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La conexión que no truncó el Toa

Jóvenes que realizan el Servicio Militar en actividades de la Defensa Civil, muy cerca del derribado puente sobre el río Toa, narran sus experiencias en un sitio donde la solidaridad no sabe de límites ni demarcaciones territoriales

Autor:

Héctor Carballo Hechavarría

BARACOA, Guantánamo.— Oírlo fue una cosa, verlo de cerca es otra. Y aunque vayan pasando los días y el amor a la vida se continúe imponiendo, la imagen del regio puente que acaba siendo derrotado en desigual lucha frente a las mismas fuerzas de la naturaleza contra las que se le erigió, no deja de ser singular y conmovedora. Pero no se trata de paisajismo. Es la vida, y como la propia corriente del Toa, ella aquí tampoco se detiene.

Un hombre de casco blanco rememora, desde el centro de un grupo de colegas, que para muchos de quienes desesperaron aquel amanecer lejos de estas orillas tras la furia ciega «del Mateo ese», aquel trozo de noticia le fue contundente. Serían muchas las desdichas, las historias magnánimas por describir, pero que el ciclón se hubiera «llevado» hasta el mismísimo puente sobre el río más caudaloso de Cuba, «aquello era demasiado», recalca el viejo constructor antes de volver a encaramarse al camión de volteo.

Para algunos habitantes, particularmente de Cayo Güín y Nibujón, los dos consejos populares que se vieron de repente «aislados» por carretera hacia la cabecera de Baracoa, la escena podría haber sugerido algo parecido, o mucho peor, a lo que padeció el mítico Robinson Crusoe.

Varios medios de navegación suplen la ausencia del derribado puente sobre el río Toa, en Baracoa. Foto: Héctor Carballo Hechavarría

Pero las cándidas risas de unos pioneros, ávidos de subirse a la pequeña embarcación que los llevará hasta el otro lado donde les esperan su maestra y la escuela; o los comentarios del padre que vino a traerle algunas «cositas» al hijo, devuelven a cualquiera a esta otra realidad, porque, puede que el pasadero no esté, pero hay ciertas conexiones que ni el mismísimo Matthew pudo truncar.

Dicen que buen marinero se es aún fuera del barco, y a Dayan Cairus Tamayo, de 19 años, le ha tocado cumplir parte de su Servicio Militar en el lugar. «Realizamos unos 40 viajes de bote al día, aportando nuestro granito. Mis compañeros de la Base Naval Oriental levantaron las casas de campaña cerquita de la orilla. A partir de las seis de la mañana ya estamos aquí pasando a la gente, hasta que oscurece y no queda nadie más».

Enfundado en su uniforme azul marino, el joven no despega la vista de la chernera que se acerca por las aguas del río cargada de gente, bultos y una bicicleta. Cairus Tamayo asegura que aunque las condiciones son diferentes al mar, aquí ha practicado todo cuanto aprendió en los últimos nueve meses, incluyendo algunas otras cosas que nunca imaginó ni olvidará: «El tremendo esfuerzo de la gente para salir adelante y el agradecimiento con que nos tratan».

Donde antes se apoyaba uno de los extremos del puente, se halla situada ahora una pequeña plataforma de atraque. Fue fabricada en talleres de la Unión de Empresas del Níquel de Moa, en la vecina provincia de Holguín. Cuando se concluyan otras obras de ingeniería anexas que darán más seguridad a las operaciones de navegación, entre ambas orillas comenzará a prestar servicio, además, una balsa de metal que construyeron obreros de la empresa Pedro Sotto Alba.

Los soldados Luis Miguel Rodríguez Pupo y Carlos Monje Piñón se sienten orgullosos de sus experiencias. Foto: Héctor Carballo Hechavarría

Al extremo norte de la pequeña elevación, a ras de la arena y las piedras chinas pelonas, el soldado Luis Miguel Rodríguez Pupo, de 19 años, examina las esteras de la lancha anfibia LA-02, sobre la cual se desempeña como operador.

Se trata de otro de los medios pertenecientes a las tropas ingenieras de las FAR movilizados en ese aparentemente amputado perímetro, justo donde el Toa dibuja una vuelta en forma de S antes de desembocar de forma definitiva en el mar. La tropa se encuentra aquí desde el pasado 9 de octubre, cuando comenzaron a asegurar no solo el trasiego de personal, sino de equipos, medios de transporte y avituallamientos entre ambas riberas. En esa misión se encuentran cooperando por igual instituciones como el establecimiento pesquero de Moa y el Grupo de Turismo Gaviota.

«Jamás imaginé venir tan lejos de mi unidad y de mi casa a cumplir el servicio. Ha sido una experiencia única. A pesar de las tristezas, la destrucción, el sacrificio, salí de lo rutinario y me hace muy bien estar aquí ayudando a la población de una provincia vecina. Lo que más me ha impresionado ha sido la valentía de la gente. Cuando nos retiremos, dejaré muy buenas amistades», afirma el joven.

Si de lecciones se trata, tampoco pueden dejarse de admirar historias como las del soldado baracoeso Carlos Monje Piñón, quien desde su ocupación de «motoserrero» derramó ríos de sudor en el desbroce de árboles de la carretera que conduce hasta el puente de Neblina, y de otros caminos.

A Monje le entusiasma mucho la información dada a conocer por los medios sobre la posibilidad de que sea construido un nuevo puente sobre el Toa, con la colaboración solidaria de la República Bolivariana de Venezuela.

Y aunque replica que no es él el único en esa situación, lo admirable es escucharle decir que aunque la casa de su familia también sufrió daños, «donde mejor estoy es aquí, porque ahora estoy bien preparado para cuando venga el otro ciclón».

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