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La inmunidad viste de blanco

Enfermera de profesión, la floridana Iris María Marman Gómez cuenta su experiencia en el enfrentamiento al nuevo coronavirus en Camagüey

Autor:

Yahily Hernández Porto

FLORIDA, Camagüey.— Unos 40 kilómetros separan a la ciudad cabecera de este municipio, epicentro del evento de trasmisión local de la COVID—19 más severo en territorio agramontino, en la comunidad de Argentina.

En varios puntos de ese trayecto las medidas higiénicas y de control se intensifican, sobre todo a la altura del Motel Deportivo, donde es preciso detener el vehículo para que se fumigue cada centímetro de sus neumáticos, laterales, el piso y hasta la suela de los zapatos de sus pasajeros.

Minutos más tarde llegamos a la acogedora instalación turística, que desde hace algunas semanas renunció a su habitual labor recreativa para convertirse en un centro de aislamiento, donde se acogió durante 14 días a 22 viajeros cubanos procedentes de Estados Unidos, Vietnam, Inglaterra, Francia y Nicaragua.

Ahora la instalación se encuentra en un riguroso proceso de desinfección, y su personal se prepara para recibir nuevos inquilinos sospechosos de portar el SARS-CoV-2 por ser contactos de casos positivos o presentar síntomas de Infecciones Respiratorias Agudas (IRA).

En medio del ajetreo sobresale una mujer que parece inmune a las sorpresas, tal vez porque ha pasado ya por muchas en los días previos. Serena y muy segura de sí, ella nos da los buenos días mientras apoya la limpieza que el personal administrativo realiza con extremo cuidado.

Enfermera de profesión durante más de 35 años, Iris María Marman Gómez cuenta a los insistentes periodistas sobre su experiencia en el enfrentamiento al nuevo coronavirus.

«Cuando la COVID—19 llegó a Florida fue como si mi mente se quedara en blanco. Me sorprendió la noticia porque no pensé que el virus penetrara hasta Argentina, una comunidad distante de las ciudades. Me dije, "Iris, prepárate para lo que viene". Desde entonces nunca más he podido dormir tranquila, porque me acuesto pensando en los pacientes, mi familia, mi gente toda, en Cuba».

Aunque es la misma profesional, ella siente que algo ha cambiado en ella, pero aún no define qué es: «Tal vez trabajar con una enfermedad que no tiene rostro y te engaña todo el tiempo me ha quitado la tranquilidad. Hay personas con síntomas y sin ellos, y esa es la parte que más preocupa, pues el paciente puede estar bien a simple vista y a la vez está enfermo y contagiando a otros».

Iris, madre de dos varones (Laidel García, de 21 años, y Lázaro Cabrera, de 27), estuvo los 14 días recluida en el centro y recibió a cada viajero, percibiendo en ellos a la vez esperanza y temor de estar infectados: «El momento más difícil era esa llegada, que nos hizo darnos cuenta de cuánto afecta este virus en la estabilidad emocional de las personas. Como si fuera un destructor de la paciencia y la sicología humana. Imagina, había que darles confianza, aunque a veces una se preguntaba ¿de dónde la sacas?

«Un simple estornudo o una carraspera desata una incertidumbre que es preciso combatir con palabras, optimismo y profesionalidad. ¡No hay nervios que aguanten! Tuve que "volverme" consejera, más que enfermera, en varias ocasiones para tranquilizar a viajeros que se les veía en sus caras el estrés por el que pasaban.

«Son episodios difíciles, en los que se pierde estabilidad emocional. Creo que a los sicólogos les espera un intenso trabajo desde ahora y hasta cuando todo esto pase», opinó.

El Motel Deportivo floridano alojó 22 viajeros camagüeyanos durante 14 días. Foto: Yahily Hernández Porto

Iris comparte con dolor uno de esos episodios: «A todos los pacientes les hicimos una permanente observación clínica, se le tomaba hasta más de tres veces al día los signos vitales, pero no era suficiente para calmar su zozobra. En uno de esos días que transcurrían sin complicaciones, una trabajadora escuchó a lo lejos como alguien tosía en una cabaña. Aquello fue suficiente para ponernos alertas.

«Ya se conocía, por la evaluación epidemiológica del paciente, que era un fumador muy activo, con secuelas y patrón respiratorio agudo. Por eso su tos no cesaba. Rápidamente la doctora Olga Pacheco lo auscultó, lo observó y orientó un seguimiento riguroso. ¡Qué alivio para él y sus familiares cuando todos los test rápidos dieron negativos! Eso nos dio mucha tranquilidad».  

«Aquí, —enfatizó Iris María— las técnicas se hicieron correctamente, bajo condiciones estrictas de bioseguridad, para que no hubiera ningún percance en caso de que alguien resultara positivo».

Ahora esta gran mujer floridana respira y duerme más tranquila. Ella regresó a su casa (solo por unos días), para compartir de lejos con su familia. Antes de partir nos hizo una última confesión: «Mis pacientes se marcharon hacia sus hogares todos sanos, con gratitud en sus palabras y rostros, con sonrisas de felicidad, y aquello me impulsó a seguir dándole batalla a esta enfermedad».

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