Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Tres enamorados de abril

Dentro de los jóvenes cubanos hay miles como ellos, capaces de mover la Tierra sin hacer «escándalos»

Autor:

Osviel Castro Medel

BAYAMO, Granma.— Dos de ellos no llegan a los «ta» —como solemos llamar a los 30 años— y el otro los cumplió hace 24 meses. Sin embargo, ya han tenido que encaramarse en puestos cargados de responsabilidades y entregas.

Los tres están vinculados con oficinas aparentemente cómodas, pero en realidad poco hay de fácil en sus quehaceres, porque requieren precisión extrema.

No están ligados entre sí, aunque, por los destinos de este mundo, convergen en muchos aspectos. Provienen, por ejemplo, de familias sin oropeles, debieron sobrepasar pruebas duras, gustan del hogar, militan, obran, sueñan sin hacer «escándalos».

Sus historias demuestran que dentro de la juventud cubana viven muchachas y muchachos capaces de mover la Tierra.

El ejemplo de maestra

Yovanis Ariel Guerrero Solano es, con 23 abriles, el menor de los tres y se desempeña como especialista C en gestión económica en la Empresa de Productos Lácteos de Bayamo.

Tiene, a esa edad, un vocabulario anchuroso, lleno de referencias históricas. Tal habilidad le nació en las épocas como dirigente de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM) de Bayamo.

Estuvo entre los tres granmenses condecorados en su curso con la condición Panchito Gómez Toro, entregada a estudiantes con destacada trayectoria. «Para mí eso fue lo más lindo que pudo pasarme. Cuando me enteré de que habían aprobado el reconocimiento llamé a mi mamá por teléfono a mi casa, en Molino Rojo, y se me salieron las lágrimas», cuenta estremecido.

Ese lenguaje de los ojos era entendible: su progenitora, Blanca Lidia Solano, de 49 años, maestra de profesión, tuvo que dejar las aulas por un accidente cerebrovascular y desde el hogar no se ha cansado de aconsejarlo en todo.

«Ella y mi papá —dice— han sido unos guías excelentes. Desde que mi mamá enfermó he multiplicado la dedicación para que ella esté más contenta conmigo. Me he esmerado más en cuidarla cuando puedo».

Él es miembro del Comité Municipal de la UJC en la capital provincial de Granma y presidente de una de las comisiones auxiliares de trabajo, tareas que realiza con plena satisfacción porque, según dice, le gusta el trabajo de la Juventud, una organización en la que ha encontrado amigos y el placer que no imaginaba.

Multiplicar fuera del banco

Pablo Enrique Figueredo Medina tiene 32 años y pasa orgulloso sus días como cajero bancario. Trabaja en el Banco Popular de Ahorro, en la sucursal 7432, donde lleva las riendas del comité de base.

Él también ha sabido multiplicarse en la vida porque durante seis años quedó al cuidado de su abuela paterna, de 90 abriles (ya fallecida) y de su mamá, quien enfermó de los nervios.

«Tuve que dejar la carrera de ingeniería informática cuando comenzaba, no podía estar lejos de la casa, pero al final hago algo útil y en lo que me siento bien», sentencia.

Él asegura que le resulta difícil usar la palabra ante cualquier congregación; sin embargo, se siente en confianza cuando se dirige a los militantes.

Pablo se enroló en la UJC desde 2006, cuando pasaba el Servicio Militar, y trabaja en dependencias bancarias desde hace 12 años.

Al preguntarle si recibe reproches por formar parte de la Juventud no esconde la verdad: «Sí, algunos de mi generación ven la militancia como un sinónimo de reuniones y pagar una cotización, pero la UJC puede significar mejoramiento, superación o ayuda. Eso me ha pasado y nunca lo olvidaré».

Integrante del Partido desde 2018, este bayamés asegura que una de las experiencias más bonitas en la UJC fue el viaje que emprendió, junto a otros coetáneos, por sitios históricos de Granma hasta llegar al Monumento Portada de la Libertad, en Niquero, que recuerda el desembarco de los expedicionarios del yate Granma.

No hay miedo

Lianet Marrero Nápoles tampoco disfruta ni un ápice hablar en público. Pese al miedo escénico, desde 2013, esta ingeniera en telecomunicaciones asumió la dirección de uno de los comités de base de la UJC de Etecsa y lo hizo con tal pasión que su grupo juvenil logró destacarse dentro del municipio.

«No soy la clásica líder, simplemente traté de que las actividades llegaran a los militantes y dejaran huellas, de mezclar lo productivo con lo recreativo, lo político con lo profesional», expresa.

Con 28 años, esta granmense por adopción —es nativa de Tacajó, (Báguanos, Holguín) y resultó «flechada» por un bayamés—, revela que le encanta su trabajo, y por eso afirma: «Cuando me propusieron para el cargo dudé al principio porque pensé que me iba a chocar con mis funciones como especialista C en telemática en el Departamento de Desarrollo y Operaciones».

Con seis meses de embarazo sabe que pronto su cargo será ocupado por un compañero o compañera. Cualquiera, supone, deberá hacerlo mejor.

Para ella, el secreto para que un comité funcione está en no enclaustrarse y en buscar motivaciones para sentirse útil, aportar a la sociedad y viajar a la historia de la nación.

Así, los más de 20 militantes que lideró escalaron el Pico Turquino, visitaron casas de niños sin amparo familiar, realizaron bicicletadas y conversatorios provechosos o se fueron a Birán para palpar las raíces de Fidel y su familia.

«Cuando se trata de hacer, no tengo miedo, supero todas las barreras de mi timidez, tal vez por eso hemos logramos armonía», expresa.

Una estrella

Los tres son convencidos fidelistas. Confiesan que lloraron un mundo cuando el Comandante en Jefe partió a la sobrevida. Pero sacaron fuerzas en el momento crucial y apoyaron modestamente la organización del recibimiento popular en Bayamo de los fuegos gloriosos —que no cenizas— del líder de la Revolución.

Lianet, incluso, fue seleccionada para participar en el acto solemne desarrollado en la plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba, el 3 de diciembre de 2016.

«Fue emocionante. No dormí la noche anterior, pero vencí el cansancio pensando en la grandeza de Fidel y en la trascendencia de ese momento. Desde las tres de la tarde y hasta el final del acto estuvimos coreando consignas… y estremeciéndonos».

Para Yovanis Pablo la partida de Fidel significó un golpe duro, pero también una prueba para la juventud, que ahora debe construir el futuro sin olvidar el legado del Héroe de la Sierra Maestra.

«No es una misión fácil, algunos están confundidos o perdidos, por eso hay que persuadir a diario desde la fuerza del ejemplo. Se nos avecina el 11no. Congreso de la UJC y uno de los aspectos en que debemos enfocarnos es en cómo llevar a la práctica las enseñanzas de ese gran hombre y pensador», señala el primero.

Tanto él como sus dos coetáneos anhelan formar familias estables, crecer profesionalmente, seguir viviendo en una Cuba digna, libre, más feliz y más próspera.

Yovanis, con 23 abriles, tiene un vocabulario anchuroso, y disfruta el trabajo en la UJC.

Lianet cree que la organización debe explotar mejor las nuevas tecnologías.

Pablo habla de la importancia de la familia, que a veces pone pruebas inmensas. Foto: Osviel Castro

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