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La pasión de Wildy por el modelismo

Israel Wilfredo Díaz Gómez vive como pocos el arte de crear objetos a escala que funcionan tal y como si se tratara de sus «hermanos mayores», una práctica que más allá de la parte lúdica, tiene un sentido educativo, histórico, didáctico, e incluso decorativo

Autor:

Enio Echezábal Acosta

La creación ha sido un motivo que condicionó la acción humana desde que esta «joven» raza tiene uso de razón. Da igual que fuera un hacha petaloide, una lanza, o la mismísima rueda, los humanos hemos tratado siempre de llevar a la práctica las ideas salidas de nuestra prolífica mente.

Luego, cuando somos capaces de tocar con las manos —y sentir bien adentro— el resultado del esfuerzo propio, la sensación que sobreviene admite pocas comparaciones. Como si del nacimiento de un hijo se tratara, instantes de ese tipo se graban como un tatuaje en la memoria.

Israel Wilfredo Díaz Gómez —aunque el resto del mundo lo conozca como Wildy—, es alguien que entendería muy bien a lo que nos referimos. Fotógrafo de formación, y fundador de la cinematografía educativa en Cuba, este cienfueguero descubrió bien temprano su amor por el modelismo. Definitivamente los trenes fueron su inspiración.

«Cerca de mi casa estaba el almacén de la planta eléctrica adonde llegaba una plancha trasladando material, y desde esa época empezó a llamarme la atención la máquina de vapor», asegura.

Para él, el encanto de esa máquina espectacular radica en su alma, que yace encerrada en el ritmo de sus sonidos y la nube de humo blanco que se forma a su alrededor. Enmascarado en una sonrisa de complicidad consigo mismo, cuenta que de niño sus juguetes preferidos eran esos colosos de hierro devoradores de rieles. Sobre todo los de carga llamaban su atención.

«Tampoco es que en mi infancia pudiera tener todos los trenes que quise. Pensaba que de grande, cuando trabajara, podría comprarme los míos, pero luego vino la época en que te tocaban los juguetes por la libreta, y si cogías una bicicleta no te tocaba otra cosa, así que estaba embarcado», comenta, ahora sí con la risa desatada.

El tiempo pasó, y llegó de regalo su primer modelo. Aquel tren Piko, de escala diferente a la que él estaba adaptado, significó una revelación. El amor por los trenes y el modelismo en general se había convertido en cosa seria.

Un viaje de París

Fue en 1991 que un viaje a París lo hizo entender el valor de las ancestrales locomotoras que a lo largo de Cuba yacían sin ser contempladas en todo su —vetusto, pero elegante— esplendor. «Estar en un ambiente tan moderno me hizo entender, además, por qué los extranjeros se maravillaban con los carros de trenes que teníamos, y su deseo de fotografiarlos.

«A partir de ahí decidí empezar a investigar sobre el tema de las locomotoras, para dar respuesta a muchas preguntas que habían ido surgiendo por el camino. Aquello me hizo pensar de nuevo en las maquetas y los trenes, así que por lo tanto puede decirse que fue algo así como un rencuentro con mi niñez», detalla.

Durante ese período de supervivencia que fue para la Isla el período especial, Wildy decidió embarcarse en una cruzada personal que le traería emociones inesperadas. Era el año 1993, cuando tomó rumbo a Granma para rescatar del olvido a sus amigos, los gigantes de las ruedas ferrosas.

«Allí, gracias a la ayuda de Lino Luis Valerino Cámbar, presidente del Club de fotógrafos de Bayamo, pude tomar fotos de varios centrales que tenían todavía sus antiguas máquinas, y luego pude hacer la primera exposición con imágenes de esos lugares. Con mucho trabajo, moviéndome en las mismas locomotoras de esos lugares, logré visitar hasta tres centrales: Bartolomé Masó, José Ignacio Figueredo y Arquímedes Colina».

«Al final de aquella aventura, allá en Bayamo, hicimos una exposición en la que participaron mis colegas granmenses, y también trabajadores de los centrales, quienes en muchos casos visitaban por primera vez una galería de arte», precisa.

Cuando recuerda aquel mo-mento en que los humildes habitantes de la zona vieron sus imágenes, se pone serio, y no puede evitar que sus ojos se humedezcan ni que su voz se quiebre levemente. «Verlos descubrirse en mis fotos fue para mí una de las emociones más grandes que he sentido».

El yate de Ernest Hemingway

Luego de aquella experiencia con los trenes, Wilfredo comenzó a interesarse mucho más por las otras variantes de la práctica artesanal conocida como modelismo, sobre todo el naval. Hasta el día de hoy, Wildy sigue alternando su trabajo como fotógrafo de la revista Somos Jóvenes con su dedicación por crear barcos a escala, que funcionan tal y como si se tratara de sus «hermanos mayores».

Algo de eso fue lo que intentó hacer cuando se atrevió a recrear el yate Pilar, célebre embarcación que perteneciera al escritor Ernest Hemingway durante su estancia en la Mayor de las Antillas.

«Ese era un modelo de los años 30 que siempre me había gustado, y lo escogí porque, a diferencia del tren, que necesita la línea para funcionar, el barco puede navegar en prácticamente cualquier lugar con agua estancada, ¡incluso en un lavadero!», apunta.

La réplica del yate Pilar fue su primera creación.

Las limitaciones para concretar ese primer «alumbramiento» no fueron pocas. Sin un plano a su disposición, tuvo que usar una gran cantidad de fotos que tenía en su archivo, pues para colmo de males, no quisieron darle permiso para acercarse y tomar algunas medidas allá en Finca Vigía.

«También hubo varios trabajos que me sirvieron para apoyarme en la recreación del Pilar: uno fue el que leí en una revista norteamericana sobre el Orca, barco que aparece en la película Tiburón (Jaws). Pero como no eran suficientes los detalles, tuve que acudir al maestro español Antonio Alcaraz, un famoso modelista en cuyos textos encontré varias soluciones.

«Cuando terminé, aunque el resultado fue bueno y quedé satisfecho, sentí que podía haberme quedado mejor. El casco fue tal vez el resultado menos fiel de la nave. Desde aquel Pilar que hice en 2005, he ido buscando perfeccionar los modelos, y hoy me toma alrededor de un año terminar uno», señala.

Entre los restantes que ha construido se encuentran una torpedera Vosper, un barco empujador, las lanchas Riva Acuarama y Colek, un cazasubmarino CS-13, un buque de servicio práctico de puerto Aresa Pilot, y también un submarino, el cual infelizmente perdió mientras era controlado por un amigo en una presa.

Entre todos los modelistas

Al vínculo entre todos los modelistas cubanos da un crédito importante en la concreción de sus sueños «marítimos». En tal sentido cuenta: «Nos relacionamos a través de amigos que nos presentan a otros, y así vamos creando una red cada vez mayor de apasionados de este tema. Lo más curioso es que entre todos conseguimos que a pesar de no tener nada, tengamos todo.

«No solo entre los cubanos nos tendemos la mano, sino con personas de otros países que comparten esta pasión, y así en ocasiones nos facilitan herramientas y otros materiales, como pegamento», afirma.

Aunque no tiene hijos biológicos, comparte con su esposa el amor por los dos hijos de ella. Asimismo, para Wildy cada barco nuevo es, a su manera, un vástago más.

«Es cierto que el primero tuvo un componente de dificultad mayor, porque debí aprender ciertas cosas nuevas, pero los restantes, o sea, sus «hermanos», también tienen su propia historia y por eso digo que para mí ha sido cada uno un reto que he disfrutado».

Sus historias aparecen relatadas en el blog Modelismo cubano, fundado en 2009. En esta plataforma, además de dar a conocer sus experiencias, Wildy busca demostrar los múltiples valores de esta práctica que más allá de la parte lúdica, tiene un sentido educativo, histórico, didáctico, e incluso decorativo.

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