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El último día de Abel en la comunidad de Constancia

Llegó acompañado de Fidel Castro, por quien sentía una gran admiración y cariño

Autor:

Nelson García Santos

ENCRUCIJADA, Villa Clara.─ Fue aquel día muy especial para Abel Santamaría Cuadrado y su hermana Haydée. Él estaba consciente de que quizá sería el último encuentro con sus seres queridos y su natal terruño de Encrucijada, aunque nadie lo imaginaría pensando en la muerte cuando se preparaba para ir en busca de la libertad para su pueblo.

Cuentan que el amanecer llegó en esa ocasión con una tenue y agradable brisa que esparcía el rocío de la floresta, y que el poblado se había despertado antes del cantío de los gallos para echarse a la campiña sustentadora.

Nada presagiaba que habría algo diferente en esa jornada, pero pasados los años tuvo una connotación muy especial, para orgullo de los lugareños del batey del central y de la localidad de Encrucijada.

Antecedente memorable

Abel, el tercer hijo del matrimonio de Benigno Santamaría Pérez y Joaquina Cuadrado Alonso, nació en el 20 octubre de 1927, fecha en el que por primera vez se cantó en 1868 el Himno de Bayamo. Feliz coincidencia esta, pues lo que vino al mundo resultó un verdadero patriota.

Luego de su nacimiento en esta localidad, en los primeros años de vida, la familia se mudó para el central azucarero Constancia, que hoy lleva su nombre. Aquí empezó a arraigar su estirpe proletaria, primero en su humilde puesto de mozo de limpieza y después de despachador de mercancía, hasta llegar a empleado de oficina. Un día de 1947 marchó a La Habana en busca de mejores horizontes económicos, cuando ya lo vivido a la altura de sus 20 años lo había convertido en un ferviente martiano de pensamiento y acción.

Luego fue aquel primer encuentro con Fidel, el 1ro. de mayo de 1952, en el cementerio de Colón, en un acto para rendirle tributo a un trabajador asesinado durante el Gobierno de Carlos Prío Socarrás. Lo que significó para él aquel día lo dejó plasmado en palabras célebres: «Conocí al hombre que va a cambiar los destinos de Cuba. Es Martí en persona».

También Fidel, desde el primer momento, supo aquilatar la grandeza y entereza de aquel joven, quien se entregó con tal ímpetu a la organización de la lucha contra la tiranía batistiana que el líder histórico de la Revolución lo llamó «el alma» del Movimiento que atacó el Cuartel Moncada.

Voy contigo

Era mayo de 1953 cuando Abel Santamaría volvió de imprevisto con unos amigos desde La Habana. Es fácil imaginar la curiosidad de los visitantes, que descubrían nuevas tierras, conocían a los familiares más íntimos del anfitrión e indagaban por las remembranzas sobre cómo fueron su niñez y adolescencia.

De seguro tampoco faltó la referencia al General de las cañas, Jesús Menéndez, a quien el joven encrucijadense admiraba por sus luchas a favor de los trabajadores azucareros, y tampoco el análisis de la situación política de la zona y el país. Ese tema resultaba recurrente en las tertulias de los Santamaría Cuadrado.

Fue un día feliz para todos. Conocían los familiares de Abel la admiración y el cariño que él profesaba por aquel amigo desde que lo conoció en La Habana, y cómo este también supo aquilatar al joven en quien depositó toda su confianza.

El hombre que estaba allí departiendo con su familia era Fidel Castro, y el motivo de trasladarse desde La Habana fue más bien sentimental: quería conocer a la familia y la tierra de su entrañable hermano de lucha, y darle esa satisfacción de compartir unas horas con sus seres queridos antes del ataque al Cuartel Moncada.

En testimonio ofrecido hace años a este diario, Alberto Taboada, combatiente de la guerra de liberación, quien estuvo en aquella oportunidad con el líder de la Revolución, narró que Abel le comentó a Fidel su intención de ir a su pueblo natal, azotado por un tornado. Tal vez para su sorpresa, el futuro líder de la Revolución le contestó que lo acompañaría, y le propuso llevar a Fernando Chenard para que dejara constancia fotográfica.

Resulta fácil imaginar el alegrón que aquel gesto le ocasionó seguramente a Abel, quien se convirtió en el segundo jefe del Movimiento 26 de Julio, calificado por Fidel como el más generoso, querido e intrépido de nuestros jóvenes.

El 26 de julio de 1953 llevó a cabo, por orden de Fidel, la toma del Hospital Civil Saturnino Lora, y luego de cumplir esa misión fue hecho prisionero, torturado y asesinado por los esbirros batistianos.

Durante estos días de julio, la patria suele recordar y agradecer con mayor ahínco la gesta de aquellos hombres que forjaron el inédito alumbramiento del 1ro. de enero de 1959.  

Por ello ahora mismo, cuando uno camina por Encrucijada, el recuerdo del héroe, de estampa gallarda y mirada penetrante, se hace más intenso y diáfano, porque vive en la grandeza de la Revolución que ayudó a forjar.

El joven Abel fue considerado por Fidel Castro el alma de la Revolución. Foto: Archivo JR

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