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El «médico» de las motorinas

Por la excelencia de sus servicios, un taller que repara motorinas se ha convertido en referente para los dueños de esos medios de transporte en la capital tunera

Autor:

Juan Morales Agüero

LAS TUNAS.— Las motorinas tomaron por asalto las calles de esta ciudad como en toda Cuba. No existen recodos indiferentes a su grácil figura ni parajes ajenos a su sigiloso desplazamiento. José Antonio Brizuela, otrora profesor de Ciencias Exactas, dotó a estos vehículos de una alternativa de reparación: el Tony Garage. El muchacho de 30 años de edad accedió a conversar con Juventud Rebelde acerca de cómo le dio vida a su utilitaria iniciativa.

«Todo comenzó hace siete años, cuando llegaron a Las Tunas las primeras motorinas. Recuerdo que a mi mamá le asignaron una por su trabajo y una mañana se negó a arrancar, y yo, de intruso, me puse a cacharrearla. Para mi sorpresa, di con el problema y lo resolví. Desde entonces ando en este trajín, pero ya con estudios. El empirismo es cosa del pasado», refiere.

De aquella época data su idea de fundar un tallercito, pues, enterados de sus aciertos como «médico» de motorinas, los necesitados le llovían. Tony y sus compañeros de aventuras adquirieron un local y montaron su primer taller. Cuando les quedó pequeño, optaron por comprar un terreno para edificar uno mayor. La obra llevó esfuerzos, pero valió la pena. Desde el pasado julio emplazaron allí una instalación elegante y práctica que está exhibiendo credenciales en su perfil.

Un taller eficiente

El Tony Garage es un dechado de organización y buen gusto. Tan pronto se franquea su puerta se topa uno con la muchacha encargada de asentar en una laptop los datos de la motorina cuyo dueño solicita servicios. En una pared fulgura un mural con información sobre medio ambiente. Y en otra resalta un gran retrato del Comandante en Jefe. Una confortable salita de espera se pone a la disposición de los visitantes.

La cultura del detalle se combina con la calidad de los servicios en Tony Garage, sostiene José Antonio

Luego vienen las áreas técnicas. En la primera se trabaja la mecánica, y en la segunda la electrónica. Hay un pañol con herramientas, equipos de medición, extintores de incendio, accesorios… Los trabajadores visten llamativos pulóveres con la identificación del taller y sus números telefónicos. Tony los diseñó y los mandó a hacer a Ecuador, pues al principio los clientes no sabían a quién dirigirse cuando llegaban.

«Aquí, menos pintura y reparación de plásticos, prestamos todos los servicios. Solo recibimos motorinas convencionales, es decir, las de cajas electrónicas de onda cuadrática, de las cuales contamos con información técnica. Su estadía en el taller suele ser corta. Tratamos de que el cliente se marche rápido y, especialmente, satisfecho», asegura.

Según cuenta, buena parte de las averías son atribuibles a sus dueños, pues, al lavar sus motorinas, no tienen en cuenta que la humedad afecta los sistemas eléctricos y electrónicos, y más si el agua es a presión. Por eso abundan los daños a los sensores y los cortocircuitos. Para evitar tan molestos contratiempos, a los clientes se les entrega un folleto que explica en detalles cómo deben cuidar sus vehículos.

«Ofertamos servicios más allá de nuestras puertas, aunque con ciertas condiciones. Si a alguien le falla su motorina en plena calle o en la carretera, nos llama por teléfono y acudimos al lugar. Si allí no podemos resolver el problema, la remolcamos hasta el taller con la nuestra, que tiene una autonomía de 250 kilómetros por carga. Pero no atendemos roturas a domicilio, porque eso significaría tener que abandonar el lugar de trabajo y cargar con las herramientas», detalla Tony.

Como las piezas para reposición escasean, Tony y su piquete compran motorinas, las desmontan y utilizan sus accesorios como repuestos. Al cliente que necesita una, se la ofertan, y si le conviene el precio fijado, se le cobra junto con la mano de obra. Esta modalidad goza de gran demanda. En el taller también fabrican cargadores para baterías.

«Lo ideal sería que hubiera una tienda donde se pudiera adquirir todas esas piezas. Así nos evitaríamos comprar equipos para desarmarlos. Espero que en algún momento las abran», añade.

Demanda empresarial

En vistas de la excelencia de sus servicios, varias empresas tuneras, y hasta de la vecina provincia de Holguín, han contratado con el Tony Garage sus parques de motorinas. El Frigorífico, por ejemplo, solicitó reparación para siete de las suyas. También lo hizo el Joven Club de Computación y Electrónica. A los equipos que reparan les dan una semana de garantía.

«Los trámites son sencillos. La empresa envía a alguien y nos ponemos de acuerdo sobre qué prestaciones desea recibir. Si los términos del contrato se aceptan por las dos partes, lo firmamos. El año pasado tuvimos convenios con 50 empresas. Pero en este nos cambiaron la patente y eso nos está complicando su actualización. El papeleo también se ha incrementado. Pero con la ONAT estamos bien y al día», afirma Tony.

Reidel Rivas es uno de los especialistas que integran la nómina de Tony Garage. Tiene 32 años de edad y se graduó de técnico de nivel medio en Electricidad en la enseñanza politécnica. «Comencé trasteando la motorina que me dieron cuando laboraba en la Empresa Eléctrica. La arreglé y desde ese momento la electrónica me conquistó.

«Aquí atiendo las motorinas que llegan con los controladores dañados, tanto por humedad como por sobreconsumo. En cuanto a las baterías, algunas refieren afuera una potencia que no tienen. Abrimos una y tenía 16 amperes, no 20 como decía de fábrica», recuerda.

Mientras conversa, Reidel revisa la batería de una motorina recién ingresada. Su dueño, Wilfredo Batista, cuenta que se quedó «botado» en medio de la carretera cuando iba rumbo a la ciudad de Puerto Padre. Conocía de la existencia de Tony Garage. Así que llamó por teléfono, le solicitó su ayuda y dentro de unos minutos reanudará su interrumpido viaje.

«Es impresionante la calidad del servicio que brinda este taller. Su gente trabaja bien y rápido. Además, tienen todo muy bonito. ¡Ojalá funcionaran otros similares en los municipios! Actualmente, hay muchas motorinas circulando, y su reparación y mantenimiento necesitan cobertura», apunta.

Garage Tony, una familia

Los seis jóvenes trabajadores del Tony Garage son, más que compañeros de trabajo, una familia. Cada cual sabe lo que le toca hacer, y no es necesario recordárselo. La transparencia y la confianza son sus banderas. Todos intervinieron en la obra, reciben igual remuneración y se sienten felices por formar parte de un piquete dispuesto y emprendedor.

«Nos reunimos periódicamente y analizamos nuestros errores, para no volverlos a repetir. Jamás nos sentimos completamente satisfechos y siempre tenemos nuevos proyectos en mente. Internet nos ayuda mucho en cuanto a actualización y superación. La electrónica no perdona el inmovilismo», acota Tony.

A punto de despedirnos, el joven me habla de la connotación de la imagen para que una empresa prospere e imponga su sello. Me comenta sobre la importancia que le atribuye a la cultura del detalle, y no para impresionar al cliente con lentejuelas y lumínicos, sino para respetarlo y mostrarle que ha llegado a un lugar diferente, capaz de hacerlo sentir de maravillas.

«Gestiono Tony Garage con muchos de los conocimientos que adquirí en mi etapa universitaria. Las técnicas que me enseñaron entonces mis profesores son infalibles: tesis, problema, causas, soluciones… Incluso, la dialéctica me muestra la ruta de cómo superarme a mí mismo cada día», dice.

El taller va a cerrar y Tony se encarga de darle seguridad. «¿Para qué emplear a alguien en eso si la tecnología puede hacerlo?», se pregunta. Y, acto seguido, activa un sistema de alarma concebido para que le envíe un aviso urgente a su celular si en algún momento advierte merodeos de intrusos.

«Por si acaso», dice. Y con la misma monta en su motorina, me dedica un último saludo y se retira avenida abajo.

 

 

 

 

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