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El guajiro que cambió su cumpleaños

Luis Monteagudo López vino al mundo el 15 de junio de 1927, pero sus celebraciones siempre las hace el 13 de agosto

Autor:

Yunet López Ricardo

MADRUGA, Mayabeque.— El papel se dobló buscando acomodo dentro del sobre. Con ánimo de treintañero, pero llegando a los 90, subió a su bicicleta y le dio a los pedales; esos que tantas veces lo llevaron hasta la siembra, ahora lo pusieron frente a la oficina de correos, y esta vez, el buzón recibió su carta número 38 para el destinatario de siempre: Fidel.

Desde 1978 el madruguero Luis Monteagudo López celebra en su barrio el cumpleaños del Comandante, y lo invita. Y lo cierto es que Fidel llega cada año hasta la casita azul cecana a la ceiba de La Sabana, uno de los caseríos más recónditos y folclóricos de Madruga, pues siempre ha vivido en el alma, los gestos y la casa de Luis.

«La primera invitación que envío es para él y ya he recibido 38 respuestas. Aquí vienen aproximadamente 500 personas cada año, mi casa se llena. Genaro Hernández, el ya fallecido combatiente del Moncada, casi todos los años asistía», asegura.

Y buscando otros nombres en su cabeza entró al cuarto y regresó luego hasta la sala donde conversamos, con más de 50 recuerdos entre las manos. Algunas imágenes revelan a Celina González delante de un micrófono, otras a los poetas improvisadores Rafael Rubiera y Rigoberto Rizo; todas reflejan la algarabía del pueblo.

«Siempre llegan músicos y repentistas de aquí, del Cangre, Güines y otros municipios. Esto es para cantarle a Fidel, ese es el pie forzado. Meses antes organizamos todo, pues nada puede fallar».

A las tres de la tarde con caramelos se llenan los pies de la ceiba, pues la piñata se rompe y los niños llenan sus bolsillos, juegan y participan en las competencias deportivas que les reserva el Inder y se divierten en la fiesta del pionero mayor.

Los vecinos pelan viandas, conversan, los jóvenes bailan hasta las dos de la madrugada, todos cantan Felicidades muchas veces, se divierten y disfrutan vivir en esta Isla en los 90 veranos del líder, pues como dice quien organiza, para ese día lo que hace falta aparece.

«Y si no, yo lo compro de mi bolsillo, pero la fiesta no se para. He trabajado en el campo toda mi vida, tengo mis pesos y con un gusto tremendo se lo doy todo a Fidel.

«No obstante, ya me está llegando lo necesario. Por estos días Edilio me tumba el guano y Caramelo, en su coche, me ayuda a trasladarlo. Aquí ni cuando los carnavales se enguana el pueblo, pero por el Comandante sí.

«Las cooperativas y empresas cercanas me ayudan con las viandas, dulces, panes, refrescos. Hace treinta y pico de años tengo un caldosero, Cheo, y él todos los años le hace su caldosa».

Ya es una tradición madruguera el festejo de Luis, y aunque  conspiren aguaceros, tristezas o carencias materiales, no se detiene por nada. Ni siquiera cuando su hijo mayor murió, aproximadamente un mes previo al 13 de agosto, o su madre, ocho días antes. En las dos ocasiones dijo a los vecinos: «Voy a organizarla. No asistiré, pero quiero que salga como siempre, muy bien».

«Hace poco falleció una viejita del barrio. Su hijo vino y me dijo: “Monteagudo, aunque yo no esté, dime qué te hace falta”. Sin el apoyo de la gente nada pudiera ser posible».

No olvida tampoco los años 90, la situación económica del país era difícil, pero no pudo impedir que Fidel y el pueblo recibieran su invitación. Caminó por los campos, la gente aportó lo que pudo y él, como dice, «inventó».

«Nunca he pedido un centavo a nadie, ni he cobrado. Aquí todos vienen, trabajan y disfrutan. La alegría de vivir tiene que superar los obstáculos, y la dicha de tener al Comandante con nosotros también».

Fidel no pierde la capacidad de impresionar al abuelo de Madruga, ya sea desde los recuerdos o las imágenes actuales en la prensa o la televisión. Quizá constituya esa una de las razones por las cuales su segundo hijo se llama como él.

«Mi Fidelito llegó con la Revolución. Tal vez sea el primer niño al que pusieron ese nombre por el Comandante luego del triunfo, pues nació en la madrugada del 1ro. de enero de 1959».

Yo lo celebro con él

Esquivando sus 89, no han perdido las manos de Luis la pericia del recorte firme y allí, salidas de periódicos, revistas o recibidas como obsequio valioso, 90 imágenes del líder reciben a quienes llegan a su hogar.

«Llené la sala de mi casa con fotos del Comandante en Jefe. Las recopilé de cuando estuvo en muchos lugares. Y aún me faltan; quiero poner ciento y pico, pues Fidel y yo vamos a pasar los cien».

Alza la frente y lo mira una y otra vez en las instantáneas. Ya sus ojos no son los mismos de hace 20 años, pero confiesa que en el portal, cuando el sol está fuerte e ilumina mejor las letras, lee libros de historia y no se cansa de imaginar al Comandante.

—¿Celebra usted su cumpleaños?

—No. El mío es el 15 de junio, pero prefiero hacerlo el 13 de agosto. Siempre digo: Mi cumpleaños es junto con el de Fidel.

—Entonces cumplirá 90 pronto.

Con risas asume la broma y riposta: «No, me falta todavía. Lo celebro junto a él, pero no los cumplo ese día. El año pasado tuve problemas de salud, y como me sentía tan mal, pensaba: Yo no llego al 13. Pero los dos llegamos», asegura.

—Ya hay que ir pensando en los 91.

—Seguro que sí. Yo me paso el año planificando qué haré para la próxima fiesta. La gente me dice: Monteagudo, ¿cómo va a ser la cosa para agosto? Y siempre digo: De lo mejor».

Y así, el próximo 13, en lo que se ha convertido en una tradición madruguera, Fidel y Luis cumplirán 90 años, uno por el almanaque y otro por el corazón, pues desde hace 38 este abuelo campesino envía una carta al Comandante y celebra junto al pueblo dos cumpleaños en uno.

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