Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

COVID-19: Prevenir sin pánico (+ Infografía)

El nuevo coronavirus nos puso de inmediato en otra fase: la de la prevención consciente e instantánea

Autor:

Liudmila Peña Herrera

Ya suponíamos que pasaría. Milagroso hubiese sido que Cuba escapara de la prueba durísima con que se ha despertado 2020. Milagroso, porque a los cubanos casi siempre nos toca batear con el «viento en contra», aun cuando lo hagamos con tanta energía, tanto empeño y tanta fe en la victoria que generalmente terminemos ganando.

Pues ya está: la COVID-19 cruzó la frontera sin permiso y nos puso de inmediato en otra fase: la de la prevención consciente e instantánea, la de ir más allá de pensar y crear estrategias, para actuar rápido y de forma eficaz. Superado el primer momento de conmoción ciudadana, es preciso optar por la prudencia, el autocuidado, la vigilancia y la responsabilidad, pero sin contribuir a esa histeria colectiva que nos llevaría a recluirnos todos en las casas, como en una novela de Saramago, porque nos parecería ver al virus acechando en cada esquina y no querríamos no solo que no nos besaran, sino que nadie se nos acercara. 

Todavía cuando escribo no —y ojalá que no lleguemos a eso—, pero puede ser que en algún momento el SARS-CoV-2 sí llegue a estar en unas cuantas esquinas, en el pasamanos de la escalera, en el asiento de la guagua, en el mostrador de aquella tienda, en el vaso donde nos sirven el refresco en la cafetería, en las manos de la vecina que nos está brindando café…

Tampoco hay que ser ingenuos: la facilidad con que se propaga el virus juega en contra de nuestros hábitos cotidianos, nuestras necesidades sociales (trabajo, estudio, recreación, intercambio con familiares y amigos, compra de insumos para el hogar…), y nuestra propia idiosincrasia alegre y desenfadada que nos lleva a plantarle un beso en la mejilla al más desconocido de los desconocidos con tal de ser agradables o generar afinidad y empatía. Pero no seamos gentiles con el virus. Ya le declaramos la guerra; ahora hay que actuar en consonancia y reprogramarnos los saludos, habituarnos a lavarnos las manos con frecuencia como cuando el cólera parecía meternos en un mundo «garcíamarquiano», pertrecharnos de vasos y cubiertos personales para almorzar en el trabajo, cargar con un pomo con agua para hidratarnos como lo hacemos cada vez que queremos combatir una gripe, llevar nuestro propio jabón a todos lados, tomar las precauciones en los espacios públicos y sí, también seguir el minuto a minuto que les estamos ofreciendo los medios de prensa, los ministros, el Presidente…

Por cierto, es reconfortante, en medio de esta preocupación lógica, saber que quienes dirigen el país no se desentienden y priorizan, como debe ser, un asunto que no es de un enfermo y sus familiares, o del Sistema Nacional de Salud Pública y sus profesionales, o de los grupos poblacionales de alto riesgo. Este es un problema que, así como nos involucra a todos, también nos responsabiliza a todos. Por eso celebro todas las iniciativas surgidas de la creatividad de quienes confeccionan carteles en los centros laborales, comparten información a través de las redes sociales, se recuerdan por teléfono lo que no deben olvidar, cosen nasobucos para ellos y hasta para los vecinos… Por cierto, no olvidemos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda usar mascarillas solo a quienes presentan síntomas de la COVID-19 o cuidan a personas con tos y fiebre, porque al igual que es una medida de precaución, también puede convertirse en un foco de infección. Tengamos en cuenta también que no todo lo que circula en internet es cierto, así que recomiendo leer sitios confiables para no caer en las trampas de la desinformación en el afán de combatir el Sars-CoV-2.

Qué más quisiéramos que estar aún monitoreando la situación internacional sin tener al enemigo cerca. Pero ya que entró y que estamos avisados, ante el mínimo síntoma, a ser responsables y a querernos más que nunca: actuar a tiempo es la clave del éxito.

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