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Conjurar la incomunicación

Tras la destrucción por el huracán Matthew del imponente puente sobre el Toa, cobra vida un proyecto constructivo que, con una estructura más reforzada a las puertas del Atlántico, puede conjurar para siempre la incomunicación entre la población baracoense a ambos lado del río y más allá

Autor:

Haydée León Moya

BARACOA, Guantánamo.— Todas las marcas, menos la más reciente evidencia de hasta dónde elevó sus aguas el Toa al amanecer del 5 de octubre, las ha registrado el turbinero Pablo Jiménez en una de las columnas de la caseta donde trabaja desde hace 22 años, construida en un altozano inmenso de la ribera oeste del río más caudaloso de Cuba.

No pudo perpetuar la del día en que las lluvias asociadas al huracán Matthew provocaron la descomunal crecida, que derribó el puente de 225 metros de largo y siete de ancho, el cual se alzaba majestuoso casi a las puertas del océano Atlántico.

«Porque las aguas llegaron hasta casi dos metros por encima del techo», dice, a juzgar por la huella que, casi en la cima de una loma, dejó el río embravecido.

Este baracoense está al tanto de todo lo que sucede en torno a la incomunicación dejada desde entonces entre ambas márgenes de esta corriente de agua dulce. Comenta: «La gente de Chávez y Maduro vinieron hasta aquí y ahora están haciendo los planos para levantar otro puente, más fuerte y empinado, de concreto y metal».

Y es cierto. Especialistas venezolanos y cubanos realizaron estudios geofísicos en la zona y trabajan de conjunto para, a lo sumo en ocho meses, restituir  aquel que no resistió el empuje de la corriente, luego de las intensas lluvias del huracán.

Se trata de un puente de hormigón y estructuras metálicas que aprovechará los cimientos del destruido, pero con luces de 50 metros entre sus columnas sustentadoras, el doble de las del difunto, para impedir que la acumulación de los arrastres y la contención de las aguas lleven también a parte de este hasta el fondo del océano.

«Hay tremendo movimiento de hombres y equipos por ahí monte adentro, haciendo un camino para ver si al fin quedamos comunicados para siempre los de acá de Canes, Sigua, Maraví, Cayo Güin, La Cueva, Báez, Camarones, Maguana, Navas, Santamaría y Nibujón (desde la orilla este hacia Holguín) y los de acá de la otra parte de Baracoa», afirma.

Y también es cierto

En un monte inhóspito y silencioso, cerca de donde el Toa se estrecha y muestra la selva casi virgen que lo acompaña en toda su ribera oeste, un Komatzu «grita» en su enfrentamiento con una atalaya de rocas, tierra y vegetación, que cede poco a poco ante la cuchilla afilada y pesadísima que lo atraviesa.

Así, a golpe de audacia desde un pasadizo de hormigón armado nombrado «Puente de los coreanos», hombres y técnicas de la Unión de Construcciones Militares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Santiago de Cuba y Holguín anduvieron cuatro kilómetros y medio, que se multiplicaron en cada tramo donde abundan elevaciones y vegetación selvática, hasta donde la existencia de caminos forestales facilita un poco el trazado del terraplén.

Lo explica el teniente coronel Eddy Román Quesada, topógrafo de profesión y segundo jefe de Ingeniería en la Región Militar Guantánamo: «Llegamos, incluso bajo la lluvia casi todo el tiempo, hasta una colina que nombran Esparta. Sin el apoyo de los campesinos prácticos de la zona posiblemente hubiésemos perdido el rumbo. Ellos nos guiaron y trabajaron como uno más.

«Entonces pusimos la obra en manos de agrupaciones constructoras civiles de la empresa constructora de Obras de Arquitectura No. 19, que avanza desde Cayo Güin hacia nosotros.

«No es solo un trazado por donde ya se habían perfilado caminos. Ahora se acondiciona ese terraplén con pendientes inferiores a los nueve grados, para que sea transitable por todo tipo de vehículos, incluyendo carros ligeros. Por eso se precisa, además de la aplicación de asfalto con la técnica de penetración invertida, construir varias obras de fábrica para atravesar corrientes permanentes de agua.

«Unas son simples alcantarillas, otras, como la del arroyo La Yuca, es casi un puente sobre un riachuelo de ocho metros de ancho y de considerable profundidad», detalla Román Quesada.

Iniciado casi con la salida de Matthew del territorio nacional y en medio del impacto primero ante tantos destrozos en casi todo Baracoa, este vial de 18 kilómetros debe concluirse en el mes de diciembre, y según los cálculos presupuestarios, su costo será de más de 14 millones de pesos.

Nuevo de paquete

Pero resultará mucho más costoso en su integralidad el proyecto constructivo, que incluye este vial alternativo entre ambas riberas del Toa.

Porque se trata, explica a pie de obra Pedro Benítez Ávila, ingeniero y director de Equipos de la empresa constructora de Obras de Ingeniería (Ecoi 17) de Holguín, de dejar en buen estado el resto de los viales que se entroncan con ese de nueva construcción que atraviesa la montaña.

Detalla Benítez Ávila que, al mismo tiempo, se ejecuta la otra parte del proyecto, en el que están involucradas varias empresas del Ministerio de la Construcción de las cinco provincias orientales.

«A partir del Puente de los coreanos, extendido de forma rasante al caudal del río y cuyos aproches o accesos serán reforzados, existe una carretera sin asfalto que parte de los límites del municipio de Yateras, vinculada con la Vía Mulata, hasta la ciudad de Baracoa, por toda la margen este del Toa.

«Con un refuerzo tremendo, de más de 30 constructores, buldóceres, compactadores, camiones de volteo y motoniveladoras, se trabaja en su acondicionamiento para el tránsito, no solo para medios de triple tracción, como hasta ahora en muchos de sus tramos.

«Hay que ensancharla en toda su extensión hasta seis metros mediante un sustrato rocoso compactado y abundante en la propia zona donde trabajamos, y finalmente aplicarle penetración asfáltica invertida para preservar la capa de rodamiento», comenta el directivo del Ministerio de la Construcción.

Y mientras lo dice, pienso en una frase que revela el optimismo del baracoense aquel que desde su caseta de turbinero parece estar, efectivamente, al tanto de todo: «Al final, lo que hizo ese condena’o (Matthew) lo vamos a recuperar, y hasta mejor».

Las aguas llegaron hasta casi dos metros por encima del techo, dice el baracoense Pablo Jiménez.

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