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Historia de una estatua

La restauración de la Estatua de la República es un testimonio de la amistad cubano-rusa y una evidencia de cómo se salvaguarda en la Mayor de las Antillas el patrimonio artístico

Autor:

Juan Morales Agüero

La escultura monumental cubana tiene en la conocida Estatua de la República una de sus piezas emblemáticas. Emplazada en el interior del Capitolio Nacional      —futura sede permanente de nuestro Parlamento—, encarna, según palabras de Eusebio Leal, Historiador de La Habana, «un símbolo de la Patria invicta y luchadora», y «de la voluntad continuada del pueblo cubano, que inició sus luchas en el año 1868».

La historia de esta obra comenzó a escribirse en 1927, cuando (des)gobernaba Cuba el tristemente célebre Gerardo Machado. El Capitolio estaba por entonces en fase de construcción y, en aras de engalanarlo con lo mejor del arte de la época una vez concluido, el secretario de Obras Públicas del tirano, Carlos Miguel de Céspedes, invitó a La Habana al gran escultor italiano Ángelo Zanelli (1879-1942), célebre por haber cincelado en Roma el friso del Altar de la Patria.

Tan pronto se instaló en un hotel capitalino, el artista supo los motivos de la invitación: encargarle esculpir siete frisos en bajorrelieve para el pórtico central del nuevo edificio, así como tres estatuas de bronce. Dos de ellas —una masculina y otra femenina— tendrían 6,50 metros de alto y se ubicarían en los flancos de la escalinata central de granito que daría acceso al inmueble. La primera representaría el progreso de la actividad humana, y la segunda la virtud tutelar del pueblo. La restante sería la mayor, y se ubicaría en uno de los salones principales. Se llamaría Estatua de la República.

Biografía de una escultura

Pero, ¿qué figura y fisonomía humanas debía escoger como paradigma? Zanelli pensó replicar la de Palas Atenea, la diosa griega de la sabiduría y la guerra. Desistió, porque no se parecería a la mujer cubana, de la que él admiraba su belleza. Finalmente, se inspiró en una mulata de voluptuoso cuerpo llamada Lily Valty, y en el semblante de la esposa de su amigo y compatriota Stefano Calcavecchia, de nombre Elena de Cárdenas. Con ambas sintetizó su boceto definitivo.

A los pocos días, Zanelli regresó a su país con los proyectos en mente. Sabía ya lo que iba a hacer y no tardó en poner manos a la obra. Para repujar los frisos en bajorrelieves eligió el mármol boticcino, un material de tono beige y con vetas de color oro, muy abundante en Italia. Las estatuas más pequeñas las fundió en bronce en  la Fonderia Laganá, en Nápoles. Y la mayor en la Fonderia G. Chiurazzi, en Roma. Luego las bruñó y doró mediante técnicas electrolíticas.

Dos años después, las esculturas estaban terminadas. Por su considerable tamaño, Zanelli y sus ayudantes dividieron la mayor de todas en tres partes y las embalaron en cajas. Con sumo cuidado las montaron en un vagón especial y las mandaron por ferrocarril al puerto de Nápoles. Llegaron a La Habana el 17 de abril de 1929, en medio de una gran expectación.

En su novela El recurso del método, el escritor cubano Alejo Carpentier reseña con humor criollo cómo fueron saliendo del barco los tres segmentos de la Estatua de la República: «Una expectante multitud se aglomeró en los muelles para asistir a su aparición. Pero hubo algún desencanto cuando se supo que la escultura no iba a salir así, completa, de pie, ya erguida, como habría de vérsela en el Capitolio, sino que era     traída en trozos, para ser armada en el lugar de su   erección.(…). En eso sonaron las sirenas de las doce, pararon su trabajo las grúas, y los de la estiba fueron a comer sin que el pueblo se dispersara. Y era que, sin duda, algo grande quedaba todavía en las profundidades del barco. A las 2:00 pm volvieron los hombres al trabajo, y, entre aplausos y exclamaciones, la Teta Desnuda de la Magna Figura salió de las calas, descendiendo a tierra con solemne lentitud».

Las cajas donde se embalaron las piezas de la Estatua de la República —conocida también en sus albores como Estatua de La Libertad y Estatua de La Patria—, fueron subidas en hombros por la escalinata de granito de 55 peldaños y 36 metros de ancho del Capitolio. La escultura se ensambló sin dificultad y fue colocada bajo su cúpula, en el Salón de los Pasos Perdidos —llamado así por su excelente acústica—, días antes de la inauguración del edificio, el 20 de mayo de 1929, cuando tomó por segunda vez posesión presidencial Gerardo Machado.

Una obra para la posteridad

La Estatua de la República irradia altivez y grandeza. Es hueca y se yergue sobre una plataforma de 2,50 metros de altura, hecha con mármol egipcio antiguo, el mismo con el que se talló el pedestal del monumento al Papa Eduardo VII, en la Iglesia de San Pedro, en Roma. Desde la base hasta lo alto de la lanza mide 18,16 metros, con un peso de 49 toneladas.

Su cabeza está tocada con un gorro frigio, emblema libertario global. Su mano derecha oprime la parte alta de una lanza, mientras la izquierda reposa sobre el escudo de Cuba apoyado en el suelo. La escultura, laminada originalmente con oro de 22 quilates, exhibe gran definición de los planos musculares de un cuerpo apenas cubierto por una túnica. En su interior tiene unos tensores que la mantienen erguida. Y en su parte delantera aparece un barco de remos con los signos zodiacales Escorpión, Capricornio y Géminis grabados en la quilla. 

Según asegura el periodista Mario Cremata Ferrán en OPUS Habana —portal web adscripto a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana—, esta famosa estatua habanera «se consideró la segunda más alta del mundo bajo techo, superada por el Gran Buda de Nara, Japón. En la actualidad es la tercera, después de concluido el mausoleo a Abraham Lincoln, en Washington».

Estatua y restauraciones

Ni los materiales más tenaces son inmunes al paso del tiempo. Así, la Estatua de la República comenzó a mostrar indicios de deterioro. A juzgar por la enciclopedia Ecured, en 1983 fue reparada «para detener la inclinación que sufría hacia un lado,       debido al fallo de unos tensores». En los años 90, el mantenimiento «solo incluyó limpieza mecánica y    química».

En 2006, gracias a la Oficina del Historiador de la Ciudad y al Centro Nacional de Conservación y Restauración de Monumentos recobró esplendor con la aplicación de una pátina de terminación. Para entonces había perdido casi todo el oro de 22 quilates de las tres láminas que la recubrían.

La restauración capital que se ejecuta en el Capitolio Nacional tuvo en cuenta —¡cómo no!— a la Estatua de la República. En la compleja tarea, iniciada el 17 de octubre de 2018, laboró un equipo de restauradores rusos, integrado por ocho mujeres y 14 hombres. El trabajo, que incluyó limpieza química y mecánica, reparación de fisuras y laminado con oro de 24 quilates, concluyó el 21 de junio, y la escultura fue reinaugurada el pasado 24 de julio en un acto solemne, en presencia del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido, y de Serguéi Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, entre otros invitados.

Leal Splenguer, artífice de la rehabilitación patrimonial capitalina, agradeció al presidente ruso, Vladimir Putin, el donativo que permitió «la restauración de esta obra magnífica». La empresa restauradora de la Federación de Rusia, CMC-Development Empresa Internacional de Construcción, también mereció su gratitud «por su serio trabajo».

El Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional de Cuba volverá a trepidar de orgullo por el remozamiento estético de su inquilina más ilustre. Y la piedra preciosa que sustituye al diamante original como referente del kilómetro cero de la Carretera Central, engarzada en sus proximidades, seguramente refulgirá con mayor brillantez e intensidad.

Por lo que significan como símbolos de la solidaridad y la fraternidad, y por la belleza intrínseca de su hechura, las palabras del Historiador de La Habana en la referida jornada solemne reflejan el sentimiento de gratitud del pueblo cubano por la restauración de la Estatua de la República. Dijo allí: «De los montes rusos salió el oro para cubrir esta escultura. (…). Oro de 24 quilates del más alto estado de pureza. Tan pura y tan importante como la eterna amistad entre la Federación Rusa y la nación cubana».

Fuentes:

  • «Dos rostros, dos estatuas habaneras», en OPUS Habana.
  • Estatua de la República, en Enciclopedia Ecured.

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