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Agua de coco o los nuevos precios del agromercado

JR se fue para el campo, a conversar con productores agropecuarios de Artemisa y Mayabeque para conocer sus opiniones sobre las nuevas tarifas máximas de Acopio... y cuánto ayudarán al pueblo

Autores:

Marianela Martín González
René Tamayo León

Al coco el agua le entra por donde le entra: de la mata. No le cae del cielo... Al mercado agropecuario las mercancías le llegan desde el campo. Las producen los campesinos y los obreros agrícolas. No vienen del «barco» (o casi nada, si quitamos uno que otro chícharo, a veces arroz, y quizá alguito más).

La entrada en vigor de nuevos precios máximos para los productos agrícolas —desde la orilla del sembrado hasta los comercios de pueblos y ciudades— ha sido muy bien recibida por la población. Era lo que se estaba demandando. Se deseaba.

Todo, empero, viene de la tierra. Fue por eso que JR quiso conocer qué piensan los agricultores sobre la medida. Al fin y al cabo, de ellos depende. De sus cosechas.

Dos fueron las preguntas que hicimos en un recorrido de par de días por Artemisa y Mayabeque —las provincias más comprometidas con el suministro al mayor mercado del país: La Habana—, donde conversamos con más de una docena de productores, muchos de ellos presidentes de cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), de Créditos y Servicios (CCS) y de Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC).

«¿Qué piensan de los nuevos precios máximos de acopio? Y, ¿según su experiencia, cuáles serían, en su criterio, las debilidades de la medida?». Solo eso inquirimos, porque de su satisfacción o no con lo dispuesto, depende si estarán más o menos estimulados para hacer lo que hay que hacer: producir más.

Todos los participantes en el sondeo, y reiteramos que la mayoría fueron productores que lideran cooperativas, por lo que son portadores del criterio de decenas de campesinos, opinaron de forma positiva sobre los nuevos precios máximos de acopio por los cuales ahora se les pagarán sus cosechas, tanto en las etapas de altos rendimientos como en las de baja. Hay observaciones a algunas tarifas, pero son las menos.

Resuelta la primera interrogante; es decir, que los nuevos precios de acopio «están bien», que «estimulan», que «forman parte de la política que se está aplicando a favor del trabajo y el incremento de las producciones agropecuarias», nos concentraremos en exponer las respuestas de los campesinos sobre la segunda inquietud: «¿debilidades de la medida?».

Solo expondremos las más reiteradas entre ellos. No estarán en papel y tinta una parte de los guajiros con los que hablamos, pero igual les agradecemos su tiempo y dedicación. Nuestros juicios, en tanto, los reservamos para el subtítulo Los precios, mirando atrás, que acompaña a esta reseña.

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«Puede mirarse al futuro»... Para Pablo Orlando Pérez Guzmán, presidente de la CCS Frank País, Güira de Melena, Artemisa, la fijación de precios máximos de acopio «para las temporadas altas y bajas permite al campesino saber cómo va a vender a futuro, y de esa manera prepararse, planificarse. El problema de la agricultura no es sembrar hoy para “recoger mañana”, es sembrar ahora para cosechar dentro de tres meses, seis, un año. Y para poder sembrar hay que saber que se tienen el recurso y el precio garantizado».

La preocupación del dirigente campesino está en que, debido a la actual estrategia para fortalecer la producción agropecuaria —con una mayor disposición de equipos, insumos y otros estímulos—, pudiera ocurrir un boom productivo que La Habana no pueda absorber ni Acopio resolver si está limitado para trasladar excedentes a otras provincias.

Le inquieta, además, que todavía haya cultivos, como la zanahoria y la remolacha, que carecen de precios centralizados, por lo que se pronunció porque estos también se fijen.

«Causas y condiciones»... Los hermanos Julián y Ricardo Leal Muñoz, también de la CCS Frank País, consideran que «para analizar el tema de los precios hay que saber por qué estaban o están caros. Ver las causas. Nosotros somos productores y la misión nuestra es producir para el pueblo, pero para hacerlo tenemos que tener las condiciones.

«Hoy el Estado nos da un nivel de recursos, pero hace falta que nos llegue un poco más. Además, si los insumos fueran más baratos, incluso podemos bajar más aun los precios, de forma gradual, porque a nosotros todo nos cuesta; si pones guardias, por ejemplo, porque son imprescindibles (nos están robando cosechas, hay hasta bandas de delincuentes), quien aspira al puesto te saca la cuenta de a cuánto vendes tal o más cual producto y te dicen que si no le pagas la noche a 70, 80, cien pesos, al precio que les dé la gana, nadie hace guardia.

«Pensamos que para seguir bajando precios, la empresa agropecuaria debe cumplir con lo que le corresponde, con la transportación, con la comercialización —que la lleven en tiempo y forma—, que acaben de eliminar los impagos, y, además, que los profesionales de Acopio estén bien preparados, como los encargados de medir la calidad de los productos».

«Elevar los rendimientos»... Como «muy buenos precios para la totalidad de los cultivos», califica Omar Barroso Miranda, presidente de la CPA Niceto Pérez, de Güira de Melena, las nuevas tarifas máximas de Acopio.

«Lo que tiene que ser una preocupación para los guajiros es la elevación de los rendimientos productivos; es eso los que nos va a garantizar la rentabilidad. Las ganancias que necesitamos debemos buscarlas ahí, no en subir precios.

«Igualmente hay que tener cuidado con los “boniatazos” y “platanazos”, con los picos productivos. De estos somos responsables; debemos sembrar de forma planificada, para que no ocurran y se pierdan así productos en el campo o en Acopio».

«Bajar los insumos»... Lázaro Rodríguez Rivero, presidente de la CCS Camilo Cienfuegos, de Alquízar, Artemisa, manifiesta que los precios son justos. «Siempre se ha abogado porque se toparan, y comparados con los precios anteriores, hay diferencias notables en lo que le llegará a la población».

«Mi preocupación como presidente y la de los campesinos es que para bajar precios hay que bajar también el de los insumos que recibimos. El combustible, por ejemplo, se paga a dos CUP.

«Estamos de acuerdo con que se ajusten los precios equitativamente, pero deben analizarse los costos de producción, y hoy una de las cosas que más está repercutiendo en el costo es el precio del combustible. Además, para tener producciones buenas hay que garantizar los insumos y estos casi siempre llegan tarde, lo que genera pérdidas al campesino.

«Creo que Acopio no está preparado para enfrentar la recogida de los productos en el campo y llevarlos a la capital. Ese cambio de la noche al día no será posible por razones objetivas. El año pasado se contrataba aquí entre un 30 o 33 por ciento de la producción, y hoy queremos hacerlo con el ciento por ciento con los mismos recursos, como camiones y otros. Me parece que Acopio no está listo todavía para afrontar la contratación del ciento por ciento de la producción».

«Por “la derecha”»... «El listado de precios me parece bien, se puede cumplir con él. Deja ganancias al campesino, pero todo tiene que jugar», expresa Orlando Martínez Noa, recién jubilado y hasta hace poco presidente de la CCS Rubén Martínez Villena, de Alquízar.

«Si los insumos llegan a tiempo —porque debido a las carencias del país no pueden garantizarse siempre—, si los productos se recogen a tiempo, si no tienes que comprar insumos por “la izquierda”... no habrá problemas. Pienso, incluso, que si los insumos bajan de precio y se aseguran en tiempo y forma, el listado de precios para la población podría bajarse más».

«Ganancia del 40 por ciento»... Más allá del listado de precios —del campesino a la población—, Yunaiky Cruz Domínguez, presidente de la CPA Amistad Cubano-Búlgara, de Güines, Mayabeque, prefiere concentrarse en que las legislaciones puestas en vigor «otorgan una ganancia del 40 por ciento para los productores en cada cultivo. Lo cual —opina— es muy considerado».

El problema —dice— no está en el precio de los productos con los que Acopio compra a los campesinos, sino en los intermediarios que están alrededor del proceso de comercialización. «Son ellos —enfatiza— los que saldrán perdiendo, para bien del guajiro y del resto del pueblo».

Para Yunaiky, la debilidad del nuevo sistema está en la comercialización. «Acopio —comenta— no tiene al ciento por ciento el destino de la producción. En La Habana se están abriendo más mercados que estarán obligados a aplicar los nuevos precios, pero aún es una red pequeña.

«Creo que eso es una amenaza. No obstante —aclara—, antes de pedir que se abran más mercados, lo primero es que nosotros demostremos que somos capaces de producir más. Aunque debemos advertir que el sistema tiene que prepararse, porque los campesinos estamos sembrando mucho más».

«Todo para Acopio»... La UBPC güinera Restituto Alonso siempre ha vendido sus cosechas a las empresas comercializadoras estatales. Como el resto de los grandes productores entrevistados, nunca las han ofertado a otra persona jurídica o natural. «Eso —nos aseveran— es para quienes tienen poca tierra».

Lázaro Fumero, líder de esta UBPC, plantea como «aceptables los nuevos precios, sobre todo para el pueblo», pero como la mayoría de los guajiros con los que conversamos tiene reparos a: 1) el precio de los insumos; 2) la cantidad y oportunidad con que estos están disponibles, y 3) la capacidad de Acopio para enfrentar lo que, en consideración de buena parte de quienes entrevistamos, pudiera ser —si el mal clima no nos sigue mortificando— un rebrote productivo saludable.

Como consumidores urbanos, y al revisar las notas de la expedición, los tres periodistas que participamos en la construcción de este reportaje concluimos, al unísono, en una exclamación: «¡Ojalá que ocurra!». Y como diría Cheo Malanga si anduviera por aquí todavía, aunque la frase no fuera de él: «Que venga la vianda, que la estamos esperando».

Los precios, mirando atrás

Además de los diálogos con los campesinos, estos redactores creen conveniente, para una visión más amplia del tema, hacer una retrospectiva. Retomar el porqué de los precios de los productos agropecuarios en los últimos meses de 2015 y en los primeros de 2016, cuando alcanzaron niveles jamás vistos.

En la comprensión de lo ocurrido, tal vez encontremos varias claves sobre el comportamiento de las cotizaciones y sobre las medidas adoptadas recientemente, luego del pronunciamiento de la Asamblea Nacional del Poder Popular a fines del año pasado para resolver, de una vez y por todas, la especulación y el abuso en el que se solazan ciertos mercaderes.

La publicación semanas atrás del documento Sector agropecuario. Indicadores seleccionados. Enero-diciembre de 2015, de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) en su sitio digital, revela con pelos y señales lo que sucedió.

La ONEI es la fuente oficial de información del Gobierno y el país en materia estadística. Con salidas trimestrales, la publicación Sector agropecuario... (www.onei.cu) brinda análisis sistemáticos del comportamiento de los principales indicadores de la agricultura no cañera y la ganadería.

Según estimados de estos periodistas, en el segundo semestre de 2015, cuando los precios se empezaron a disparar de una forma más que aberrada, se dejaron de producir, en comparación con igual período de 2014, alrededor de 633 800 toneladas de rubros agrícolas. La merma se verificó en casi todos los cultivos de viandas y hortalizas, en el arroz, en el maíz, en los frijoles y en los frutales (excepto los cítricos).

Como es conocido, la caída de la producción se debió a los efectos del evento El Niño/Oscilación del Sur (ENOS), que en esta temporada alcanzó la categoría de Muy fuerte. Habrá que esperar por el recuento mundial de sus daños, pero tal vez este haya sido el más nefasto de las últimas décadas, y más.

El declive de la producción en el segundo semestre perjudicó cada destino de cosecha, incluido el abastecimiento al mercado agropecuario. Fue esto lo que condujo al alza de los precios. Lo demás, la «mala sangre» de los «mercaderes», fue una respuesta oportunista, insolidaria, venal, a la coyuntura.

Solo en viandas y hortalizas —que representan el grueso de los surtidos de los comercios—, los agricultores se privaron de recoger unas 313 000 toneladas. Con respecto a igual período anterior, se recolectaron 52 100 toneladas menos de viandas y 260 800 toneladas menos de hortalizas. Esto último tuvo un gran impacto, porque en la segunda mitad del año, sobre todo en el último trimestre, los platos que se hacen en Cuba dependen bastante de las hortalizas que ofrece la temporada.

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Todo lo anterior, empero, es de forma comparativa: entre los segundos semestres de 2015 y 2014... Según nuestra opinión y desde una perspectiva de «lo potencial», de «lo probable» en circunstancias climáticas normales, durante el pasado año la agricultura cubana tenía posibilidades de superar con creces los niveles de cosecha de 2014, cuando el volumen de la producción agropecuaria, incluyendo las de patios y parcelas, debió crecer alrededor del 15 por ciento.

Entre enero y junio de 2015, la producción agropecuaria —excluyendo la caña de azúcar— ascendió 12,5 por ciento con respecto a idéntico período de 2014. O sea, en el primer semestre de 2015 se demostró que existía capacidad para tener un buen año agrícola. Si asumimos esa hipótesis, entonces las pérdidas entre julio y diciembre pasado, debido al ENOS, fueron potencialmente mucho mayores.

«Pudo ser; pero no fue», nos dirán los lectores. Y es verdad... «Los precios no responden “a lo ideal”, sino “a lo real”», nos agregarán. Y tenemos que aceptarlo... El árbol, sin embargo, no puede impedirnos ver el bosque. Ni el ENOS, ocultar lo que se ha estado avanzando en la agricultura.

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Como consecuencia del declive en el segundo semestre (y de la disminución en el arroz y el maíz durante el año), en 2015 el volumen de la producción agropecuaria —siempre sin la caña de azúcar— disminuyó 2,5 por ciento. Al computar todo el año, las cosechas de los principales cultivos, por ejemplo, cayeron en 123 100 toneladas con respecto a 2014.

A esto agréguesele: 1) que en 2015 estuvieron por aquí medio millón de visitantes internacionales más que en 2014, y 2) que la reanimación de la actividad económica del país está conduciendo a un mayor movimiento de personas tanto del sector estatal como del no estatal (formal e informal), quienes necesitan más servicios de merienda y comida «en la calle».

Además: 3) que como consecuencia de las dos realidades anteriores se está incrementando bastante la demanda de servicios de paladares y cafeterías, tanto por extranjeros como por nacionales; 4) que el turismo nacional crece, y 5) que hay un sector de la población —que no es tan pequeño como algunos piensan— con poder adquisitivo suficiente para incrementar hartamente su consumo y que está dispuesto a pagar lo que impone el mercado, aunque sea de forma artificial, especulativa.

Independientemente de las malformaciones que han marcado antes y ahora al mercado agropecuario, «la cuenta no da». La «solución mágica» es mayor producción, aunque la intervención del Estado, que ahora ha fijado precios máximos para toda la cadena —del campo a la placita—, era necesaria, prudente, racional, justa... Al menos en eso la mayoría coincidimos.

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¿Puede producirse más en Cuba? Creemos que sí, y se está demostrando. Si la hubiera acompañado el clima, la agricultura nacional estaba en 2015 (y ahora más en 2016) preparada para conseguir resultados muchísimo mayores que los obtenidos.

Esto es una consecuencia de las políticas que se han venido aplicando para el ramo, aunque es verdad que sus efectos no se obtuvieron tan rápido como hubiéramos deseado y en el camino se han cometido no pocos errores. Y, además, que el comportamiento climático es una variable que nunca podemos desestimar y debe estar siempre en la mesa de los cálculos.

Hoy por hoy, aunque falta todavía, el progreso que debe tener la agricultura está respaldado por mayores estímulos a los productores, como precios de acopio cada vez más gananciosos y estables, y mejores facilidades para la comercialización, incluida la reactivación de Acopio, entre otros beneficios.

También la catalizan los cuantiosos recursos que está destinando el Estado para este quehacer, tanto materiales como de conocimiento, incluido lo gerencial y la buena administración, como las fichas de costo elaboradas ahora para cada producto.

Por otra parte, y hay que decirlo (y si alguien piensa que «halamos leva», correremos el riesgo, pero lo cierto es lo cierto), por una conducción aun más eficaz y eficiente por parte del Partido, el Estado y el Gobierno.

Como «botón de muestra» está la recuperación paulatina de la agricultura en lo que va de 2016 tras los estragos del evento ENOS en noviembre, diciembre y enero, con aquellas lluvias copiosas y salidas de temporada que, a su vez, fueron antecedidas por una larga sequía que avanzó poco a poco, pero de manera letal y general desde iniciado 2015 y aún no concluye.

El primer semestre de este año no debe terminar con los auspiciosos saldos que tuvieron las cosechas —menos el arroz— en igual período de 2015; sin embargo y a pesar de los daños, los agricultores no se amedrentaron por el clima. Encima del fango que dejó El Niño, iniciado 2016 volvieron a plantar cultivos de ciclo corto, luego empezaron a llenar sacos, y a la altura de abril comenzaron a aparecer más mercancías en las tarimas.

Aunque parte del Oriente fue duramente golpeado en 2012, las inclemencias climáticas no habían asolado al país de forma tan amplia y drástica desde la «racha» de ciclones de 2008. Entonces se estableció una política contundente para resarcir las pérdidas con cultivos de ciclo corto. Fue una estrategia muy acompañada y publicitada por los medios.

Salvando las diferencias entre los perjuicios ocasionados por varios ciclones, ahora, con el ENOS —y sin una campaña mediática tan fuerte—, ha pasado más o menos igual. Al conversar con varios productores al respecto, indagamos sobre si esto se debía a la iniciativa de los campesinos, estimulados por los precios, o a una decisión y acompañamiento gubernamental.

Las veces que lo preguntamos recibimos igual respuesta: «Por las dos cosas, por iniciativa de los campesinos y porque se ha estado recibiendo total apoyo del Estado, incluida la visita constante —al campo, no a las oficinas— de los principales compañeros que están a cargo de la tarea».

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