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Y sin embargo, ruedan

La necesidad de humanizar el trabajo es esgrimida por bicitaxistas que instalan motores eléctricos a sus equipos. Los decisores comprenden el punto, pero la ley no lo permite

Autores:

Haydée León Moya
Lilibeth Alfonso Martínez

GUANTÁNAMO.— Parece que andar al margen de la ley es un problema congénito del oficio del bicitaxista. Antes era —es todavía— rodar calle arriba y calle abajo sin portar licencia como transportista privado. Ahora, además, es ser impulsados con un motor eléctrico acoplado a ese artefacto rodante, que en esta ciudad tiene, después de las motos, protagonismo en la transportación de pasajeros.

Las fuentes consultadas no precisan cifra de los electrificados, como tampoco la cantidad de bicitaxis de cualquier tipo que ruedan ahora mismo en el territorio. Hasta los decisores comprenden que el invento «humaniza» el trabajo, pero el punto es que no pueden, no deben rodar con ese aditamento… y así andan.

Soliloquio del bicitaxista

A eso de las diez de la mañana de un sábado, una de estas reporteras aborda un bicitaxi. Viajaba, como pocas veces se les ve pasar, vacío por el extremo noroeste de esta urbe. De la boca de la periodista, en algo más de 35 minutos de trayecto, solo sale la pregunta de rigor: ¿Cuánto cobras hasta el centro de la ciudad?

«Cuarenta pesos, amiga», responde el joven, empapado de sudor a plena mañana a pesar de la impertinente llovizna que había comenzado en la madrugada. «Pero si no tienes 40 me das lo que puedas o quieras porque la cosa está mala, yo lo sé…», agrega amablemente el muchacho.

Toma en sus manos dos billetes azules y da las gracias. No deja de pedalear. Ni de hablar: «Yo no sé por qué, pero últimamente nos están dejando tranquilos, incluso a los que tienen los motores eléctricos, que sí la tienen difícil porque para el resto lo de sacar licencia es bastante simple: uno va a la oficina estatal de Tráfico, presenta sus documentos, lleva el bicitaxi a revisión técnica y ya la tienes.

«Los eléctricos no. Un socio mío se compró uno en 14 000 pesos y le puso motor, pero cuando fue a sacar la licencia le dijeron que se lo quitara. ¡Imagínate ahora desmontarlo para pasar la revisión y después montarlo! Es una chiveta… Por eso anda por ahí tirando pasajes sin papeles, hasta que lo cojan.

«Yo prefiero no arriesgarme porque un día se ponen pa’ nosotros y usted va a ver el corre-corre y la quejadera, tanto por andar sin licencia como por los inventos esos de los motores. Es verdad que es un jamón dejar de dar pedales calle arriba y calle abajo, pero eso no está autorizado… Aparte, ¿de dónde voy a sacar yo los 10 000 pesos que cuesta el motor y todo lo demás? Esto no da para tanto.

«¿Usted lo ve? Cada vez son más los que aprietan el acelerador y salen disparados. Dicen que cargarlo no gasta tanta corriente. Tú preguntas o tratas de ver si se puede hacer legal eso y no es muy clara la respuesta: que sí entienden que es verdad que humaniza el trabajo y todo eso, pero hoy por hoy no lo permiten… Y yo comprendo eso, pero hasta cierto punto, porque es verdad que no está certificado por los que saben si estos aparatos están preparados para que corran más rápido de lo que uno los puede impulsar dando pedales.

«Yo tengo un vecino que me está embullando para que compre un motorcito. Los venden en las tiendas de MLC o se los puede comprar a alguien que tenga una motorina rota. Él dice que con el motor su hierro corre hasta 60 km por hora y yo le digo que voy a seguir soltando 60 litros de sudor por hora, pero ando y duermo tranquilo… Otro colega no quiere saber de mí: quería que yo le diera este solo para pasar la revisión y luego trabajar con el suyo, que tiene motor, pero no quise meterme en eso», reafirma, y tensa los músculos para avanzar.

Otras voces, otros matices

El hombre secuestra un vaso desechable de café humeante recién llegado, se da un trago breve y dice que lleva 20 años subido en un bicitaxi y no da para mucho: comprar comida y atender a su mamá. No tiene motorcito eléctrico, pero apoya a quienes lo montaron: «El día que yo pueda…», y señala con la barbilla un bicitaxi azul parqueado a pleno sol en la piquera de Emilio Giró y Pedro A. Pérez, la única establecida para estos medios. 

A su lado, un joven colega no para de interrumpirlo y pedirle que comparta el brebaje. Alexis López —alto, flaco, 47 años—lo mira de reojo y sigue con su cuento. Es más de la una de la tarde y el sol está duro, el aire corre húmedo, pero en la piquera el movimiento no para. Los choferes se apuntan a la charla un rato y se van. Si llega un cliente se ponen al pie de su equipo, discuten el precio —de diez a 50 pesos, en dependencia de la carga y el destino— y a rodar.

A los bicitaxis eléctricos los «cazamos» en la calle Narciso López. Eduardo Ríos, por ejemplo, tiene 32 años y cuatro sobre el bici. Llegó al oficio por cosas de la vida, porque antes era carpintero: «Me compré esto en 13 000 pesos y le puse motorcito hace tres años, con cinco baterías que no sustituyen los pedales, pero me ayudan. Si mañana me dicen que no puedo tener motor, me bajo. Pero me pregunto por qué no dejan que mejoremos nuestras condiciones de trabajo, si en medio mundo esto se usa y no viene de ayer».

El motor de la discordia

Las explicaciones para mantenerlos al margen de la legalidad a ninguno de los entrevistados convencen. Hasta ahora, han solicitado o los han convocado a varias reuniones con funcionarios del gobierno, la dirección de Tránsito y las autoridades de Transporte, con presencia del sindicato y varios organismos de inspección. A las últimas fueron casi todos, nos aseguran. De ahí se estima que con motor hay más de cien cuentapropistas.

Maikel Aguilera, subdirector provincial de Operación de Licencia de Transporte, de la Unidad Estatal de Tráfico, cuenta 148 licencias, 93 en la ciudad del Guaso, 57 en Baracoa y una en el municipio de Manuel Tames, pero reconoce que «hay más circulando». Un levantamiento sobre los medios ilegales que ruedan por la provincia recogía, hasta septiembre, unos 54 bicitaxis con motor eléctrico, según Edelvis Saínz, jefa del departamento de Inspección Estatal de la Dirección provincial de Transporte.

En lo que sí coinciden los funcionarios es en que esos bicitaxis son ilegales porque «se salen» del concepto de tracción humana aprobado para la actividad que realizan, y la adaptación se hace sin plano y sin seguridad de que la estructura va a resistir el incremento de la velocidad, por tanto violan el artículo 229 de la Ley 109 Código de Seguridad Vial y pueden ser un peligro potencial.

«Cuando se habla de tracción humana, se entiende aceleración mínima, pero un motor puede llevarte a 40 y hasta 60 km por hora, además de que es una violación registral», explica Saínz.

Otro asunto de concurrencias —se suma también Miraidis Castillo, miembro del Consejo de la Administración del gobierno municipal de Guantánamo y jefa de la Comisión de Seguridad Vial— es que, hasta ahora, no ha habido un enfrentamiento frontal a esos cuentapropistas. Ese resulta un hecho reconocido por los funcionarios entrevistados y los propios transportistas. Las únicas acciones han sido preventivas, incluida una carta de apercibimiento para aclarar a los aspirantes a una licencia que no pueden instalar el aditamento eléctrico.

«Nos reunimos con ellos y explicamos que no podemos legalizarlos porque están fuera de lo normado y como gobierno local no podemos contradecir normas superiores», continúa la Jefa de la Comisión, quien es, de hecho, una de las voces que más pesó en las reuniones con los bicitaxistas desde una posición que defiende la necesidad de cumplir lo establecido y garantizar la seguridad en la vía.

Lo legal está claro. Preguntamos entonces a la funcionaria para entender cuánto peso tienen los bicitaxis con motor eléctrico en la accidentalidad: «Desde enero, ni uno de los choques registrados fueron causados por estos medios de transporte», reconoce.

Además de los argumentos ya expuestos, se suma el concepto de vehículo sin motor, según el Glosario de Términos de la Ley No. 109, la cual deja bien claro que se mueven por el esfuerzo muscular de las personas mediante pedales o manivelas… y este no es el caso.

Por otra parte, sería recomendable que la Comisión de Seguridad Vial del gobierno local tenga en cuenta en sus encuentros con los bicitaxistas dejarles claro que el artículo 230 de la citada ley dispone decomisar y poner a disposición del Registro de Vehículos los medios de quienes violen esa descripción.

Por si se diera…

Muchos creen en la legalización de esos bicitaxis con motores eléctricos: choferes de estos medios (que incluso proponen una categoría nueva que los acoja bajo el término de tracción humana asistida) y algunos funcionarios, incluidos o no en este reportaje.

Por si las moscas, algunos de estos cuentapropistas se acercaron al sindicato y a la dirección de Transporte para inscribir sus equipos en el levantamiento, con la esperanza de que, si no se legaliza el medio en general, se permitan al menos los ya anotados.

El futuro no está claro y hay reservas. A algunos les preocupa que los pasen al régimen general de tributación como un vehículo de motor, porque hoy pagan a la ONAT (Oficina Nacional de Administración Tributaria) una cuota simplificada, más la seguridad social.

Esa idea de que la legalización implique nuevas obligaciones es un hecho bastante probable, incluidas nuevas medidas para la seguridad vial y la exigencia de licencias de circulación, uso de casco, cambio de categoría y régimen tributario. Mientras no se decida, siguen rodando sus motorcitos en esta ciudad, dando vueltas en un limbo de calles que van siempre cuesta arriba.

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