Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El Martí que vivió en El Abra

A 150 años de la estancia de aquel adolescente en la otrora Isla de Pinos, su huella se afianza en la historia local

Autor:

Roberto Díaz Martorell

Finca El Abra, Isla de la Juventud.— Quiso el azar que don José María Sardá, ingeniero militar de origen catalán, interviniera en la conmutación de la pena del entonces adolescente José Julián Martí Pérez y lo trajera a esta isla solo con salvoconducto en mano y bajo su custodia, a bordo de la embarcación Nuevo Cubano.

Hasta esta finca llegó el mozalbete el 13 de octubre de 1870 en la calesa de la generosa familia, con el cuerpo adolorido por los rigores del presidio y en la mente la firmeza de sus ideales contra la Corona.

Cuenta la historia que era un día otoñal, y la mestiza Trinidad Valdés Amador, esposa de Sardá, le dio la bienvenida y curó las llagas de su cuerpo y su pie, aún preso del grillete que luego le retiraron en la herrería de la finca.

José  Julián Martí  Pérez  tenía  solo 17 años y era uno de tantos otros reos que cumplían condenas de trabajo forzado en las canteras habaneras de San Lázaro, donde la muerte, el hambre y el abuso eran el pan diario de los que allí ansiaban más morir que ver la luz del sol al siguiente día.

A casi dos kilómetros de la ciudad de Nueva Gerona se encuentra el actual museo Finca El Abra, donde el joven recuperó su quebrantada salud, cuidado con esmero por doña Trinidad, quien, según testimonio del mismo Martí, figuró entre los recuerdos más hermosos de su estancia en la finca y le inspiró sentimientos de puro agradecimiento. A esta amorosa mulata envió el joven una fotografía desde España, en cuya dedicatoria se lee: «Trina, solo siento haberla conocido a usted por la tristeza de tener que separarme tan pronto».

La estancia

El Abra fue construida por el catalán Sardá en 1868, en el paso entre dos elevaciones de la Sierra de las Casas. En aquel entonces comprendía 12 caballerías con excelentes condiciones naturales, y pronto abundaron allí el maíz, el algodón y algo de tabaco y café, además de un área para la producción de cal, piedra y una fábrica de tejas.

Según narran descendientes de la familia, quienes todavía viven en esa finca, hoy Monumento Nacional, el joven apreciaba poder caminar por las áreas aledañas a la casona y sentarse bajo la sombra de una frondosa ceiba (sustituida hoy por otra nueva con el mismo simbolismo), y cada domingo asistía a la Comandancia, al pase de lista oficial, acompañado de Casimiro, el calesero.

Aunque no existen registros históricos de que Martí escribiera documentos políticos durante su estancia en El Abra, ese tiempo pudo utilizarlo para enriquecer las ideas, porque solo un año después, en 1871, vio la luz su ensayo El presidio político en Cuba, del que la historiadora Rosa María García Vargas escribe en un artículo publicado en el portal José Martí: «Solo él ha podido lograr con su relato sacar lágrimas de los ojos a los cubanos y cubanas, quienes por más de un siglo lo han leído».

Para quienes llegan a la Isla de la Juventud es ineludible visitar esta finca-museo, donde caminar por sus salas es como tocar la historia del Apóstol y ser cómplices de la magia del lugar, que atesora objetos personales de Martí y otros documentos, inspiración eterna por la obra martiana que sostiene a la Revolución Cubana.

«Lo más importante es que las personas lo sientan, del mismo modo que la familia siempre lo ha sentido, cuando visiten esta casona de tres bloques, típica construcción de las fincas catalanas», dice Beatriz Gil Sardá, bisnieta del benefactor del joven Martí.

Recordar la presencia en estas tierras pineras de quien devino Apóstol de Cuba es destacar también la importante contribución de esa familia a la historia y la cultura nacional, porque sin los cuidados que le profesó Trinidad durante aquellos 65 días, no hubiera podido dejar el héroe su extenso legado para todos los tiempos.

Ayer en modo actual

Una de las imágenes diseñadas por Croma para la campaña por el aniversario 150 de la estancia de Martí en Isla de Pinos. Foto: Cortesía de Croma

Cuando el adolescente José Martí (1853-1895) llegó a la entonces Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud) el 13 de octubre de 1870, no solo le ganó la carrera a una muerte certera en las canteras, sino que pudo sanar las heridas físicas del presidio al tiempo que alimentaba las ideas que más tarde lo convirtieron en el Apóstol de Cuba.

Cuando se conmemora este año la presencia en este territorio, hace 150 años, de aquel muchacho marcado con el número 113 en el presidio de la metrópoli en Cuba, en esta isla se desarrolla un amplio programa de actividades que incluye el reconocimiento a Mongo Rives y a Arnold Dixón (Sonny boy), exponentes de la cultura local.

Revivir la presencia de aquel joven rebelde constituye acicate para afianzar la memoria histórica, del territorio y de Cuba, ahora mediante una campaña de comunicación manejada por el grupo Croma, de RTV Comercial, concebida de manera atemporal, que emplea frases martianas adecuadas al contexto, y elige como soporte los ómnibus públicos, además de la distribución gratuita de pegatinas.

 Yuri Viamontes, director creativo en Croma, explicó a las máximas autoridades de este Municipio Especial que previo al lanzamiento de la campaña se desarrolló un intenso trabajo de investigación, búsqueda y consulta con historiadores y expertos sobre la imagen de un Martí desconocido, pues no existe registro visual de su presencia en esta localidad.

 «Se realizó un casting para encontrar a un joven con rasgos semejantes a aquel adolescente y, con la finalidad de acercarnos más al héroe, se creó toda la gráfica desde los presupuestos del boceto, con líneas informales y dibujo a trazos», explicó.

Viamontes agregó que se instalará por primera vez todo el sistema de señales del museo-finca El Abra y un mapa del sitio, para facilitar el tránsito de los visitantes dentro de la instalación y reforzar el conocimiento de la historia que cuenta cada sala.

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