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Jóvenes de azúcar, pero no se los comen las hormigas

En el central 14 de julio, uno de los mejores del país, y el más integral de Cienfuegos, la fuerza joven es vital para la preparación de la próxima zafra

Autor:

Glenda Boza Ibarra

RODAS, Central 14 de julio, Cienfuegos.— Hacer entrevistas en medio de los trajines de un ingenio es bien difícil. El sonido de los hierros sobrepasa a menudo la voz de los interrogados. Sin embargo, cuando se trata de jóvenes con ánimo y potencia, se escucha mejor.

En la Unidad Empresarial de Base (UEB) 14 de julio es bien común advertir la presencia de muchachos en las labores previas a la próxima zafra. Suman casi la mitad de los trabajadores y por ello puedes verlos en los basculadores, los molinos, el tándem, las esteras: cualquier lugar.

Algunos como Carlos Manuel Hernández, de 22 años, soñaron con trabajar en el central desde que eran pequeños.

«Mi escuela primaria quedaba cerca y sentía el sonido del pito que anunciaba la molienda. Aunque soy el único de mi familia que trabaja aquí siempre quise formar parte de este proceso».

Relata este muchacho que estudiaba gastronomía pero un accidente le impidió continuar. Llegó entonces al basculador con 18 años, y ya se acostumbró al olor del azúcar.

«Ahora soy ayudante de mecánico y la presión es bien fuerte sobre nuestros hombros porque estamos relacionados con casi todo. La jornada laboral comienza a las 6 de la mañana y termina a las 7 de la noche todos los días».

Como Carlos Manuel, las semanas de Yasmani Arias Leyva también son largas e intensas, y a pesar de solo tener 2 meses en el 14 de julio, se siente estimulado.

«Al principio me quedé frío porque esta es mi primera vez en un central. Entonces empecé a preguntarlo todo. Yo no sabía ni lo que era una llave española y ahora conozco de todas esas herramientas de la mecánica».

Graduado como técnico medio en Estudios Forestales, cuando terminó el servicio empezó a laborar como asistente de mecánico.

«Pienso hacer unas cuantas zafras aquí, pero primero tengo que salir de esta inicial. Hasta ahora me gusta y sobre todo he aprendido mucho».

La sangre y la zafra llaman

Pero a la zafra los jóvenes también llegan, a veces en su mayoría, por tradición familiar. En la casa de Daniel Calderón Morales, por ejemplo, los asuntos vinculados a esta son, seguramente, un tema regular. Los olores y sabores del proceso fabril del azúcar llegaron desde que era un niño, y esa fue la principal razón que lo hizo terminar el pre universitario y escoger esta como su futuro.

«Sin la experiencia de quienes más saben no hubiera sido posible. Aquí nos acompañan hasta que ya podemos hacerlo solos. Mi padre y mi hermano también son mis compañeros y me ayudan en todo».

Esa unión entre varias generaciones la reconoce también Amaury Rodríguez Depestre, director de la UEB, quien enfatizó en cuánto contribuyen los muchachos al rendimiento del central, catalogado como uno de los mejores del país, y el más integral en la provincia.

«El año pasado estuvimos afectados por la lluvia pero en la presente contienda hemos tenido mejores condiciones. Además reparamos la planta eléctrica que nos dio problemas en la zafra anterior, así como también dos turbinas, y hemos dado mantenimiento a varias áreas».

Indicó que en los 140 días de duración de la contienda estiman procesar unas 300 mil toneladas de caña, cifra no alcanzada desde la década del 90.

«La fuerza joven es imprescindible aquí. Los más nuevos están al lado de trabajadores con hasta 20 años de experiencia para que conozcan mejor los equipos y tengan buenos resultados en las evaluaciones teóricas y prácticas que realizamos con el propósito de capacitarlos.

Unas 16 horas diarias trabajan los muchachos del 14 de julio y si bien podría parecerle demasiado a algunos, ellos no lo sienten así, tienen vitalidad y saben que al final son bien retribuidos.

A ese ánimo súmele que cada semana estimulan a los más destacados, realizan cumpleaños colectivos, y los domingos terminan con una «candanguita», como llaman por aquí a las fiestas entre amigos y colegas.

Por eso se empeñan en hacer una mejor molienda este año. Ninguno quiere terminar inconforme cuando suene el último pitazo. La sensación de cumplir, sin lograr los rendimientos acostumbrados no solo influye en su bolsillo, sino también en su moral.

Como dice uno de ellos para mostrar el compromiso con los nuevos planes «que seamos hombres de azúcar no significa nos vayan a comer las hormigas».

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