Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Valerosos milicianos de Colón

Los combatientes de Playa Girón asumieron las misiones más difíciles con la seguridad que solo puede dar la entrega total a una causa

Autor:

Luis Hernández Serrano

Silviades Cabrera Álvarez, «El Chino» o simplemente «Viades», es combatiente de Girón, pero veterano también de otras guerras: la clandestinidad, la Sierra Maestra, la Invasión de la Columna de Camilo, la Lucha contra bandidos en el Escambray y el internacionalismo en Angola.

«Encabecé las Milicias en la zona matancera de Versalles. El jefe de esa fuerza en toda la provincia era Gerardo Nogueras y me mandó como jefe de las Milicias de Colón, también en Matanzas.

Formamos los batallones 219 y 223, con personal de Colón, Calimete, Los Arabos, San José, Manguito, San Pedro de Maniabón y otros lugares. Trabajamos día y noche.

«El día antes del desembarco por Playa Girón había asistido a una reunión en Cárdenas y luego me fui cansado a la casa. Me dormí enseguida. Mi esposa, Daysi Font Vera, me despertó con la noticia: “¡Llegaron los mercenarios!”.

«Cuando iba en un carro por Perico, me crucé con el capitán Rodolfo Pérez. Al llegar a Colón ya había salido el personal de los batallones 219 y 223 hacia el central Australia.

«El comandante Orlando Rodríguez Puerta les ordenó que fueran rumbo a Jagüey Grande. Nuestros milicianos portaban fusiles checoslovacos, sin parque casi. El batallón 339 de Cienfuegos estaba en Girón días antes del desembarco enemigo, pero luego de comenzar la agresión, el primer personal en llegar allí fue el de Colón. Dejaron un pelotón en el aeropuerto de Australia y al avanzar la aviación mercenaria ametralló, mató a seis de los milicianos y provocó 32 heridos.

«El capitán José Ramón Fernández mandó al capitán Conrado Benítez Lores a que avanzara y asegurara la carretera hacia Pálpite. A esas horas llegué yo y el capitán Conrado me dijo que me encargara de su tropa. Se refería a unos 200 o 300 milicianos.

«Eran parte de los integrantes de los batallones 219 y 223, de Colón. El Comandante en Jefe Fidel Castro, en una reflexión suya, habló de “los valerosos milicianos de Colón”. Nos enfrentamos a un pelotón de 29 paracaidistas mercenarios y los capturamos a todos. Poseían armas modernísimas, un cañón de 57 milímetros y varios morteros de 60 milímetros. Se ocultaron en un cayo de monte. Pero temblaban.

«Les quité las granadas a los morteros, sin saber absolutamente nada de eso; un especialista de nuestras tropas me dijo que eso era una proeza, un enorme peligro, pues requería saber cómo hacerlo para que no explotaran.

«No olvido que Fidel me preguntó en Girón si yo era “Viades”. No sé si se recordaría de aquel oriental analfabeto que subió a la Sierra con un grupo del cual desertaron 21 y nos quedamos solamente 11, yo entre ellos. Le dije que sí y me mandó detrás de la tropa encabezada por el comandante Saborit».

Hablan Fidel y José Ramón Fernández

«Se trataba —dijo en una ocasión José Ramón Fernández sobre los combatientes de Colón, al mando del capitán Conrado Benítez Lores— del personal de batallones que no estaban todavía completamente constituidos ni bien organizados, pero aquellos hombres daban muestras de una alta moral, aunque ninguno había realizado prácticas de tiro y solo portaban fusiles M-52 con 20 cartuchos cada uno. Les di la misión de que trataran de ocupar el poblado de Pálpite.

Al referirse Fidel (en una reflexión suya) al batallón 227, procedente de Unión de Reyes, bajo el mando del capitán del Ejército Rebelde, Orlando Pérez Díaz, que se presentó en el central Australia, expresó: «Esta fue otra de las unidades constituidas por valerosos combatientes como los de Colón, que se movieron hacia el central Australia sin conocimiento mío, ni del Puesto de Mando Central. Una prueba irrebatible del patriotismo de nuestro pueblo».

Según las aclaraciones oportunas del mismo Fidel y de Fernández, excepto la Escuela de Responsables de Milicias ubicada en Matanzas, todas las unidades de infantería, tanques, artillería antiaérea y terrestre fueron enviadas desde La Habana, que como capital del país poseía las mayores y más experimentadas fuerzas para combatir a una brigada de asalto, bien entrenada y armada por Estados Unidos y apoyada con fuerzas navales y aéreas. Esos datos ayudan a comprender las circunstancias en que se libró la histórica batalla.

Recalcó Fernández: «Cuando llegaron los responsables de milicias los mandé a tomar Pálpite y después con una compañía a tomar Soplillar, a unos siete u ocho kilómetros de Pálpite. Y al llegar el mensaje de que habían tomado Pálpite, llamé al Comandante y me preguntó:

—¿Tomaste Pálpite, la gente tuya está en Pálpite, estás seguro?

—¡Seguro, Comandante!

«¡Ya ganamos!, cuenta Fernández que exclamé —relató Fidel— y, aunque no consta en los apuntes taquigráficos de mis comunicaciones, tal conclusión no era imposible, ya que una cabeza de playa del otro lado de la ciénaga, a 25 kilómetros del central Australia, estaba en nuestras manos. Lo había dicho una vez: “¡Ya ganamos la guerra!”, cuando quedaban muy pocos de los combatientes del Granma, y vi la impresionante montaña boscosa del Pico Caracas, a 1 200 metros de altura, el teatro de operaciones que estábamos buscando. Pero en Girón, la realidad es que ese día, a esa hora, todo estaba todavía por hacer».

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