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Elementos a tomar en cuenta a partir del reciente acuerdo migratorio

Se ordena la migración, se regulariza, con vistas a hacerla segura. Una migración que se corresponde, en definitiva, con una tendencia mundial, pero que a lo largo de décadas Estados Unidos politizó

Autor:

Juana Carrasco Martín

LA Declaración Conjunta de Cuba y Estados Unidos sobre el importante acuerdo alcanzado en aras de avanzar en el proceso de normalización de sus relaciones migratorias ha sido en general saludado como positivo, pero destacan algunos elementos en los que bien podríamos detener el análisis para una mejor comprensión del contenido.

Primero, siguen en vigor los Comunicados Conjuntos del 14 de diciembre de 1984 y del 9 de septiembre de 1994, así como la Declaración Conjunta del 2 de mayo de 1995, a excepción de lo que dispone el texto de este 12 de enero de 2017, emitido dos días antes de que se cumplan cuatro años de la actualización que Cuba hiciera de su política migratoria, el 14 de enero de 2013.

Este acuerdo, sujeto a las leyes nacionales y a las normas internacionales respecto a la migración irregular, ha eliminado dos aspectos que privilegiaban a los ciudadanos cubanos migrantes respecto al resto del mundo, cuando las puertas se abrían al conjuro de «Soy cubano»: la política «pies secos-pies mojados» y el Programa Parole para el personal cubano de la salud de servicio en el exterior.

Ahora se ordena la migración, se regulariza, con vistas a hacerla segura. Una migración que se corresponde, en definitiva, con una tendencia mundial, pero que a lo largo de décadas Estados Unidos politizó.

A partir de ahora, todos los cubanos, y debe subrayarse la palabra todos, que traten de entrar sin un visado a territorio estadounidense o traten de permanecer irregularmente en ese país tras vencer el visado y el tiempo a que fueron autorizados, deberán responder a lo dispuesto: su devolución a Cuba que, a su vez, ha reiterado el compromiso de recibirlos.

El proceder estadounidense en los últimos tiempos, devolviendo a los «pies mojados» con prontitud, deja ver que el nuevo acuerdo puede ser aplicado con rigor y sin selectividad, aunque ello depende, por supuesto, de la decisión de las autoridades competentes.

Hay una preocupación en sectores de la población de la Isla sobre si se mantendrán las 20 000 visas como mínimo acordado ya hace años, y esto está recogido explícitamente en este acuerdo. Esa cifra se refiere a las visas para emigrar y en ellas no están incluidas las visitas familiares y las de trabajo, entre otras.

Las dudas también han saltado en cuanto al punto No. 5 de la Declaración Conjunta referido a que Cuba aceptará que personas incluidas en la lista de      2 746 cubanos que salieron por el puerto de Mariel en 1980, y que ambos gobiernos en 1984 acordaron que serían devueltos, sean sustituidos por otros nombres que también respondan a dos condiciones: salida por el Mariel y considerados deportables. De esa cifra ya está en Cuba una parte considerable. Por supuesto, ambos gobiernos se pondrán de acuerdo sobre la lista específica y qué procedimientos emplear para su devolución a la Isla.

Cuba también considerará y decidirá, caso a caso, la devolución de otros ciudadanos cubanos que Estados Unidos quiere deportar.

Existe, además, la creencia —fomentada incluso por un quehacer malicioso de determinados medios para seguir presentando a Cuba como la nación de la cual sus ciudadanos huyen—, de que hay una migración masiva desde la Isla al exterior.

Hay cubanos residentes —temporales o permanentes— en alrededor de 120 países y pueden venir a su tierra natal y regresar a su lugar de residencia de manera normal.

Sin negar la existencia de este fenómeno —que atraviesa a prácticamente todos los países pobres, subdesarrollados, emergentes, en desarrollo o del Tercer Mundo, como se le dé en llamar—, los datos oficiales muestran que los cubanos están viajando de manera fluida y sistemática, de acuerdo con la actualización que hiciera Cuba de su política migratoria en 2013.

De enero de 2013 a diciembre de 2016, más de 600 000 cubanos ha viajado al exterior a un sinnúmero de países, y realizado más de 1 500 000 viajes para disímiles actividades personales o de trabajo. De ellos, el 78 por ciento viajó por primera vez.

Es significativo que de esta cifra, el 45 por ciento ya regresó al país y solo el 9,6 por ciento no retornó antes de los dos años previstos por las regulaciones migratorias cubanas. Resulta interesante que cubanos que tenían el llamado PRE (permiso de residencia en el exterior) han renunciado a este y retoman la categoría de permanentes en Cuba, una práctica que parece ir en aumento.

Más de 400 000 cubanos residentes en el exterior visitaron Cuba en 2016. Está claro que, digan lo que digan en algunos lugares, no hay temor de regresar a Cuba, ni de vivir aquí ni de ir y venir como cualquier ciudadano del mundo.

A Cuba le interesa, precisamente, una relación migratoria normal, también con Estados Unidos; por ahora, queda como obstáculo la Ley de Ajuste.

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