer secretario en la provincia, Lázaro Expósito, y de los demás dirigentes, hablan del orgullo por un pueblo que no ha perdido la confianza en sí mismo ni la solidaridad ni la unidad de la familia; de la preocupación de Fidel y Raúl siguiendo minuto a minuto la situación, controlando, orientando en este momento especial, de esfuerzo y convicción de que el telúrico Santiago, con su estirpe heroica como estandarte, saldrá también de esta.

Los últimos datos aportados por el Cenais hasta la tarde de este miércoles confirman una tendencia a la disminución de la actividad sísmica que permitió a muchos dormir en sus camas la última madrugada. Aunque ello no significa que la amenaza ha terminado.

En lo adelante, ese Santiago profundo, con 500 años de «lidia obstinada y persistente» con su esencia telúrica sin que sus hijos se alejen de sus raíces, y que en las últimas 72 horas ha latido de mil formas, dará significados nuevos a la palabra  terremoto.

Los temblores bajan, la alerta sigue

El registro por la red de estaciones del Servicio Sismológico Nacional de 47 terremotos de pequeñas magnitudes, ninguno perceptible, en las primeras 17 horas de este 20 de enero, parece confirmar aquí la tendencia a la disminución de la actividad sísmica.

En consecuencia con la reducción del número de eventos, los cuales, al decir de los expertos, han sido también más espaciados y con menor magnitud, y de la esclarecedora  información aportada por una serie de paneles informativos difundidos por la televisión local, muchos santiagueros durmieron por fin en sus casas durante la madrugada de este miércoles y fueron menos los que acudieron a plazas y sitios abiertos, complicados adicionalmente con un descenso de las temperaturas.

Según aporta el Boletín Especial número 14, elaborado por el Servicio Sismológico Nacional, desde el 17 de enero y hasta las 8:00 de la noche de este miércoles, habían sido registrados 657 sismos, localizados a unos 40 kilómetros al suroeste de la oriental urbe.

La distribución de la profundidad de los sismos continúa siendo superficial, con valores inferiores a los diez kilómetros, lo que ha hecho posible que 25 de ellos hayan sido perceptibles por la población.

Una distribución de los eventos por día ubica: el 17 de enero, 409 sismos, con el registro máximo de magnitud en 5.0 grados en la escala de Richter; el día 18, 133 eventos, con el mayor registro de 4,4 grados; el 19 de enero, 68 sismos, el mayor de 3,9 grados; y hasta las 8:00  de la noche de este 20 de enero, 47 sismos, el mayor de estos de 2,7 grados.

El informe científico aclara que los datos disponibles hasta el momento en relación con el número de sismos y las magnitudes máximas aún no permiten definir el tipo de proceso al que nos enfrentamos, para lo cual será necesario el análisis de los eventos de varios días.

No obstante la tendencia que dictan los registros de las últimas horas, los investigadores insisten en que la alerta no ha terminado, pues una actividad sísmica anómala como la vivida en los últimos días incrementa las posibilidades de ocurrencia de un evento de gran intensidad.

Por otro lado, el reporte agrega que de acuerdo con la información recabada hasta el momento, se conoció que el terremoto de magnitud 5.0, registrado a las 3:30 de la madrugada del pasado domingo, tuvo un área de ruptura aproximada de ocho kilómetros cuadrados, lo cual puede generar réplicas durante más de tres meses.

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