Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Asalto que estremeció a La Habana

Hace 59 años la capital vibró ante la valentía de un grupo de jóvenes que pusieron en riesgo sus vidas para poner fin a un régimen de oprobio

Autor:

Margarita Barrios

«Yo iba en el camión rojo. Llevaba una ametralladora Thompson, una pistola, dos cargadores y dos granadas, y no te miento si te digo que también tenía un susto tremendo, expresó a Juventud Rebelde Ángel Eros Sánchez en entrevista concedida en 2012, un año antes de su muerte.

«Nuestro objetivo era tomar Palacio, resistir y luego salir a las calles y lograr un levantamiento popular, y por supuesto, matar al tirano en su propia madriguera. Mientras José Antonio, en su alocución a través de Radio Reloj, debía conminar al pueblo a ir a la Universidad, donde teníamos más armas. La idea era iniciar una guerra civil, en el corazón de La Habana y en pleno día».

—¿Cómo estaba organizado el plan?

—Se basaba en la sorpresa, pero nos fallaron algunas cosas.

«Por ejemplo, al llegar al Palacio, el primer carro entró rápido y comenzó a disparar, aunque la guardia también contestó inmediatamente. Sin embargo, nosotros tenemos la primera dificultad, se nos atravesó un ómnibus y tuvimos que descender más lejos de la entrada.

«En aquellos momentos el regimiento de Palacio era de unos 300 hombres, y los lugares más difíciles eran la planta baja y la azotea. Un grupo debía subir por la escalera lateral hasta la oficina del tirano. Otro entraría hacia la escalinata central; allí unos tomarían a la derecha y otros a la izquierda, entre ellos yo. Así dicho sonaba muy bonito, pero fue muy difícil. Nos disparaban desde arriba, sin tregua, aquello era tremendo. Éramos un comando suicida, de acción rápida y logramos lo que nos habíamos propuesto: tomar la planta baja y llegar al despacho.

«Yo estaba herido en un muslo. Habían muerto varios compañeros y otros estaban lesionados. El grupo de refuerzo no llegó y decidimos retirarnos. A la salida cayeron más».

—¿Cómo logró salir de Palacio?

—De milagro. Me tiré debajo del camión y se me cayó la ametralladora. Con la pistola, y corriendo en zigzag —como en las películas— logré escapar de una ametralladora 50 que desde la azotea cazaba a los asaltantes. No habíamos previsto la retirada y yo no sabía qué hacer. Me interné por las calles de La Habana Vieja, amenacé a un taxista con la pistola y llegué a casa de unos parientes de mi madre que eran batistianos, lo cual era muy bueno, pues hacía la casa más segura. Allí me escondí y dos meses después me asilé en Miami, para luego continuar la lucha».

Minutos para la audacia

«Con la cantidad de armas que teníamos no era posible desplegar un gran movimiento en la capital, donde se concentraban las mayores fuerzas de la dictadura, tenía que ser un golpe rápido», expresa Julio García Oliveras, uno de los participantes en la toma de Radio Reloj.

—¿Por qué seleccionan Radio Reloj?

—Porque tenía transmisión continua; su cercanía a la Universidad y además tenía una célula del Directorio, encabezada por Floreal Chomón, hermano de Faure, jefe de acción del Directorio Revolucionario.

—¿Cómo elaboraron el plan?

—Recorrimos Reloj, hicimos el reconocimiento necesario y preparamos los documentos que se iban a leer, pero nadie nos advirtió que la transmisión podía ser cortada en la subestación de Televilla, como ocurrió.

«Para nosotros, la etapa más riesgosa era la toma de la estación, ya que la travesía hacia la Universidad y la estancia en la Colina las considerábamos mucho más seguras. Y no fue así».

Convocar al pueblo a la lucha

Juan Nuiry, ya fallecido, contó en entrevista a Juventud Rebelde en 2007 sus recuerdos sobre la toma de Radio Reloj: «Todo estaba cronometrado. Eran las 3:21. Empezaron a leer las supuestas noticias y a continuación el anuncio: ¡Asaltado el Palacio Presidencial! Luego se escuchó en la inconfundible voz del Presidente de la FEU la alocución dirigida al pueblo. Pero algo nos sorprende. Estábamos escuchando por el radio del carro y se cae la transmisión, solo se queda el tic-tac. Muy despacio acerqué el auto al de José Antonio. Los minutos parecían horas, hasta que vimos descender a nuestros compañeros pistola en mano.

«Los tres carros tomaron por la calle M. Yo doblé en 25, izquierda en J y fui el único que entró en la Colina. Por el camino los había perdido de vista y me sorprendo cuando llego y no los veo.

«El carro de Fructuoso siguió por M hasta San Lázaro, y junto a Joe Westbrook suben por la Escalinata. Me encuentran emplazando la ametralladora calibre 30 en el Rectorado. Traían una inolvidable expresión de dolor reflejada en sus rostros, y me dicen del enfrentamiento de los compañeros de la segunda máquina con la policía y la caída en combate de José Antonio.

«Como la parte de la alocución que llamaba al pueblo a la lucha y acudir a la Universidad no se escuchó, la población conocía los acontecimientos, pero no sabía qué hacer.

«Luego de un intercambio de opiniones se acordó salir de allí. Mi partida de la Universidad fue bajo un fuerte tiroteo, en el mismo auto utilizado para la acción y llevaba herido a Faure Chomón, que había llegado desde Palacio con otros compañeros. Como nunca la retirada se contempló en nuestros planes, no existía esa cobertura, pero ese puede ser tema para otra historia».

 

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