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La Cuba aguantará el piñazo

Irma dio quizá el mayor golpe propinado por la naturaleza a la Empresa Agropecuaria avileña, una de las mayores productoras de plátano del país. Ahora viene la revancha

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

BARAGUÁ, Ciego de Ávila.— A la vista solo aparecen platanales completamente arruinados, y el destrozo es tan grande, que la ausencia del bosque de bananos deja ver las instalaciones de las fincas. Ya en medio de una plantación derribada por Irma, no hay elección posible.

Entre el calor y el mosquito, es preferible el primero. Es mejor encontrarse bañado en sudor y al cabo de un rato sentir un decaimiento muy grande, que soportar esos cuerpos diminutos pegados al cuerpo. Son tercos y taimados, esos animalitos: adictos a picar, y tantos, que se cuelan hasta por los orificios de la nariz.

Por eso hay que admirar a esos otros «bichos»: un grupo de jóvenes, forrados con camisas de mangas largas, gorra, sombrero y botas de goma, que avanzan machete en mano. Cortan los tallos derribados, los apartan en medio del surco y siguen. Lo único que se oye son los machetazos y el chapoteo de las botas en el fango. Y, por supuesto, un silbido insistente, preludio de nuevas picaduras.

Uno ve a los muchachos avanzar imperturbables. Se da un manotazo en la cara y la retira con manchas de sangre. Se escarba en la nariz y los oídos para sacar unos mosquitos que se lanzaron por ahí sin miedo alguno. Con un dedo aplastas a otro puñetero insecto, que empieza a picar cerca del ojo derecho. Ansioso, observas a los muchachos adentrarse en el platanal, y en medio de las picaduras y manotazos las palabras salen solas, sin pensarlo: «¿Pero esos tipos están locos?».

Afilar bien el machete

Osmany Almiguel Moa, el secretario del Comité de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en la empresa, se echa a reír con la pregunta. Y enseguida este flaco, delegado por Ciego de Ávila al 19no. Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Rusia, comienza una disertación sobre que dentro del platanal uno debe mantenerse en movimiento y así los mosquitos no pican tanto, hasta que otras palabras lo detienen: «No sigas, que tú también estás arrebatado».

Pero no es acto de locura sino de mucha racionalidad. Porque en medio de ese fango y la nube de mosquitos se empieza a decidir la recuperación de La Cuba. Leduany Sosa García es uno de esos «locos». Militante de la UJC, él dirige la brigada de sanidad vegetal. Con la devastación, muchos obreros deberían quedar sin contenido de trabajo; pero la dirección de la empresa decidió moverlos a otras funciones. Ese es el caso de Leduany y su personal, constituido en su gran mayoría por jóvenes.

«Para que un platanal se levante después de un ciclón hay que alijarlo —explica Leduany—. Hay que limpiar, cortar los tallos malos o partidos y sacarlos al medio del surco para que el hijo salga fuerte. Después abono y mucha agua».

Se dice fácil, pero no lo es; y de recordarlo se encargan Alfredo Suárez Sosa, el obrero de más edad, y los otros muchachos: Javier, Didier, Diorgis, Numbar, Onel, Yenier y René. Sobre todo cuando uno de ellos pasa el dedo por el borde del filo del machete y sonríe: «Afílelo bien, para que no se trabe con el tallo».

Una pelea de boxeo

La Cuba cuenta con 128 militantes de la UJC. En cada finca hay al menos tres o cuatro, y cada uno de ellos puede hablar de lo duro que se trabajó después del ciclón y de las 300 toneladas de plátano que, como promedio, se sacaron diariamente.

En la empresa se habla del evento recién vivido como una pelea de boxeo. Los piñazos del huracán se sintieron duros, y sus daños se comparan solo con los dejados por el huracán Kate a mediados de la década de 1980. En una noche Irma derribó 2 684 hectáreas de plátano, el equivalente a 22 823 toneladas de distintas variedades de banano. A ello le siguen 146 hectáreas de maíz, 22 de frutabomba y 15 de yuca. La sumatoria continúa con 47 naves de fertilizantes dañadas al destruirse 4 290 tejas de fibrocemento, unidas a 423 tejas de zinc.

Todo ese perjuicio, llevado a valores, termina en un dato. El «piñazo» a La Cuba derivó en una pérdida de más de 11 millones de pesos, unido a las implicaciones para los próximos meses. Si no es nocaut, al menos el golpe lleva un conteo de protección.

¿Y qué pasará con el plátano?

El conteo comienza con una realidad. El plátano destinado a la población para los meses finales de año se perdió. Si a lo anterior se le añade, primero, que fueron varias las provincias afectadas y con estas sus platanales, y luego que el banano es un cultivo de ciclo largo y que se deberá esperar un año para tenerlo estable en la placita, entonces todo indica —como dicen en las escuelas— un nivel de afectaciones en el porcentaje de asistencia de ese producto en la tarima.

Es cierto que La Cuba no es la única entidad dedicada al cultivo de ese alimento en el país, pero sí una de las mayores productoras. Al tener sus cosechas en balance nacional, casi todas las provincias comen de sus plátanos en distintos momentos del año. Producciones como la compota nacional tienen en la entidad avileña a uno de sus principales suministradores. Y ni hablar de la canasta básica.

El respiro comienza con un dato. La empresa no cerrará el año con pérdidas. Al concluir agosto con 13 millones de pesos en utilidades y sobrecumplimiento en sus ventas, existe el margen financiero para amortizar las pérdidas, junto al pago de 7 994 000 pesos por el aseguramiento de los cultivos e instalaciones.

«La proyección es que cerremos el año entre los diez y 13 millones de pesos en utilidades», expresa Rolando Páez Hernández, director económico de la empresa. Buena noticia, pero con una atenuante: ya no será igual el salario promedio, ubicado en 1 400 pesos antes del ciclón. Ese indicador bajará al no tener una contraparte en la producción, pues gracias al plátano se obtienen más de 65 millones de pesos al año, equivalentes al 70 por ciento de los ingresos de La Cuba.

Hacer las cosas bien

«Lo importante es aguantar y hacer las cosas bien durante los próximos meses», señala Carlos Blanco, director general de la empresa. En los campos las fuerzas se alistan para comenzar a sembrar cultivos de ciclo corto. La papa es otro renglón cuya siembra se espera adelantar en dependencia de la naturaleza y que ayudará a paliar las pérdidas de la empresa —ingresa más de cuatro millones de pesos—, junto a las necesidades de viandas para la población.

Pero el directivo enfatiza, como lo hacen los trabajadores y especialistas, que lo importante en estos momentos es limpiar las plantaciones, alistar los sistemas de riego y poner los platanales en condiciones de recuperación. Ellos son los que tendrán la última palabra y responderán en la medida de la atención que se les brinde.

«No es la primera vez que un fenómeno natural afecta a La Cuba —señala Carlos Blanco—. Han sido unos cuantos, y los         2 000 trabajadores tienen experiencia en superar los daños, saben cómo maniobrar y tienen una cultura muy grande de trabajo. Yo creo que esa es la primera fortaleza. Hoy contamos con 1 450 toneladas de fertilizantes en almacenes para empezar a abonar. Lo que queda es trabajar. Irma nos dio un buen piñazo. Ahora vienen los de La Cuba».

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