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Muchacho de «punto dulce»

Un joven tunero, Jefe de la Sala de control y análisis del central Majibacoa y miembro no profesional del Buró Provincial de la UJC, hace de la andadura y el diálogo con los suyos el recurso y método para avanzar en los compromisos de su generación

Autor:

Juan Morales Agüero

MAJIBACOA, Las Tunas.— Aquella tarde, mi interlocutor dio por concluida la polémica con esta conservadora aseveración: «Mira, un cargo de oficina lo puede ejercer hoy cualquier joven. Pero una responsabilidad en una fábrica es para gente experimentada». Y, con el empaque de quien con la alquimia de sus palabras acaba de descubrir la piedra filosofal, se despidió y siguió camino.

Yo quedé un rato cavilando sobre lo que acababa de escuchar. «¿De manera que los jóvenes no están preparados para desempeñar puestos relevantes en una industria hasta tanto no peinen canas? Entonces, ¿por qué Geomani Campos Sánchez, con sus 26 años de edad, lo hace tan bien en el central azucarero Majibacoa?». Fue ahí cuando determiné ir a preguntárselo al propio muchacho.

Un joven paradigma

En temporada de zafra no se calientan demasiado las sábanas. Así, cuando los gallos del barrio de Arroyo El Muerto comienzan a cantarle al nuevo día, Geomani abandona la cama, se despabila, toma su primer cafecito de la jornada y se dirige al sitio de siempre, donde abordará el transporte obrero que lo llevará hasta el ingenio, distante unos tres kilómetros. Desde ese momento sus neuronas no dejarán de pensar en otra cosa que en el trabajo.

«La puntualidad es una cualidad que ningún dirigente debe perder de vista», dice este muchachón, que tiene a su cargo la jefatura de la Sala de control y análisis del central azucarero más joven de Las Tunas.

«Si no das el ejemplo, no puedes exigirles a los demás. Por tal razón, antes de las 6:30 a.m. estoy siempre en mi puesto, listo para cumplir mi jornada laboral de 12 horas. Y eso es todos los días de la semana. No tengo sábados ni domingos».

Tan pronto pone un pie en su área de acción, participa en el cambio de turno de las operaciones, presidido por el Director. En su contexto se actualiza de lo acontecido durante la noche y madrugada en la fábrica. La información la brindan los jefes de las diferentes áreas, como Mantenimiento, Laboratorio, Almacenes, Producción... También se diseñan las perspectivas para el día.

«Otro momento matutino importante en el que debo participar es el consejillo de zafra, dice. Asisten y brindan información de primera mano los factores implicados en la agroindustria, como Tecnoazúcar, Transporte Mecanizado (Transmec) y el ferrocarril vinculado (Ferroazúcar). Allí se analiza cómo marchan los cortes, en qué estado técnico están las máquinas combinadas, en fin...».

Culminado el consejillo, Geomani le dedica un tiempo a la oficina. Debe computar datos importantes del proceso, como el tiempo perdido, los resultados de la molida, el cierre de la jornada precedente... Sucede que en la Sala de control y análisis se procesa y genera toda la información de la empresa. Lo auxilian en su labor siete personas, entre ellas tres analistas, una informática y un jefe de patio para reporte de basculadores.

«Nuestros análisis de tendencias se realizan mediante programas automatizados que controlan todo el proceso agroindustrial. Además de reflejar la evolución de la zafra, propician conocer el estado del proceso fabril en cada momento y actuar en consecuencia», agrega este graduado de técnico medio en Informática.

«Si un parámetro de eficiencia se deteriora, valoramos las consecuencias que pudiera tener. Ahí alertamos a los analistas y supervisores de las áreas afectadas para que, previo conocimiento de sus jefes, adopten las prevenciones correspondientes».

Obrero y militante

Otra faceta meritoria de Geomani es la de dirigente de la UJC, de cuyo Buró Provincial en Las Tunas es miembro no profesional. Esa labor la alterna con inusitada armonía y eficacia con sus deberes como timonel de un área de primer nivel en una emblemática fábrica de azúcar.

«La militancia juvenil en nuestra empresa desempeña un rol fundamental, asegura. En la parte industrial funcionan un comité UJC, compuesto por cinco miembros, y tres comités de base, uno de ellos de nueva creación, en la planta de cera. Atenderlos convenientemente forma parte de mis prioridades y no estorba para nada el cumplimiento de mis responsabilidades laborales, pues tengo por hábito planificar hasta el detalle mi día a día».

Geomani me cuenta que, como entre sus rutinas figura recorrer las áreas para controlar la marcha del proceso fabril, «choca» a cada momento con los jóvenes, tanto con los militantes como con los que no lo son, y eso es muy favorable para el trabajo político. Cada vez que se detiene a conversar con ellos se retroalimenta, pues, según sus palabras, «nadie mejor que un obrero a pie de máquina para darte información precisa y de primera calidad».

En sus periplos por las instalaciones fabriles del Majibacoa, al joven dirigente le encanta aspirar la inconfundible fragancia de la meladura. También se detiene alguna que otra vez a contemplar, extasiado, cómo la caña se lanza al suicidio entre los andamiajes del ingenio y deja allí hasta la última gota de su dulzura.

«En nuestro central tenemos más de 20 jóvenes que ocupan puestos decisivos en la época de molienda —continúa. Los hay que son jefes de brigada de tachos, de molinos, de basculadores… Otros laboran como operadores de la cabina del tándem y de las centrífugas comerciales. Algunos se desempeñan como puntistas, una tarea de vital importancia en la producción de azúcar. En fin, ellos se hacen visibles en los frentes más importantes».

Según mi joven entrevistado, hacer zafra constituye una tarea tan intensa y compleja que no da margen a distracciones.

«La dirección de la empresa cuenta conmigo como dirigente de su plantilla más joven —acota—. Todos los viernes participo en una reunión con los demás factores de la fábrica y mis opiniones se escuchan y se tienen en cuenta. En mi condición de miembro no profesional del Buró Provincial de la UJC, me mantengo al tanto de las inquietudes de mi gente.

«En cada reunión del comité UJC, el primer punto del orden del día lo dedicamos a las preocupaciones de los jóvenes. Trato de darles respuestas o de encontrarles soluciones en las áreas donde se originan. Siempre saben comprender. Estoy orgulloso de ellos. La mayoría lleva ya más de 150 días de zafra. Eso significa levantarse antes del amanecer y regresar a casa pasada la tarde. Pero aquí están, puntuales en el cumplimiento de las tareas».

Sin burocracia ni despachos

Los métodos de trabajo de Geomani no hacen buenas migas con la burocracia y el convencionalismo. Con él no funciona eso de «pasa luego por mi oficina». O «tu problema lo vemos la semana que viene». No. Todo el que quiera consultarle algo, lo puede hacer igual en un pasillo aéreo del ingenio, que a bordo del transporte obrero cuando regresa a casa y despunta el anochecer. «Nadie se siente bien con el peloteo ni con las promesas», testifica.

Entre las expectativas de este joven analista de la industria azucarera figura la superación, pues el sector exige el concurso de la ciencia y de la técnica para llevar adelante eficientemente sus proyectos económicos. Por eso tiene en planes matricular la carrera de Ingeniería agroindustrial en el próximo curso. Cuando la concluya, estará mucho mejor preparado en su perfil laboral.

«Me paso una buena cantidad de horas todos los días fuera de la casa, porque mis responsabilidades en el ingenio así me lo exigen, admite. Por fortuna, tengo una esposa que me comprende y estimula. Ese apoyo es muy importante. También tengo una niña que, aunque no vive conmigo, me aporta mucho ánimo y deseos de avanzar. Se llama Eliannis Beatriz y tiene siete años de edad».

Cuando terminé de conversar con Geomani, entre llamadas telefónicas, instrucciones a sus subordinados y caminatas por las áreas cercanas, me convencí de cuán equivocado está aquel interlocutor mío al que ya hice referencia. «Un cargo de oficina lo puede ejercer hoy cualquier joven. Pero una responsabilidad en una fábrica es para gente experimentada», me dijo entonces.

Y ahora resulta que Geomani Campos Sánchez, con sus 26 años de edad, lo impugna, porque su trabajo en el central Majibacoa es como una oda hermosa a la productividad. Jóvenes como él son la garantía de que la industria azucarera no languidezca. Porque, como dijo el cronista, «el azúcar es nuestro oro nacional, el guarapo es la sangre de Cuba, el ingenio es el corazón del país, y el verde penacho de la caña es como otra bandera cubana».

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