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Manuel Ascunce: ejemplo para el magisterio en Cuba

Convencido de que enseñar a los campesinos a leer y escribir era parte de su contribución para una sociedad mejor en la Cuba que se construía, el joven asumió la responsabilidad, y más que maestro, fue un hijo en la casa de Pedro Lantigua Ortega

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Con 16 años, uniforme, farol en mano y el carné no. 72792 llegó Manuel Ascunce Domenech en julio de 1961 al intrincado paraje de Limones Cantero, en la sierra del Escambray, en el poblado de Trinidad.

Convencido de que enseñar a los campesinos de la zona a leer y escribir era parte de su contribución para una sociedad mejor en la Cuba que se construía, el joven asumió la responsabilidad, y más que maestro, fue un hijo más en la casa de Pedro Lantigua Ortega, donde le acogieron.

El 26 de noviembre de 1961 la esposa de Pedro preparó una colada de café pero nadie pudo tomarlo. Los bandidos de la contrarrevolución llegaron a llevarse al maestro y a su anfitrión, y casi moribundos, fueron colgados en las ramas de una acacia, para «escarmentar» a los que seguían los preceptos de la Revolución Cubana.

Manuel era casi un niño, Pedro era un hombre honesto y trabajador. La barbarie que hoy recordamos nos hace reafirmar nuestros principios como lo hicieron aquellos bisoños que no se amilanaron ante nada. La obra social que hoy tenemos, mucho les debe a ellos.

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