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Los guardianes ocultos

En Ciego de Ávila existe un equipo de doce personas, casi anónimo, que como guardianes en silencio se pueden convertir en decisivos para asegurar los comicios de este referéndum constitucional

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

CIEGO DE ÁVILA.— El mundo comenzó a cambiar antes de las seis de la mañana. Las calles permanecían quietas, silenciosas. Las casas parecían sobrecogidas en el sueño de sus moradores y por la Carretera Central pasaba algún que otro carro. A esa hora Adonis Gil Pérez, un hombre rubio y corpulento, de casi seis pies de estatura, terminó de recoger sus cosas y con una carpeta negra bajo el brazo echó a andar hacia la Comisión Electoral Provincial de Ciego de Ávila.

Al llegar, saludó y avanzó hacia el final de la casona, hacia un local ubicado en el patio. Allí se encontró con Rafael Rodríguez Aguyert, un muchacho delgado, de pelo negro y tan lacio que le cubre la frente. Con ese aspecto y con los ojos achinados, Rafael parece un personaje de los mangas, los célebres dibujos animados japoneses. Se saludaron y empezaron a ordenar unos equipos en la punta de la mesa: Una microonda y unos walky-talky. Al encenderlos, en la sala se empezaron a escuchar unos silbidos suaves, en ocasiones un poco penetrantes. Hicieron unas llamadas en código y al escuchar la respuesta, ambos asintieron. Todo estaba listo.

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Existe un mundo en las elecciones cubanas que se conoce poco: el de los radioaficionados. Ese grupo de personas, hombres y mujeres de todas las edades y profesiones, se activan casi en silencio. En la era de los dispositivos móviles, de las redes sociales e Internet, ellos pudieran parecer algo anacrónico; pero en el lado de las conjeturas aparece siempre una interrogante: si ocurre algo —un servidor caído, una computadora descompuesta, una línea telefónica fuera de servicio—se rompe un servidor, entonces, ¿cómo se mandan los datos de las elecciones?

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«Ahí estamos nosotros», explica Adonis, quien lleva 20 años y cuyo código en la Federación de Radioaficionados de Cuba es CO7AD. «Si ocurre algún imprevisto, nuestra función es asegurar que las comunicaciones se mantengan y con ellas el flujo de información desde todos los niveles: desde los colegios electores hasta el municipio, y de ahí hacia nosotros, aquí en la provincia».

En Ciego de Ávila, después de las distintas pruebas, se comprobó que en la localidad de Los Naranjos, en el municipio de Ciro Redondo, se necesitaba activar un equipo de diez radioficionados. Desde un inicio, los nombres de las localidades hablan por sí solas: María La Vieja, La 19 y Peonía. Son localidades donde no existe garantía de una señal telefónica, ni siquiera por celular. Allí lo único que funciona, en esos casos, son las palomas mensajeras o los mensajes de los radioficionados.

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A pesar de las apariencias, Adonis y Rafael son veteranos. Incluso, el muchacho, que pronto cumplirá tres años en la Federación. La razón es una sola. Han tenido que enfrentar la escuela de los ciclones. Rafael venció el episodio de Irma en el puesto de mando del Consejo de Defensa Provincial. Suelta un «aquello no fue fácil», y recuerda las comunicaciones perdidas por completo, torres caídas y la búsqueda constante de una frecuencia con otros radioaficionados para saber qué pasaba en Cayo Coco. «Finalmente —dice— logramos hacer un enlace con un colega en Colombia y por ahí pudimos comunicarnos con los compañeros de Cayo Coco y de otros lugares de la provincia».

Rafael, por su parte, tuvo lo suyo; pero con el huracán Matthews, que azotó el extremo oriental de Cuba. Buscaba sin éxito una señal de esa región hasta que de pronto se enlazó con la frecuencia de un radiotransmisor en Yaguajay. Entonces dio un salto. En medio de los silbidos escuchó una señal de auxilio. Con cuidado ajustó la frecuencia, para no poderla y así escuchó el mensaje. Un radioaficionado se encontraba en esos momentos encerrado en un baño con ocho personas, y pedía urgente una ambulancia. El mensaje no cayó en el vacío, y unos minutos más tarde el grupo era rescatado en medio de las inundaciones.

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Adonis y Rafael escuchan unas señales. «Mira –explican-, van a empezar a transmitir desde Los Naranjos». Su mundo, sin embargo, tiene una contra parte, la que es más visible, la que se ve en el recorrido, cuando el carro pasó el pobladito de Santo Tomás sobre las 9: 00 de la mañana. En la escuelita cercana al lugar por donde Antonio Maceo cruzó la trocha se aglomeraban las personas. Fue una visión rápida. Unas mujeres revisaban el registro de electores, unos vecinos se encontraban recostados a la puerta con el carnet de identidad en la mano y otros caminaban en ropa de domingo por el pasillo de entrada, rodeado de matas de rosas.

Al pasar Ceballos, ya en plena carretera y rodeados de campo, se vieron algunas casas engalanadas, sobre todo una que lucía la bandera y los murales con las planillas de los vecinos. Un colegio electoral, sin dudas. Ya en Ciro Redondo, al pasar la línea y arribar a la entrada del micro estaba la oficina del cobro eléctrico, ahora convertida en colegio electoral.

El pasillito se volvió más pequeño con la mesa de las autoridades. Al final se ve la urna con los pioneros y una de las oficinas se convirtió en el local donde los electores marcan su boleta. Es un ciclo que se repetirá cientos de veces en el día, hasta las 6: 00 p.m. Se identifica al ciudadano en el registro, se le entrega la boleta y la persona entra a la oficina, tras cerrar la puerta. A los pocos minutos aparece boleta en mano y doblada. Va a la urna y la exclamación ¡Votó!, acompañada del saludo de los pioneros, anuncia que depositó su voto.

Y al igual que ellos, lo mismo ocurrirá en los 899 colegios electorales de la provincia. Al final de la mañana, en pleno mediodía del 24 de febrero de 2019, se conocerán una parte de las cifras. En esa hora, en Ciego de Ávila han ejercido su derecho al voto 208 mil 312 electores, equivalente al 58, 72 por ciento de los 337 mil 936 ciudadanos previstos en los registros electorales.

 Pero, aparte de esas cifras, en Ciro Redondo hay dos sorpresas. Una de ellas es Samira Peña Yero. Es la primera vez que votará. Delgada y de pelo largo se mantiene callada en todo momento. En la mesa electoral comentan: «Mira eso, ella va a votar por primera vez». Samira se mantiene callada, en actitud respetuosa. Ha venido sola. «¿Está muy impresionada?», preguntamos. Ella mantiene su aspecto de seriedad. «No, para nada» —responde. Y se dirige a marcar la boleta.

La otra sorpresa es Clara Opizo. Llega despacito, ayudada por una mujer porque tiene dificultades con la vista. Ha aguardado pacientemente su turno y en esa espera ha tenido que saludar varias veces. Porque Clara es la mujer, que siendo una muchachita y junto con sus hermanos, ayudaron al Che a probar las primeras combinadas cañeras en el batey La Norma. Cuando ella termina de votar, varios periodistas le piden: «Clara, por favor, díganos algo, denos sus impresiones». Ella abre los brazos y una sonrisa le ilumina el rostro: «Ay, muchachos, ¿qué les voy a decir? ¡Qué estoy feliz!

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