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Cuando Fidel recibió a Yuri Gagarin

Hace 59 años, el 24 de julio de 1961, el Comandante de la Revolución Cubana recibió en el aeropuerto internacional José Martí al soviético Yuri Gagarin

Autor:

Luis Hernández Serrano

El primer terrícola que vio nuestro planeta desde lejos, el astronauta soviético Yuri Gagarin, y el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, se dieron un abrazo el 23 de julio de 1961, hace 59 años, bajo un súbito aguacero torrencial, en la pista del aeropuerto internacional José Martí, del entonces municipio habanero de Santiago de Las Vegas, hoy Boyeros.

El avión que trajo a Gagarin desde Moscú aterrizó a la vista de medio millón de capitalinos en representación de todos los cubanos, la mayoría con el agua a los tobillos y muchos en las rodillas, que participaron en el histórico recibimiento, pero nadie abandonó su puesto.

Justamente por las palabra traducidas al joven cosmonauta, supimos que había llegado ya la era cósmica para Cuba y que alguno de sus hijos volaría sin falta varios años después al espacio desconocido, lo que se cumplió con el vuelo conjunto de Arnaldo Tamayo Méndez y Yuri Romanenko, en 1980, en la nave soviética Souyz-38.

Era lógico que fuera un  hombre de la URSS el que debutara como viajero al cosmos, alcanzara tal proeza y se convitiera en héroe. Esa nación en 1957 lanzó antes que cualquier otro país un satélite artificial de la Tierra; en 1959 llegó a la Luna sin que otro ciudadano del orbe lograra semejante conquista y después también realizó la hazaña de devolver desde el cosmos unos animales vivos a nuestro planeta; y, como calificara una agencia internacional de prensa, «diera al mundo su Cristóbal Colón».

El heroísmo singular de Yuri Gagarin circuló mundialmente como «la noticia del siglo», de tal modo que el destacado escritor rumano Geo Bogza afirmó que las enciclopedias del año 5000, donde ya no habría sitio material disponible para tantas celebridades históricas, insertarían incuestionablemente fotos de este insólito aviador soviético, al tiempo que la señorita Christine Hallot de Guyet, le envió una emocionada carta por haber consumado al fin el ancho sueño de su querido tío Julio Verne.

Dicha epístola decía, entre otra cuestiones, lo siguiente: «Sin duda es una hazaña volar donde aún no había estado el hombre; a un medio inexplorado y hostil; al mundo del vacío y el silencio milenario; al reino de los rayos ultravioletas y de las partículas de altas energías, mortíferas para todo lo vivo y que tienen por fuente al Sol, y a una velocidad no alcanzada por un ser humano».

Evocaciones del cosmonauta

Tal vez Gagarin al abrazar al líder cubano recordara su Klúshino natal; que fue un niño de la generación de la guerra; los orígenes de su vocación aviadora; el conmovedor día de 1941 en que, suspendidas las clases por la invasión hitleriana, viera caer en un bosque aledaño un caza Yak, abatido por un avión de la Luftwaffe fascista, y ayudara, junto a otros muchachos, a sacar al piloto del tremedal a la seca pradera.

Acaso Gagarin, cuando departía con Fidel en el acto por el octavo aniversario del Moncada en la Plaza de la Revolución, evocara cómo las tropas alemanas ocuparon su aldea, largo tiempo aislada del resto del mundo; o cómo echaron a sus padres Alexéi y Anna de la casa y tuvieron que guarecerse en una triste chabola.

O quién sabe si al estrechar la mano del líder del Moncada, del Granma y de la Sierra, viniera a su mente lo que él mismo, cuando estudiaba fundición metálica, escribiera precisamente en 1953: «Es necesario unir nuestros estudios con nuestros sueños, como hacemos los fundidores. Las aleaciones suelen ser más resistentes que los metales homogéneos… el hombre volará a otros planetas, como profetizara nuestro compatriota Konstantín Tsiolkovski».

El futuro cosmonauta ingresó en 1954 a la Sección de Pilotos de la Escuela de Aviación de Sáratov y en 1955 —el 18 de mayo— realizó su inicial salto en paracaídas; el 24 un vuelo con instructor y el 2 de julio el vuelo solo (el llamado soleo) en un Yak-18.

En 1956 conoció a la trabajadora de telégrafos Valentina Goriácheva, se enamoraron y se casaron en octubre de 1957. De la unión nacieron más tarde sus dos niñas Lénochka y Gáluchka.

Después pasó a los cazas Mig-15, como alumno aventajado de Mijaíl Tijóravov, uno de los pioneros de la cohetería soviética y constructor del primer cohete GEMR-09.

Partió hacia el cosmos el 12 de abril de 1961 a las 9:07, con el seudónimo poco conocido de «Cedro» y desde la apasionante altura cósmica diría un rato después: «Veo perfectamente a la Tierra. Estoy conmovido. ¡Qué hermosa es!».

A las 10:55, luego de 108 minutos en órbita, aterrizó exitosamente en un campo sembrado del koljós El camino de Lenin, 30 kilómetros al suroeste de la aldea Semélovka.

Había hecho centeneres, casi mil ensayos de los sistemas y dispositivos de su nave cósmica antes del despegue real. Se cumplía el vaticinio de Tsiolkovski de que «la Tierra es la cuna de la razón, pero no se puede vivir eternamente en la cuna».

 

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