Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El desfile de Juan Pérez

Desfilo cada Primero de Mayo por una necesidad intuitiva. Para reafirmarme y decir: aquí estoy. Para salpicarme de una extraña fuerza multitudinaria, de cierta dignidad. De alegría y fe, por encima de tantos problemas

Autor:

José Alejandro Rodríguez

No importa mi nombre, compadre. Llámeme Juan Pérez, un juan pérez cualquiera. Eso sí: un cubano que nunca ha dejado de desfilar un Primero de Mayo desde que tiene uso de razón. Primero con mis padres, para ver a Fidel aunque sea desde lejos; luego con mis amigos de la escuela y hasta con más de una novia. Más tarde con mis compañeros de trabajo. Y ahora lo hago solo... o con mi nieto.

Muchos de los que me acompañaban en esta Plaza de la Revolución han muerto. Otros desfilaron, pero hacia otros parajes. Y yo sigo aquí, aferrado a lo que siempre defendí, por razones de principio. Por encima de muchas contradicciones y berrinches; aunque a veces se me esconden las razones que siempre me traen hasta aquí. ¿Seré el Necio de la canción o eso que llaman un conflictivo?

Nunca he venido al Primero de Mayo por «marcar la tarjeta», para apuntarme un tanto con los del Sindicato. Porque siempre he discrepado de quienes reducen a la formalidad de figurar algo tan profundo como la participación, que es estar y ser, tomar partido y ejercer tu influencia en la concreta. Contribuir. Y cuando tenga que plantar, plantar. Cuando no entiendo, no entiendo, porque nunca he dejado de ser un rebelde. ¿No se llamaba así ese Ejército que nos abrió el camino?

Desfilo cada Primero de Mayo por una necesidad intuitiva. Para reafirmarme y decir: aquí estoy. Para salpicarme de una extraña fuerza multitudinaria, de cierta dignidad. De alegría y fe, por encima de tantos problemas. Dime tú, yo que soy un cascarrabias, un atravesado. Al final, desfilo por convicción. Porque, como muchos, nunca voy a traicionar lo vivido, aunque unos se desgajen en la desmemoria, otros tergiversen lo esencial que nos une, y terceros entorpezcan desde adentro, incluso por laberintos burocráticos, el avance mayor de la Revolución, que no es precisamente este bloque inmenso del Primero de Mayo.

Esta mañana, mientras desfilamos, Fidel nos está mirando desde todos los ángulos. Nos está midiendo y no es para ropa, como dicen ahora. Porque la marcha no puede quedar en el mero entusiasmo de ocasión, ni en la repetitiva retórica de la consigna. Ni el «concepto de Revolución» puede ser una mera pancarta.

Lo esencial no es gritar un día, sino demostrar todos los demás, la vida entera, lo que se proclama, me digo al observar el ánimo de quienes marchan a mi lado. ¿Serán consecuentes? ¿Harán a diario todo lo posible por levantar al país? Esas vallas, telas y carteles de reafirmación portadas por tantas instituciones, ministerios y empresas, ¿se traducirán luego en la eficacia y los resultados para construir verdaderamente el socialismo próspero y sostenible, y no ceñirlo a palabras, al atrezzo de ocasión?

El camino por delante va a ser muy complejo, porque para que el socialismo prospere hay que vindicar el trabajo —tan preterido y vapuleado en estos años de crisis— como fórmula de la riqueza y de la dignidad. Hay que estimular y  gratificar el trabajo como premisa del desarrollo y el bienestar, y atenuar las brechas de asimetría que ya hacen de las suyas. Hay que alzar la moral y la decencia, enderezar pirámides socioeconómicas y otras cosas muy invertidas. Hay que poner orden y rigor, y a la vez corazón y alma, si queremos seguir siendo una Revolución «de los humildes, con los humildes y para los humildes», como preconizara Fidel, quien nos está mirando y midiendo.

Amigo, no es que sea un aguafiestas del Primero de Mayo. Es que crecí con esta Revolución y quiero que mi nieto siga viviendo en ella, y feliz. Por eso desfilé este Primero de Mayo. Y como siempre, cuando la marcha termina, soy de ese reducto que permanece frente a la tribuna y Martí, como buscando alguna nueva inspiración, cuando ya los demás se pierden por las calles de La Habana. Como un acto de fe, haciendo votos porque la Revolución siga en revolución. La única alternativa, se lo dice este juan pérez.

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