Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Con la entereza del León de Oriente

A 170 años de su nacimiento, el mayor general José Maceo Grajales vive en las más heroicas páginas de nuestras guerras libertarias

Autor:

Luis Hernández Serrano

En una memorable ocasión en que Antonio Maceo estuvo a punto de capturar vivo en pleno combate al general Arsenio Martínez Campos, comentó: «Si mi hermano José hubiera estado allí, no se hubiera escapado».

Sabía bien el Titán de Bronce las virtudes combativas y el valor de José Marcelino Maceo Grajales —el tercero de los hijos de la familia Maceo Grajales—, quien nació en la finca de La Delicia, el 2 de febrero de 1849, en territorio de Santiago de Cuba, y ha pasado a la historia como el León de Oriente, precisamente por su coraje y entereza.

Con solo 19 años comenzó su carrera militar en la Guerra de los Diez Años, y por sus méritos llegó al grado de coronel, tras la Protesta de Baraguá. De los Maceo Grajales fue el único que participó en las tres guerras por la independencia y en estas acumuló una extensa hoja de servicios y varias cicatrices en su cuerpo.

En abril de 1895 ya era general de brigada. Como Antonio, fue un activo participante en la campaña de Guantánamo y peleó en difíciles combates. Permaneció al lado del Titán en la Protesta de Baraguá. Ni siquiera descansó en su batallar revolucionario durante la llamada Tregua Fecunda en el extranjero.

Fornido y esbelto, de mirada dura y ceño adusto, con gran prestancia, dulce sonrisa y muy preocupado por el último de sus soldados, así lo vieron sus subordinados. Es cierto que se enojaba con cierta facilidad, pero tal conducta, puesta en una balanza, era casi algo sin importancia al lado de sus cualidades humanas, su sensibilidad revolucionaria, su sentido de la amistad, del honor y su modo de tocar la guitarra. No se puede olvidar tampoco que le dio a Martí su mejor caballo, Baconao, con el que nuestro Apóstol murió en el combate del 19 de mayo de 1895.

Entre sus cualidades estaban igualmente la sencillez, la honradez, la honestidad y el amor por la libertad de la patria. Junto a Antonio desembarcó por Duaba, para reiniciar la Guerra Necesaria.

Separado de sus compañeros tras el combate de Alto de Palmarito, atravesó maniguas y riachuelos hasta que logró contactar con los mambises guantanameros; se encontró luego con Martí, Gómez y los valientes que habían desembarcado por Playitas. El 25 de abril batió a una columna enemiga en Arroyo Hondo; tres días después, le impusieron las estrellas de mayor general.

Por los parajes orientales, bregando con su tropa, se encontraba José Maceo aquel 5 de julio de 1896 en que murió en férreo encuentro con los españoles, en la Loma del Gato. Sus restos se encuentran sepultados en el cementerio Santa Ifigenia, de la ciudad de Santiago de Cuba.

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