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Los 15 de Rouslyn

La joven tiene 32 primaveras, pero si nos guiamos por su fecha de nacimiento, deberían ser solo ocho. Haber nacido en un día que existe solo cada cuatro años no ha sido para ella signo de malos presagios, sino de más celebraciones

Autor:

Aileen Infante Vigil-Escalera

Rouslyn Navia Jordan tiene 32 años, pero si nos guiamos por su fecha de nacimiento deberían ser solo ocho. Desde 1984 ella se incluye entre las aproximadamente cinco millones de personas en el mundo nacidas en un día que existe solamente cada cuatro años: el 29 de febrero.

La joven periodista del sitio Soy Cuba, de Juventud Rebelde, debe esta singularidad a un encargo del emperador romano Julio César. Para cuadrar las casi seis horas de ventaja —exactamente cinco horas con 48 minutos y 56 segundos— que la órbita de la Tierra sacaba cada año al almanaque de papel, el astrónomo griego Sosígenes decidió añadir un día más al calendario gregoriano cada cuatro años.

Desde entonces el arreglo, que data del año 45 antes de Cristo, da vida a las 24 horas del sexagésimo día de los años bisiestos —años divisibles por cuatro, excepto los divisibles por cien, salvo que estos últimos sean divisibles por 400.

Caridad Martínez, auxiliar encargada de inscribir a los recién nacidos en el Hospital materno infantil Hijas de Galicia de la capital, explicó a este diario que los nacimientos ocurridos en esta fecha dentro del territorio nacional se inscriben como tal, y se deja a elección de los padres el día para celebrarlo en los años ordinarios.

El patrón que más se repite, explica, es el que toma en consideración la hora del alumbramiento: si el bebé nació antes de las 12:00 meridiano del día 29, lo festejan el 28, y si sucedió después de este tiempo, el día 1ro. de marzo.

Para Rouslyn, sin embargo, la mejor opción ante la ausencia de la fecha en el almanaque, es incluir el antes y después en la celebración. «Como mis amigos nunca se ponían de acuerdo sobre el mejor momento para felicitarme, una vez consciente del fenómeno adopté el método de esperarlo el 28, disfrutarlo el 29 —si es año bisiesto— y despedirlo el 1ro.», aseguró.

Mas no conforme con disfrutar de tres días seguidos de celebración, la joven ya se considera inmersa en los preparativos para la que vaticina será «la fiesta del año»: sus 15. Entonces, cuando su almanaque vital arribe a los 60 años, planea danzar al compás de un vals, acompañada de igual número de parejas.

Para ello, mientras apenas comienza el octavo que ha podido celebrar exactamente en su día, ya lanza la convocatoria a todas sus amistades para reencontrarse dentro de 28 años —siete según su carnet de identidad—, y celebrar por todo lo alto su decimoquinto aniversario de vida bisiesta.

Mitos y curiosidades

Desde su origen, este sexagésimo día del calendario gregoriano ha sido motivo de innumerables mitos y superticiones. Entre los más circulados por la red de redes se destacan que antiguamente las mujeres solo podían proponer matrimonio a su novio el 29 de febrero y si este no aceptaba debía compensar a su novia con un beso y un camisón de seda; y en Grecia, lo de «en martes y 13 ni te cases ni te embarques», se hace extensible también a este día.

Solo en Irlanda —asegura el sitio guiainfantil.com—, el 29 de febrero trae consigo algo bueno, al entregar un premio de cien euros a todos los bebés nacidos en esta fecha. A estos pequeños se les conoce allí como leapers, del término leap year, año bisiesto en inglés.

Otras naciones adjudican una serie de malos augurios a los años de 366 días y albergan en su cultura popular refranes como: «Año bisiesto, año siniestro», «Año bisiesto y año de pares, año de azares» y «En año bisiesto, ni casa, ni viña, ni huerto, ni puerto».

Casualidad o no, lo cierto es que existe un número considerable de catástrofes que han ocurrido en estos períodos bisiestos del almanaque. Entre estos, el hundimiento del Titanic (1912), el inicio de la Guerra Civil española (1936) y la construcción del campo de exterminio de Auschwitz (1940); o sonados asesinatos como los de Robert F. Kennedy y Martin Luther King (1968), o de John Lennon (1980).

Rouslyn, sin embargo, aparta todo mal presagio y se concentra en seguir haciendo de su particular cumpleaños una buena fiesta.

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