Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Perfil de una federada

No hay tareas ni encomiendas imposibles para las mujeres; incluso están preparadas para las más difíciles, asegura Yaneydis Pérez Cruz, quien lidera la Federación de Mujeres Cubanas en Las Tunas, sede del acto central por el aniversario 58 de la organización

Autor:

Juan Morales Agüero

LAS TUNAS.— Con apenas 41 años de edad, Yaneydis Pérez Cruz lidera la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en esta provincia, anfitriona del acto central por el aniversario 58 de la organización. Esta joven de palabra fácil y sonrisa perenne se las arregla para cumplir un heterogéneo rosario de deberes: madre, esposa, diputada, dirigente… En su apretada agenda cotidiana encontró tiempo para dialogar con Juventud Rebelde.

—Hablemos un poco de tu infancia. ¿Dónde naciste y creciste?

—Nací en una comunidad rural del municipio de Manatí. Por aquella zona teníamos una finca con sembrados y crianzas. Conservo recuerdos muy bonitos de esa etapa. Cierro los ojos y me veo otra vez en nuestra casa de guano y tablas de palma junto a mis padres, mi hermana, mi hermano, mis primos…

«Un día papá tomó la decisión de mudarnos para la cabecera municipal. Quería que la escuela nos quedara cerca, pues a la que asistíamos estaba a casi dos kilómetros. Así fue como matriculé en el centro escolar Orlando Canals, una institución   que transformó mi vida. Yo era por entonces una niña campesina introvertida y tímida».

—¿Te adaptaste rápidamente al nuevo contexto escolar y social?

—No tanto, pues algunas cosas no coincidían con los patrones en los que me habían educado. Mis padres son personas nobles y buenas, pero algo chapados a la antigua. Apenas me permitían relacionarme con mis compañeros de aula ni salir a pasear por el pueblo, si no era acompañada de un adulto de la familia. Eso fue solamente al principio.

«En esa escuela cursé la enseñanza primaria y luego pasé a la secundaria básica Dos de Diciembre. En ambas tuve buenos maestros y profesores, y a ellos agradezco mis resultados académicos. El preuniversitario lo hice en instituciones de Puerto Padre y Manatí. Primero quería ser ingeniera forestal. Pero luego me decidí por el magisterio y no me arrepiento».

—¿Cómo te fue en esa etapa de tu vida estudiantil?

—Durante la carrera me fue de maravillas. Aprendí mucho, en especial la pedagogía necesaria para asumir un aula. Una vez graduada me ubicaron en una escuela rural, a 18 kilómetros de Manatí. Debía viajar diariamente, y, para evitarme tantas «botellas» y trasbordos por el camino, empleé mi primer salario completo en la compra de una bicicleta.

«Allí estuve un período lectivo, porque al otro año me incluyeron en el claustro docente del centro escolar Orlando Canals, el mismo donde había hecho mi primaria. Ese traslado me marcó. Me permitió perfeccionarme como maestra junto a quienes antes me habían impartido clases. También me curó de la timidez que tanto limitaba mi actuar. En esa etapa me entregaron el carné de la UJC».

—¿El magisterio enriqueció tu espiritualidad?

—¡Mucho! Estimula y reconforta asistir al aprendizaje gradual de niños que, prácticamente, no saben nada. Es, quizá, la mayor satisfacción para alguien que se dedique a enseñar. Tuve una alumna que siempre me decía: «Cuando sea grande quiero ser maestra como usted». Después me dieron la tarea de ser la guía base de pioneros de la escuela.

«Laboré tres cursos en ese centro. Durante esa etapa también fui jefa de ciclo, asesoré a 20 maestras y maestros y fortalecí mi personalidad. Aprendí a exigirles a los demás y a mí misma. Con 23 años de edad ingresé al Partido. Y como nunca le saco el cuerpo a las tareas, accedí a ser reserva de cuadros de esa organización. En tal calidad cursé sus escuelas municipal y provincial. Al terminarlas inicié mis vínculos con la FMC».

—Pero ya eras federada y promovías sus actividades…

—¡Claro! Pero no me refiero a filiación, sino a cargos directivos. Vine sin escalas desde la Escuela Provincial del Partido a dirigir la FMC en el municipio de Manatí. Recuerdo que eso fue el 10 de octubre de 2004. Aquel día me despedí del magisterio, de mi escuela, de mi aula, de mis colegas y de mis alumnos para consagrarme a mis compañeras.

«A los pocos meses de asumir esa responsabilidad quedé embarazada. Mi cuerpo no respondió adecuadamente a la nueva situación, por lo cual debí permanecer ingresada una buena parte del período gestacional. Por fin, en abril de 2006 nos llegó Sachi. Nació con bajo peso y requirió de fisioterapia hasta los 11 meses. Estuve a su lado todo el tiempo. Cuando se recuperó, y con la ayuda de mi mamá, me entregué en cuerpo y alma a mi cargo».

—¿Qué te aportó esa primera etapa como dirigente femenina?

—Fueron ocho años que cambiaron mi manera de pensar y de proceder. Comencé a valorar los conflictos ajenos como si fueran míos. Desde entonces fui mejor persona y crecí como mujer y madre. Tuve que enfrentar problemas inéditos y junto a las integrantes de mi secretariado, les encontramos soluciones.

«Recuerdo que la FMC de Manatí afrontaba serios aprietos para cumplir con la política de cuadros. Las mujeres con mejores condiciones para desempeñar cargos se negaban a ocuparlos sin ofrecer argumentos de fuerza. Trazamos un plan de acción, en el que figuraron conversatorios y visitas. Surtió el efecto deseado, completamos las plantillas y el territorio comenzó a ocupar posiciones relevantes en la emulación provincial».

—Fuiste también a la Escuela Superior del Partido Ñico López…

—Sí, fue un curso de alrededor de seis meses, con profesores de primerísimo nivel. Me dotó de herramientas ideológicas y de actualizaciones en diversas facetas que me sirven de extraordinaria ayuda. A mi regreso se me orientó asumir la esfera de Organización de la Dirección Provincial de la FMC.

«En ese cargo me mantuve dos años, hasta que me encomendaron ocupar la secretaría general. Una responsabilidad que trato de cumplir cada día lo mejor posible y para la cual cuento con el apoyo de las mujeres tuneras en general y de mi familia en particular. A eso dedico todos mis esfuerzos».

—¿Cómo debe actuar quien ocupe un cargo de dirección?

—Nunca debe dirigir con imposición, sino con persuasión. Es decir, convencer, jamás vencer. Ah, y proceder con sencillez, transparencia y modestia. La combatividad y la intransigencia deben figurar en su personalidad. El consenso será uno de sus más efectivos métodos de trabajo. Si no valora los criterios de sus subordinadas, difícilmente obtendrá resultados positivos.

«En mi caso, trato de aplicar consecuentemente todo eso en cada jornada. Dirijo a ocho secretariados municipales de la FMC y a más de 59 cuadros, con un aparato económico complejo. A eso se suman decenas de activistas y de colaboradoras. Si no escucho sus preocupaciones y sugerencias, y me limito solo a orientar tareas, ¿qué se puede esperar? Poco, muy poco».

—¿Es difícil dirigir a un personal mayoritariamente femenino?

—No me parece. Somos como los hombres, así que no establezco distinciones en ese sentido. Si el trabajo se organiza bien y se distribuyen las tareas, no hay razones para que aparezcan dificultades. Aquí solo son del género masculino los choferes, los mecánicos, el jefe de transporte, el informático y el administrador. El resto del personal está compuesto por mujeres. Y nunca he tenido problemas.

«Desde luego, las mujeres tenemos ciclos vitales y afrontamos contingencias que deben ser tenidas en cuenta y ser comprendidas en su momento. Considerarlas y ofrecerles facilidades forma parte también de nuestro día a día».

—¿Eres feminista a ultranza o equilibrada en tu valoración?

—Pienso que ambos sexos se complementan y son necesarios en cada minuto de la vida. Sus representantes crecerán según sus esfuerzos y posibilidades. Defiendo el enfoque de género, porque propicia que la mujer y su obra sean visibilizadas por la sociedad. Ocurre que tras el genérico «hombre» quedan sin conocerse lo suficiente muchas de nuestras hazañas.

«No hay tareas ni encomiendas imposibles de asumir para las mujeres. Estamos preparadas, incluso, para las más difíciles. Algunas de nosotras trabajan la albañilería o conducen camiones, y no por eso han perdido delicadeza y femineidad. La Revolución nos reivindicó para todos los tiempos. Además, estamos respaldadas por la nueva Constitución en ciernes».

—¿Qué papel le atribuyes a la mujer joven en la Cuba de hoy?

—Un papel protagónico, porque son precisamente las jóvenes las que más iniciativas generan en nuestra organización y las que cargan sobre sus hombros la construcción de su futuro. A nosotras, las que llevamos más tiempo, nos corresponde orientarlas y dirigirlas. Del resto se encargan ellas. En ellas se puede confiar, porque, precisamente, con sangre joven se hizo nuestra Revolución».

—¿Cómo llega Las Tunas al aniversario 58 de la FMC?

—Fortalecida y dispuesta a continuar. Contamos con 867 bloques y unas 212 000 federadas, que representan un 92,4 por ciento del total de mujeres de la provincia. El Movimiento de Mujeres Creadoras es uno de los más pujantes, junto con las casas de orientación a la mujer y la familia.

«Me siento muy orgullosa de dirigir esta organización en mi provincia, porque me ha dado la oportunidad de conocer a mujeres fabulosas, que todos los días inscriben una proeza productiva, social o académica en la historia de Cuba. Sí, soy privilegiada por asistir a este momento trascendental, al cual me comprometo a ofrecer toda mi vitalidad y aliento».

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