Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Por esta libertad...

El espíritu y las miradas de una Revolución desde la poesía: Fayad Jamís: la libertad como camino; Nicolás Guillén: una paloma que va volando de noche bajo la luna; Juan Almeida Bosque: protagonismo y canto; El Indio Naborí: la marcha épica; Roberto Fernández Retamar: El renacimiento perpetuo/El amor a una ciudad historia

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

NO hay Revolución sin cantores, sin versos, sin imágenes. No existirían sin ellas. Primero, el sonido de la pólvora y luego, el sonido de la metáfora. Épicas o íntimas, cada cantor con su propio estilo y su propia experiencia, suma su voz a lo que se construye, se sueña, se sufre, se reinventa. Cada verso tiene su propia lógica, cada poeta tiene su propio tiempo, y en él navega.

 «Las revoluciones no son paseos de rivera», escribió una vez Alfredo Guevara. Son torrenteras. Así el verso chisporrotea o se apacenta, busca su ritmo, desanda. La palabra quiere estallar o quiere acariciar. Juventud Rebelde quiere saludar este enero, quiere acompañarle, quiere apostar por la fuerza irrefrenable de la poesía. Al modo de decir martiano: Solo el amor penetra.

Por esta libertad

Fayad Jamís

A Manuel Navarro Luna

 

Por esta libertad de canción bajo la lluvia

habrá que darlo todo

Por esta libertad de estar estrechamente atados

a la firme y dulce entraña del pueblo

habrá que darlo todo

Por esta libertad de girasol abierto en el alba de

fábricas encendidas y escuelas iluminadas

y de tierra que cruje y niño que despierta

habrá que darlo todo

No hay alternativa sino la libertad

No hay más camino que la libertad

No hay otra patria que la libertad

No habrá más poema sin la violenta música de la

libertad

Por esta libertad que es el terror

de los que siempre la violaron

en nombre de fastuosas miserias

Por esta libertad que es la noche de los opresores

y el alba definitiva de todo el pueblo ya invencible.

Por esta libertad que alumbra las pupilas hundidas

los pies descalzos

los techos agujereados

y los ojos de los niños que deambulan en

el polvo

Por esta libertad que es el imperio de la juventud

Por esta libertad

bella como la vida

habrá que darlo todo

si fuere necesario

hasta la sombra

y nunca será suficiente.

 

Muchacha recién crecida

Nicolás Guillén

(Texto para una canción a dos voces)

 

PRIMERA VOZ

Revolución, eres una

paloma que va volando

de noche bajo la luna.

En la soledad montuna,

todos a una voz de mando,

contigo pasan soñando,

paloma que vas volando

de noche bajo la luna.

 

SEGUNDA VOZ

La ve mi amor que camina

por un camino empedrado

que un sol de hierro ilumina:

lleva el puñal y la espina

temblándole en el costado;

la persigue el yanqui armado,

por el camino empedrado

que un sol de hierro ilumina.

 

LAS DOS VOCES

¡Ay, paloma que nació

en la Sierra y bajó al llano,

y en sierra y llano creció!

Muchacha recién crecida,

dame la mano,

toma mi vida;

con dos y dos,

con cuatro y cuatro,

te sigo yo.

 

PRIMERA VOZ

En calle y plaza,

contra el puñal, pecho y coraza.

 

SEGUNDA VOZ

Contra la espina,

en calle y plaza, tu flecha fina.

 

LAS DOS VOCES

Desde el monte, monte,

desde el monte vienes tú:

pon contra el yanqui

el campo verde, la tierra libre y el cielo azul,

y una guirnalda de pólvora

y una bandera sonrisa

y un gallo de cresta fija,

curvas espuelas de luz!

Muchacha de sierra y llano,

muchacha recién crecida,

dame la mano,

toma mi vida;

con dos y dos,

con cuatro y cuatro,

te sigo yo.

 

Machete y flor.

Paloma y viento.

Te sigo yo.

 

Gran día de enero

Juan Almeida Bosque

 

Esta noche quisiera,

mucho más que otras veces,

que no te fueras lejos

para salir contigo.

Esta noche de todos,

de saludos y besos,

quiero también sea mía,

compartida contigo.

Hoy que todos se unen,

esperando la fecha

que dio inicio al gran día

de banderas y gritos,

de aplausos y alegrías;

ese día de enero

que acabó con lo injusto

para ser compañeros.

Después de los afectos

a todos los queridos,

en esta linda noche

dedica unos minutos

y llévame del brazo

a caminar contigo.

 

Marcha triunfal del Ejército Rebelde

Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí)

 

¡Primero de Enero!

Luminosamente surge la mañana.

¡Las sombras se han ido! Fulgura el lucero

de la redimida bandera cubana.

El aire se llena de alegres clamores.

Se cruzan las almas saludos y besos,

y en todas las tumbas de nobles caídos

revientan las flores y cantan los huesos.

Pasa un jubiloso ciclón de banderas

y de brazaletes de azabache y grana.

Mueve el entusiasmo balcones y aceras,

grita desde el marco de cada ventana.

A la luz del día se abren las prisiones

y se abren los brazos: se abre la alegría

como rosa roja en los corazones

de madres enfermas de melancolía.

Jóvenes barbudos, rebeldes diamantes

con trajes olivo bajan de las lomas,

y por su dulzura los héroes triunfantes

parecen armadas y bravas palomas.

Vienen vencedores del hambre, la bala y el frío

por el ojo alerta del campesinado

y el amparo abierto de cada bohío.

Vienen con un triunfo de fusil y arado.

Vienen con sonrisa de hermano y amigo.

Vienen con fragancia de vida rural.

Vienen con las armas que al ciego enemigo

quitó el ideal.

Vienen con el ansia del pueblo encendido.

Vienen con el aire y el amanecer

y, sencillamente, como el que ha cumplido

un simple deber.

No importa el insecto, no importa la espina,

la sed consolada con parra del monte,

el viento, la lluvia, la mano asesina

siempre amenazando en el horizonte.

¡Solo importa Cuba! Solo importa el sueño

de cambiar la suerte.

¡Oh, nuevo soldado que no arruga el ceño

ni viene asombrado de tutear la muerte!

Los niños lo miran pasar aguerrido

y piensan, crecidos por la admiración,

que ven a un rey mago, rejuvenecido,

y con cinco días de anticipación.

Pasa fulgurante Camilo Cienfuegos.

Alumbran su rostro cien fuegos de gloria.

Pasan capitanes, curtidos labriegos

que vienen de arar en la Historia.

Pasan las marianas sin otras coronas

que sus sacrificios: cubanas marciales,

gardenias que un día se hicieron leonas

al beso de doña Mariana Grajales.

Con los invasores, pasa el Che Guevara,

alma de los Andes que trepó el Turquino,

San Martín quemante sobre Santa Clara,

Maceo del Plata, Gómez argentino.

Ya entre los mambises del bravío Oriente,

Sobre un mar de pueblo, resplandece un astro:

ya vemos... ya vemos la cálida frente,

el brazo pujante, la dulce sonrisa de Castro.

Lo siguen radiantes Almeida y Raúl,

Y aplauden el paso del Héroe ciudades quemadas,

Ciudades heridas, que ya están curadas,

y tienen un cielo sereno y azul.

¡Fidel, fidelísimo retoño martiano!,

asombro de América, titán de la hazaña,

que desde las cumbres quemó las espinas del llano,

y ahora riega orquídeas, flores de montaña.

Y esto que las hieles se volvieron miel,

se llama…

—¡Fidel!

Y esto que la ortiga se hiciera clavel,

se llama...

—¡Fidel!

Y esto que mi Patria no sea un sombrío cuartel,

se llama…

—¡Fidel!

y esto que la bestia fuera derrotada por el bien del hombre,

y esto, esto que la sombra se volviera luz,

esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre…

¡Fidel Castro Ruz!

Enero de 1959

 

Revolución nuestra, amor nuestro

Roberto Fernández Retamar

 

El primer año, después del deslumbramiento y la certidumbre de la patria,

Ya sabíamos que los fuegos apagados en la Sierra

Volverían a encenderse, para que la isla se conservara

Como la habíamos soñado, como la habíamos conquistado.

El segundo año nos encontró con las armas en la mano, felices

De poder compartir el riesgo y la gloria

Que conocieran apenas ayer los hombres mejores,

Los de la barba y la esperanza en medio de la noche oscura.

Al tercer año estábamos enriquecidos con una gran victoria

Y llenos de más letras, más armas y más decisiones.

En el cuarto año, Revolución nuestra, amor nuestro,

Ya hemos muerto y renacido muchas veces,

Y ya sabemos del todo que eres inmortal, que eres hermosa y dura

Como los astros. Mejor aún: como el pueblo

Que te ha ido haciendo y que tú has ido haciendo,

Revolución nuestra, amor nuestro.

Obra Milicias campesinas, de Servando Cabrera

Declaración de amor a Santiago de Cuba

Roberto Fernández Retamar

Aunque naciste muchas veces, y antes de algunos de esos

nacimientos

Ya conocí tus laberintos, tus sorpresas,

Ahora que voy a hablarte de mi amor

Has nacido naturalmente mujer, cuando el trueno del Moncada.

Tus sangres, venidas de otra parte, conducían con ansiedad

a ti.

Estás hecha de himno y de jazmines.

Salvas la vida de las mariposas.

Inventas la noche en tu pelo, haces respirar con tu sonrisa.

 

Dignidad del sol real, colinas de piel bruna,

Pétalos de tus pechos sobre los que pone el Caribe sus

azules, sus verdes.

A nadie pertenecen, sino a ti y al amor;

Cálida bahía sellada, musgo de sombra húmeda,

Casas a tumbos hacia el mar,

Parques bajo las estrellas, entre los besos,

Sino a ti y al amor.

 

De pronto, en un relámpago, te haces toda bandera.

Husmeas la manigua como un animal sagrado.

Cumplirás otra vez tu promesa de mambisa

Altiva y  pudorosa y justiciera y alma.

Eres el fuego, eres el rayo, eres el temblor de la tierra.

Eres clandestina, eres la cordillera contra el cielo.

 

En ti la hermosura es combatiente.

El combate es hermoso.  Echas

Con la mano de miel el cabello negrísimo hacia atrás.

Tus ojos son ascuas en la tiniebla, ternura incandescente

Vas a nacer de nuevo, pero ahora entre mis brazos.

Obra Isla 70, de Raúl Martínez

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