Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El jefe tiene que andar pegado a los de abajo

La joven Arlety de la Paz Suárez anda los potreros de la cooperativa de créditos y servicio (CCS) José Luis Tasende, en el municipio avileño de Ciro Redondo. En 2015 fue elegida vicepresidenta, una responsabilidad que al principio le puso las piernas frías como un hielo

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

CIRO REDONDO, Ciego de Ávila.— Cuando andaba por las montañas de Oriente, cambiando bombillos y equipos eléctricos como trabajadora social, Arlety de la Paz Suárez confirmó una verdad que aprendió primero en los campos de su infancia. Esa verdad era que las personas humildes son las que abren la puerta a los necesitados sin pedir nada a cambio e, incluso, no dan lo que tienen sino hasta lo que les falta.

Con ese principio, ella anda los potreros de la cooperativa de créditos y servicio (CCS) José Luis Tasende, en el municipio de Ciro Redondo. En 2015 fue elegida vicepresidenta por la asamblea de los 90 asociados; una responsabilidad que, al principio y sobre todo en la reunión, le puso las piernas frías como un hielo.

«Había empezado en la CCS en el cargo de organizadora en 2006. Después pasé un curso de contadora y empecé a cumplir esa función. Al realizarse la asamblea, pensé que me iban a ratificar en el cargo; pero al escuchar que me proponían para vicepresidenta y que todos votaban por mí…, mira, me asusté», cuenta.

Graduada de Comunicación Social, militante de la Unión de Jóvenes Comunistas y el Partido, miembro del Buró Provincial de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (Anap) en Ciego de Ávila, Arlety nos recibe en el fondo de la casa donde vive con sus abuelos, en las afueras del poblado de Ciro Redondo. Allí en un cuarto, donde hay dos burós y varios estantes llenos de papeles, ella tiene su local de trabajo hasta que puedan construir las oficinas de la CCS.

La joven, alta y de pelo castaño, enciende unos ventiladores y mientras lo hace, comenta: «Ya tenemos ubicado el lugar; pero en lo que llega el tema de los papeles y la construcción, aquí atendemos a los compañeros».

Preguntamos por su hijo Abdiel, de un año y tres meses, y ella abre los brazos: «Está en la casa en que lo cuidan; pero si hubiera llegado un poquito antes, se habría encontrado todo esto virado al revés». Abre los brazos en un gesto de madre feliz y dice: «No es fácil el chiquito ese».

II

—Arlety, ¿por qué los jóvenes no quieren vivir en el campo?

—¿Quién dice eso? Oye, yo no estoy de acuerdo. En el campo hay muchos jóvenes, que son muy trabajadores y no piensan irse para otra parte.

—Pero la mayor parte de la población cubana vive en las ciudades y muchas personas, jóvenes incluso, se van del campo porque pasan más trabajo que en la ciudad

—Eso es verdad; sin embargo, tampoco se puede ir al extremo y decir que todo el mundo o todos los jóvenes se quieren ir del campo. Lo que pasa es que se deben atender las comunidades campesinas. Para hacer los trámites de una vivienda o buscar los materiales para construir una casa, por ejemplo, se pasa mucho trabajo. Hay que dar 20 000 carreras y con los problemas del transporte, la cosa se hace más difícil; aunque también digo, sin exagerar: hay muchos que no se quieren ir.

—¿Por qué?

—Mijo, el campo gusta. Tiene sus encantos. Hay que trabajar; pero si le pones cabeza y esfuerzo, recibes el resultado. Ustedes los hombres dicen que la tierra es como la mujer: hay que atenderla siempre y ponerle lo que lleva, en el momento que lo necesita. Y eso es verdad: la tierra es agradecida con el que la atiende.

—Desde el cargo de vicepresidenta, ¿cuál es tu función?

—Atender las necesidades de los asociados; tramitar sus contrataciones con las empresas. Brindar los servicios para que ellos puedan realizar su trabajo. Por ejemplo, las frutas o los vegetales que se llevan a la fábrica de conserva, las debo atender yo. También el contrato del combustible. Todo ese papeleo es mío. Por eso debo moverme entre el campo y Ciego de Ávila.

III

—¿En qué te mueves?

—(Se echa a reír) En lo que aparezca.

En botella. En carro. En tractor y muchas veces a pie. En ocasiones con una paciencia que algunos no conocen. Un día después de la entrevista, la encontramos al final de una mañana en Ciego de Ávila, bajo un sol inclemente y bañada en sudor después de salir de unas oficinas, en las que debía tramitar el combustible, y no pudo hacerlo porque había apagón. «Paciencia, mucha paciencia», dijo.

En medio de la conversación se aparecieron al menos tres campesinos. Uno de ellos, fornido, vestido con un pulóver, llevaba una factura en las manos. Era un nuevo trámite, dentro de una CCS, constituida en 1979 y que cuenta en la actualidad con 90 asociados, dedicados a los frutales, la ganadería y los cultivos varios.

En 2018, pese a ser pequeña y no contar casi con sistemas eficientes de riego, la José Luis Tasende produjo más de 60 000 litros de leche, superó las 95 toneladas de cerdo, las 80 de maíz, 105 de frijoles y las 320 de frutales después de sufrir, primero, de una sequía que no olvidan; después los puñetazos del huracán Irma, que se ensañó de mala manera con los frutales y ahora con el combustible, que, como ellos dicen, «está apretado».

IV

—Arlety, para la ciudad te mueves en botella; pero con los problemas del combustible, ¿cómo lo haces en el campo?

—Bueno, ahí también en lo que aparezca; aunque con estas lluvias y los canarreos o las zanjas que se hacen en los caminos, pues debo andar en bicicleta o a caballo; porque ni con combustible un camión o un tractor se meten en algunos lugares de la cooperativa. La CCS nuestra tiene lugares pegados a la costa, con zonas bajas y hasta allí hay que llegar, así sea con los pantalones remangados.

—Arlety, ¿tú crees que hoy se aprovechan todas las potencialidades de las cooperativas?

—Mira, si algo da resultados son las cooperativas. ¡Pero cooperativas de verdad! Esa forma de organización en la cual los asociados tienen voz y voto y entre todos deciden lo que se va a hacer y cómo se hará es muy buena. Si de verdad tú quieres que una cooperativa funcione estás obligado a ir a la base, a tocar las cosas con la mano.

«A veces yo comparo lo que hace la cooperativa con la manera de actuar de nuestro presidente. A Díaz-Canel le gusta meterse abajo con la gente, escucharla. No tiene miedo a que el pueblo diga los problemas y eso es bueno. Los líderes en una cooperativa tienen que ser iguales.

«Por eso creo que ellas pudieran potenciarse más. Nuestra función, por ejemplo, es dar servicios a los campesinos asociados. ¿Por qué yo tengo que ir a una empresa a contratar una maquinaria, si nosotros la pudiéramos tener? ¿Por qué esa maquinaria no llega también a mí? El hecho de que una empresa sea estatal no quiere decir que ella sea más estatal que una cooperativa. ¿Sabes por qué? Porque al final, el Estado lo somos todos. El pueblo completo. ¿Eso no lo enseñó Fidel?

—Oye, ¿y es muy difícil tratar con los campesinos?

—No, mijo, no. Los verdaderos guajiros son la gente más noble del mundo. Lo que tú debes decirle siempre la verdad. Ellos no soportan la mentira. Por las buenas y sin mentiras, tú logras cualquier cosa con ellos.

—Dijiste los verdaderos guajiros. ¿Es que en el campo hay personas que no son verdaderos campesinos?

—Como en todas partes, en el campo puede haber de todo. El hecho de que una persona viva en él y trabaje la tierra no lo hace campesino. Si no es una persona noble, si no ayuda a los vecinos sin interés, si en su mente no está el trabajo y el apego a la familia y a sus compañeros y lo único que piense es en los inventos, entonces ese sí que no es un campesino.

—¿Pero todos los campesinos actúan y piensan de la misma manera?

—¡Ah, no! Los guajiros viejos andan más apegados a las tradiciones que aprendieron de la familia. Eso no es tan en blanco y negro. En el campo hay mucha gente preparada, han estudiado. Sin embargo, de forma general, el guajiro de más edad aprendió de sus padres y abuelos que un tipo de cultivo se siembra en una época del año y de una manera muy específica. A diferencia del joven, que ha estado en las escuelas, en los politécnicos, el viejo ha obtenido su sabiduría de la transmisión oral, basado en tradiciones familiares y en la práctica que le dio la vida durante generaciones.

«El joven campesino, en cambio, es más abierto a las innovaciones tecnológicas. Ellos no miran con tanto recelo una vitroplanta de plátano. El guajiro de más edad desconfía de ella. Hay que demostrarle en la práctica, que esa posturita se convertirá en una planta vigorosa, con una capacidad de rendimiento muy grande. Pero más allá de eso, pienso que se deben aprender de todas las partes: de la iniciativa del joven, y del respeto a la tierra y al trabajo que tienen los viejos».

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.