Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El abrazo esperado

Llegó este martes a la Patria el último grupo de la delegación cubana que participó en los XXXI Juegos Olímpicos de la Era Moderna, en los que nuestro país se ubicó en el puesto 18

Autor:

Norland Rosendo

A pocos minutos del mediodía, la aeronave de Cubana procedente de Río de Janeiro asomó en el horizonte habanero y se posó sobre la pista del aeropuerto José Martí con la misma seguridad con que Mijaín López, quizá el más pesado del «cargamento», se convirtió en tricampeón olímpico.

Así llegaba este martes a la Patria el último grupo de la delegación cubana que participó en los XXXI Juegos Olímpicos de la Era Moderna, en los que nuestro país se ubicó en el puesto 18 con saldo de cinco medallas de oro, dos de plata y cuatro de bronce.

A recibir a los «mambises olímpicos», como los calificara el segundo secretario de la UJC, Ronald Hidalgo Rivera, acudieron Olga Lidia Tapia Iglesias, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido, y José Ramón Fernández, presidente del Comité Olímpico Cubano, entre otros dirigentes.

Ronald Hidalgo les transmitió a los atletas el abrazo del pueblo; ese mismo pueblo al que el rey de boxeo de los 75 kg, Arlen López, le agradeció los tantos mensajes de aliento y le dijo, con esa perenne sed de victorias que tenemos los cubanos: «Hubiéramos querido más, porque nos entrenamos para ello».

Para el presidente del Inder, Antonio Becali, «lograr un puesto entre los 20 primeros países en el medallero, en un mundo donde el deporte se ha globalizado y funciona con las lógicas mercantiles, es un gran resultado».

Tras felicitaciones por el esfuerzo y los premios, y reconocimientos a las mujeres por el aniversario de la FMC, hubo un diálogo breve entre Mijaín, el «Grande», y José Ramón Fernández. «¡Batalla cumplida!», dijo con sonrisa campechana el gladiador, mientras recibía los elogios de su interlocutor.

En el cuello del abanderado de Cuba colgaba su tercera presea dorada en citas bajo los cinco aros. Pero más visible aún, e igual que todos los que bajaron del avión, Mijaín lucía a Cuba en el pecho.

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