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Turistas al campo

El agroturismo es una práctica mundial que está llegando a Cuba, pero necesita estructurarse para ser aprovechado al máximo

Autor:

Susana Gómes Bugallo

¿Quién no añora un plato típico del campo estando en medio de la ciudad? Nos pasa a casi todos, para no exagerar. Tal vez por esa añoranza extraña por lo ajeno, el agroturismo tiene cada vez más seguidores en el mundo.

A Cuba llega con su sello propio, y ya se conocen opciones en territorios como Pinar del Río, Sancti Spíritus, Las Tunas y otras ofertas pensadas para Matanzas.

¿Qué brindan? ¡De todo! Desde cosechar en las casas de tabaco, hasta cabalgar en medio del campo, o recorrer una finca y disfrutar de una ruta productiva que acabe en el consumo de las frutas que dan esas tierras, y hasta trabajar los suelos y en labores ganaderas.

Los turistas aprenden de las costumbres de los pobladores de esas zonas y conviven con ellos en sus construcciones típicas y rutinas cotidianas. A la vez disfrutan del consumo de productos completamente naturales, que pueden coger de los árboles o extraer del surco.

Todo eso y más puede proporcionar el agroturismo, una opción naciente en Cuba que, como todo lo que empieza, debe perfilar más las bases sobre las que se sostendrá. Sobre esos pilares en el mundo jurídico ha estudiado Carmen Elena Enríquez Pérez, abogada espirituana que labora en el bufete colectivo de Yaguajay y presta servicios a unidades de la agricultura desde hace 28 años.

Quien también ha impartido clases de Derecho Agrario en la sede de la Universidad de ese municipio, presentó su ponencia Necesidad de regulaciones jurídicas para el desarrollo del agroturismo en las bases productivas en el Congreso Internacional Abogacía 2017, luego de resultar ganadora en dicho evento a nivel de base y provincial.

Ahora comparte con Juventud Rebelde sus puntos de vista, resultados de sus investigaciones y su experiencia en el sector. Ella insiste en la necesidad de bases legales que regulen el ejercicio del agroturismo en la Isla, con vistas a que el país pueda diversificar sus opciones turísticas.

Otras manos tocan el surco

Hay realidades que se están quedando al margen de la ley, asevera la jurista para describir el panorama que rodea a las bases productivas en la Isla y sus noveles intentos de mezclarse con el turismo internacional.

Estas formas de producción están diseñadas actualmente solo para producir alimentos, señala la experta, y asegura que en muchos lugares del mundo existen las condiciones para aprovechar las opciones del agroturismo al máximo.

«Con el desarrollo del turismo en nuestro país, y más el de naturaleza, que tanto se practica, es imprescindible que esto se regule, porque ambas formas tienen que estar estrechamente vinculadas con la tierra y los animales, y el contexto actual no está dispuesto para que eso ocurra», considera Carmen Elena.

Carmen Elena Enríquez Pérez. Foto: Susana Gomes Bugallo

Actualmente, señala, esta forma de recreación se practica en algunos lugaresenmascaradamente, pues el propietario o usufructuario de esos predios —que es el único autorizado para explotarlos— lo hace a través de una licencia de trabajo por cuenta propia en la modalidad de paladar, o lo presenta como un proyecto internacional de desarrollo comunitario.

«Cuando se oferta el turismo rural asociado a la tradición campesina, se está disfrutando de la producción alimentaria, de la recogida de frutos, de los animales y las cabalgatas..., entre otros beneficios. Pero ese campesino no está pagando impuestos por nada de eso», analiza Carmen Elena.

Bajo costo

«Nuestro país ha alcanzado gran desarrollo rural, por lo que el agroturismo puede traer muchos beneficios a la comunidad y a la producción alimentaria. Pero es imprescindible que el hombre se capacite. No se requieren grandes recursos, solo organización», prevé la experta.

«No hay por qué temer regular nada. Se puede pensar que si se deja que el campesino reciba del turismo, acabará con la producción. Pero son condicionantes una de la otra: para tener turistas, hay que tener comida», dice.

La especialista enumera modos organizativos que deben realizarse como la ampliación del objeto social, que ahora es solo para producir y comercializar productos agrícolas y debe extenderse a la prestación de servicios en función de otros que no sean solo la producción agropecuaria; en este caso, el turismo.

Igualmente, plantea, habría que pensar en el acceso de las bases productivas a las cuentas en divisa, que es la forma de comercializar del turismo, ilustra la abogada.

Sería pertinente, según su opinión,  modificar la Ley 95, de Cooperativas de Producción Agropecuaria y de Crédito y Servicios, y la Resolución 574, Reglamento General de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa, de 2012, del Minag, pues, «como el turismo genera ingresos muy superiores a la producción agropecuaria, las bases productivas no reportarían sus entradas fundamentales por esta actividad y habría que actualizar sus posibilidades».

La ANAP, sugiere, podría ser coordinadora de la actividad de promoción y educación social del campesinado para el desarrollo del agroturismo, y avizora que deberá existir una apertura por parte de los decisores en esta actividad (Mintur y Minag), que deben revisar las políticas  y regulaciones que posibiliten esta práctica por las bases productivas.

Varios son los cambios pertinentes, resume Carmen Elena, pero analiza que lo fundamental es que Cuba se distingue del mundo porque dentro de dichas bases productivas (donde están las CPA, CCS y UBPC) se encuentran organizadas todas las personas que trabajan la tierra.

«Por eso puede decirse que estamos adelantados en esto. Porque a cualquier parte del campo que se llegue, las personas siempre están “sindicalizadas”», analiza la entrevistada, que ha visto experiencias internacionales y pulsado los mejores caminos para tomar de estas.

El tema no se ha estudiado en el país, afirma Carmen Elena. Tampoco existe norma legal que regule el agroturismo en Cuba. «Esto no es tan costoso como las grandes inversiones en el turismo de sol y playa. Pero habría que establecer las bases que regulan su desarrollo», analiza.

Avisa entonces que este turismo no requiere de enormes cambios, porque el turista quiere ir a lo que existe y no a una gran construcción. En este caso se debe priorizar lo típico, pondera.

 Diez ventajas del agroturismo*

  1. Innovador: Es una actividad no tradicional que aporta posibilidades a los medios rurales y requiere como condiciones: organización, capacitación y mejoramiento de las estructuras receptivas.
  2. Difuso: No se busca crear grandes concentraciones que pudieran perturbar los equilibrios de las comunidades. Se integra en su entorno sin dañarlo.
  3. Participativo: Los habitantes son actores de su desarrollo y no solo espectadores de actividades turísticas externas, cuyos beneficios no siempre son percibidos allí. La mujer campesina tiene un papel preponderante.
  4. Asociativo: Cuando opera en forma agrupada obtiene mejores resultados. Las alianzas que se crean y en las cuales participan agricultores y municipios permiten una mejor llegada hacia los mercados y más receptividad por parte de niveles institucionales.
  5. Formador: El agroturismo es una actividad nueva que requiere otros conocimientos. No solo realza el nivel de los servicios, sino que aporta un beneficio general al desarrollo rural.
  6. Cultural: La cultura, el folclor, las tradiciones regionales, la artesanía y la gastronomía son elementos que forman parte de la vida cotidiana de los agricultores y que, debidamente valorizados, representan un interés para el visitante.
  7. Ecológico: A este tipo de turista le interesan los paisajes preservados, las especies protegidas en sus hábitats naturales y la información a su alcance. Este interés motiva acciones de valorización de los medios naturales por parte de los agricultores.
  8. Recreativo y deportivo: Según las características geográficas de cada lugar, pueden proponerse actividades complementarias: turismo ecuestre, senderismo, montañismo, pesca, caza, ecoturismo, deportes náuticos y otros.
  9. Pedagógico: En convenio con establecimientos educacionales, ciertas estructuras de turismo rural desarrollan programas de educación ambiental, agricultura y otros (las granjas pedagógicas, por ejemplo, que existen en las Islas Baleares).
  10. Social: Por sus características y costos, numerosas estructuras podrían trabajar colaborativamente para ayudar a otros.

 

*De acuerdo con el estudio de la entrevistada

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