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¡Cuidado no se caiga el repello!

En todo el país, la rehabilitación y reparación de cuarterías ha beneficiado a muchos cubanos, pero a veces la indolencia, la desorganización y la tolerancia profanan tan humano proyecto

Autores:

Nelson García Santos
Yahily Hernández Porto
Roberto Díaz Martorell
Lisandra Gómez Guerra

Cuando aprecian el estado de la vivienda donde ahora residen, suelen reconocer un cambio sustancial, pero también subrayan, con pesar, que pudo haberse hecho un mejor trabajo. Un simple paneo visual muestra esas dos realidades: una casa más amplia, con baño independiente, pisos, escaleras y paredes nuevas... enturbiadas aquí y allá por chambonadas.

Aun así, desterraron esa imagen endeble y de hacinamiento de las típicas cuarterías, ciudadelas o interiores, como se les nombra indistintamente, una de las tantas herencias de penurias de la seudorrepública.

Ese cambio resulta el primer punto a favor de un programa para transformar la triste imagen que proyectaba un gran número de estos sitios, principalmente en las grandes ciudades como las capitales de provincia.

Cierto que la Revolución heredó la inmensa mayoría de las cuarterías, pero luego estas aumentaron, pues continuó el éxodo de las personas hacia las urbes y, al mismo tiempo, faltaban viviendas. Su ritmo constructivo, a pesar de las muchas que se han edificado, resultó inferior a las necesidades.

Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), del Censo de Población y Viviendas (2012), en el país hay más de 18 000 habitaciones en cuarterías.

Ese dato, el más exacto disponible, aunque haya disminuido un poco como resultado del trabajo de los últimos tres años, confirma la magnitud del fenómeno que se enfrenta desde hace ya buen tiempo.

La génesis

La reparación y rehabilitación de cuarterías comenzaron inicialmente por los baños interiores y colectivos de estos inmuebles. Pero la realidad demostró que era necesario extenderlas a toda la infraestructura a fin de lograr una vivienda lo más digna posible.

Una pesquisa realizada por JR en Villa Clara, Camagüey, Sancti Spíritus y en el municipio especial Isla de la Juventud revela deficiencias en la reconstrucción por falta del debido control, lo que enturbia el noble empeño.

Según un levantamiento hecho en la década del 2000, en la provincia villaclareña se cuantifican 561 cuarterías interiores, la inmensa mayoría ubicadas en la ciudad cabecera, mientras en Camagüey, revela Leonel del Risco Franco, director provincial de la Vivienda en este territorio, existen 450. De estas, 390 concentradas en el centro patrimonial de la ciudad, más los antiguos pabellones de residencia en zonas aledañas a los centrales azucareros de los municipios de Esmeralda y Carlos Manuel de Céspedes. En menor medida hay en la tierra espirituana y en la Isla de la Juventud.

Para resolver esa situación, en Villa Clara se creó un plan en 2009 basado en dos direcciones fundamentales: eliminar cada año un número determinado de cuarterías, de acuerdo con los recursos disponibles, y detener el deterioro de otras a fin de crearles a sus moradores condiciones de vida más confortables, en espera de la supresión definitiva.

Igual empeño se asumió en Isla de la Juventud cuando en 2008 este municipio especial fue azotado por Gustav, huracán categoría V. Martha Abreu Correa, especialista en Conservación y Rehabilitación de la Dirección de la Vivienda en este territorio, explicó que debido al impacto del ciclón se deterioró casi todo el fondo habitacional de su localidad, incluidas las cuarterías. Fue a partir de ese momento que lograron presupuestar la rehabilitación de estas.

Según explicó Abreu Correa, en 2015 se construyeron 12 nuevas viviendas, de ellas ocho localizadas en otras área de desarrollo habitacional. Destacó que siempre se ha contado con el apoyo incondicional de los beneficiados.

La cuartería camagüeyana del Tejar de la Condesa es ejemplo de participación popular, calidad del trabajo, organización y control.

Explicó que aún quedan en el territorio otras dos cuarterías por incluir en el plan de rehabilitación o erradicación, y hay todavía ocho nuevas viviendas en proceso de construcción.

En la provincia villaclareña, desde 2009 intervinieron en 106, de las cuales 88 se erradicaron, lo que significa que en el 30 por ciento de los casos hubo que construir nuevas edificaciones. Esto permitió beneficiar a más de 4 500 personas. Este año está previsto eliminar diez y remozar otras 18.

En lo que corresponde a Camagüey, desde 2013 se interviene en 90 inmuebles del tipo mencionado, lo cual favoreció a más de mil familias. Este año se ejecutarán arreglos en otras 26.

Con una situación menos complicada está Sancti Spíritus. De acuerdo con Maribel Vázquez Bernal, especialista principal del grupo de conservación de la Dirección Provincial de la Vivienda, en este territorio, desde 2011 y hasta 2015, se han erradicado 36 cuarterías y se han rehabilitado 156 viviendas, que son aquellas nuevas casas que se han hecho en los espacios concebidos como cuarterías. Todo ello por el monto de 312 000 pesos en moneda nacional. La misma fuente aclara que quedan pendientes en el territorio nueve: en el municipio cabecera cinco, y cuatro en Cabaiguán. En 2016 está previsto trabajar en dos en la capital provincial, acotó.

La voz de los beneficiados

Los residentes admiten que sus condiciones de vida han mejorado, pero muestran también su insatisfacción por ineficiencias en el trabajo realizado en múltiples cuarterías remozadas de modo capital en el país.

Vale aclarar que las cuarterías pertenecen al fondo estatal de inmuebles. Pero después de los arreglos, por un precio módico, los residentes en esos lugares pueden realizar los trámites pertinentes para adquirir el título de propiedad de su vivienda.

Sin embargo, en el inmueble ubicado en calle Céspedes 107 interior, en el municipio de Santa Clara, la insatisfacción de los que viven allí es comprensible, por la prolongadísima reparación capital que todavía no se ha dado por terminada.

Julia Sandoval Abreu, quien vive en este interior, lamenta que el techo de la casa tenga filtraciones y, a pesar de los reclamos, sigue sin resolverse el problema. Además, realizaron las conexiones de agua interna para las casas, pero falta aún la conexión a la acometida central que se encuentra en la acera de enfrente. «Todos los vecinos utilizamos vasijas para abastecernos de agua que cargamos desde una toma ubicada a la entrada de la cuartería», afirma. Esta situación prevalece, increíblemente, a pesar de que solo resultan necesarios unos metros de tubo para hacerles más llevadera la vida a los moradores de la calle Céspedes.

Como si fuera poco —se observó in situ— el repello se ha caído en muchísimas partes de las paredes, abundan las losas sueltas, falta pintura… en fin, un rosario de fallas, reveladoras de la ausencia de una cabal exigencia de los responsables de esta obra.

«La situación de la mala calidad de nuestras viviendas se ha planteado en la asamblea de rendición de cuentas del Poder Popular, pero nada, todo sigue igual», enfatizó Julia, mientras los afectados continúan esperando, desde hace muchísimo rato, que los constructores de la villaclareña Empresa de Mantenimiento del Poder Popular vuelvan, algún día, para concluir los trabajos.

La insatisfacción de los moradores en este territorio central también aflora en la cuartería de la calle Gloria 18, entre Parque y Maceo. Allí se repitieron chapucerías, incluidas escaleras mal concebidas, además sin pasamanos, y falta de tragante en el patio, lo cual origina acumulación del agua cuando llueve.

Marilé Orozco Figueroa es una joven espirituana de 26 años, que disfruta ver a su hijo correr por su casa, ubicada en calle Silvestre Alonso, de la ciudad del Yayabo. Hace pocos meses gozar de ese placer era una quimera —reflexionó—, porque vivía muy apretada, junto a su madre y hermana en dos pequeñas habitaciones y con el techo apuntalado.

En cambio, desde hace poco tiempo la casa amplió sus dimensiones y ganó en confort como parte del programa de rehabilitación y remodelación de cuarterías.

Desde entonces la morada ofrece una visualidad completamente diferente a la anterior: una sala, tres cuartos, cocina azulejeada, baño con instalación de agua y un pequeño patio con lavadero de cemento. Aunque el techo es de cinc; el piso pulido y los bordes de las columnas no exhiben un acabado con detalles, los integrantes del núcleo familiar se sienten complacidos.

«Estamos conformes —aseguró la joven— porque ahora sí tenemos una casa y aunque resultó muy incómodo estar alquilados mientras la remodelaban, pues hubo que pagar alquileres bien elevados, al final valió la pena», sintetiza Marilé, mientras recorre con la vista la amplitud del espacio.

Para Julia Figueroa, la mamá de Marilé, todavía hay que exigir calidad en el proceso de construcción. «Me quejé más de una vez, porque la remodelación de la vivienda se detuvo por falta de los insumos de plomería del baño y porque al poco tiempo de residir en la casa nueva tuve filtraciones por el techo, pero de inmediato la brigada las eliminó».

La agilidad para brindar soluciones a los trabajos mal terminados fue reconocida por Daniel Alfonso Toledo, quien alertó sobre el desperfecto de su lavamanos y en el mismo día le solucionaron el problema. Mientras que Francisca Silva Reyes, aunque está agradecida del cambio de su morada, ubicada en la calle Rosario, de la ciudad espirituana, aún no comprende por qué dejaron sin concluir el closet de su cuarto.

De Isla de la Juventud son Mayra Hidalgo Peña y Rigoberto García, este último discapacitado, quienes disfrutan de mejores condiciones en sus viviendas, a pesar de que todavía no están satisfechos con el acabado de la obra. «Mejoramos un ciento por ciento, porque antes vivíamos en una cuartería de muy mal estado constructivo, realidad que empeoró cuando pasó el ciclón Gustav (2008), sin embargo, aún persisten dificultades con la impermeabilización de los techos y con los documentos legales de la vivienda», dijeron.

He aquí el antes y después de una de las cuarterías más céntricas de Nueva Gerona, Isla de la Juventud.

La cuartería del Tejar de la Condesa, como se conoce a esa ciudadela de la capital agramontina, que cuenta con 15 apartamentos interiores, constituye un ejemplo de participación popular y calidad del trabajo.

Allí vive Geny Rubio Fuentes, de 24 años de edad, quien se ha convertido en constructor, a pesar de cursar el quinto año de la carrera de Medicina. El joven aseguró que la obra ha sido de todos por igual, que ni un clavo se ha perdido por el control permanente de los vecinos sobre los recursos materiales, y tampoco hubo problemas con la calidad.

Lo contrario ha ocurrido en otros inmuebles de la misma ciudad, como en el perteneciente a Yudeisi Rondón Villavicencio, quien es vecina de calle 20 de Mayo, entre Desengaño y Campo Santo, 14 interior, apartamento 3. Allí las manillas de las puertas llegaron incompletas a los dos meses de haberse entregado la obra, faltó pintura y la instalación eléctrica cogió candela, y todavía no la han reparado.

Igual dosis de descontento tienen los moradores de la ciudadela ubicada en Carretera Central, entre Dama y Martí, del municipio de Camagüey. Aquí esperan por el servicio de agua potable, debido a la mala instalación de las redes hidráulicas, entre otras calamidades que perjudican el bienestar.

¿Qué dicen los responsables?

Entre las causas que originan tantas «mataduras» en las cuarterías rehabilitadas se destacan, en primer lugar, el descontrol de los recursos y de la ejecución de la obra, además del nulo seguimiento que realizan los inversionistas después de entregada la construcción.

Juan Carlos Gómez Noboa, director de la Unidad Provincial Inversionista de la Vivienda en Villa Clara, declaró que también se suman la falta de capacidad constructiva para acometer, de manera más rápida, el programa. «Además, hay que ajustarse a un presupuesto que también se otorga teniendo en cuenta el potencial de la fuerza de trabajo calificada disponible», subrayó.

Sobre las obras terminadas, con al menos tres habitaciones, incluidos baño y cocina —especificó este directivo—, afecta la calidad, a veces, no contar con los materiales más idóneos, ni tampoco con una fuerza de trabajo lo suficientemente calificada, a lo que se añade el déficit de un técnico inversionista bien preparado para exigir por la adecuada ejecución de los inmuebles.

Cuando el acabado es bueno, los beneficiados manifiestan una alta satisfacción.

Reconoció que en ocasiones la organización para realizar las labores no resulta la mejor y se ve afectada en determinado momento por la escasez de materiales.

Para la rehabilitación de las cuarterías o ciudadelas se requiere, por lo general, de una reconstrucción total que incluye ampliación de cuartos y dotar a cada vivienda de servicio sanitario y cocina, refirió.

La gente se queja —apuntó— de la prolongación de la ejecución, pero surgen complicaciones imprevistas debido a que, por la misma situación de la estructura que se va a reparar, hay que tomar decisiones sobre la marcha. Esto implica hacer otras labores que no estaban planificadas, agregó Gómez Noboa.

Similar criterio fue abordado por Leonel del Risco Franco, director provincial de la Vivienda en Camagüey, quien afirmó que en esta ciudad patrimonial queda trabajo de reparación de cuarterías para diez años más, por la complejidad que suscita reconstruir edificaciones de más de dos siglos, a las cuales no se les puede afectar sus valores arquitectónicos.

Los directivos entrevistados coincidieron en que tampoco existe el nivel de participación requerido de los moradores en la realización de los arreglos, una cuestión que pasa también por la falta de organización estatal para incorporarlos.

Otro de los problemas que encuentra el programa, a juicio de Maribel Vázquez Bernal, especialista principal del Grupo de conservación de la Dirección Provincial de la Vivienda en Sancti Spíritus, es la calidad y cantidad de la fuerza de trabajo, porque las brigadas contratadas no satisfacen las necesidades constructivas del territorio, y no siempre cuentan con técnicos y especialistas para enfrentar las obras, realidad que fue constatada por JR en una visita a la cuartería en actual proceso de remodelación en la calle Martí, de la ciudad del Yayabo, donde el jefe de brigada de la Unidad Empresarial de Base, UEB Cabaiguán, Robert Luis Pequeño Rodríguez, reconoció la inexistencia de todo el equipo humano necesario.

El experimentado constructor apuntó que en ocasiones los materiales, sin la óptima calidad, y cuya distribución es dirigida por el Programa de la Vivienda, tampoco se encuentran físicamente en los almacenes, donde deben resguardarse. «Por ello se paralizan las obras por más de un día», confirmó.

Elio Infante Andrés, director de Producción de la Empresa Provincial Integral de Mantenimiento en Camagüey, explicó que el programa de las cuarterías en esa ciudad, como en todo el país, es ambicioso, y por eso demanda de mucha entrega y seguimiento de la obra en cada vivienda.

Comentó Infante Andrés que las inquietudes que ocupan y preocupan a la población en Camagüey responden principalmente a la calidad de la construcción y al tiempo que demora la ejecución de la obra. «No se ha logrado que el morador se convierta junto al constructor en la principal fuerza de trabajo de su vivienda. Si los dos trabajan por un mismo objetivo —reflexionó— es muy difícil que se afecte la calidad y ocurran hechos como el desvío de recursos».

De todo lo expuesto se deriva ahora que quienes tienen la responsabilidad de solucionar los dislates que han dejado, como huella inequívoca, el mal trabajo organizativo, la falta de exigencia y el poco control de la calidad constructiva en estos inmuebles multifamiliares, lo hagan. Y que en lo adelante velen por garantizar el buen andar en la reconstrucción de cada ciudadela, interior y cuartería, a fin de evitar manchas en un proyecto tan humano.

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