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Mangos de Roque huele a epopeya

Han pasado 125 años desde que Maceo protagonizara el hecho militar más audaz de la centuria

Autor:

Dorelys Canivell Canal

 

PINAR DEL RÍO.— «Ya estaba el pinareño arma al brazo, para defender los principios de la libertad, que a la vez representaban los principios de la propia redención. Oriente y Occidente, que poco há eran dos polos diametralmente opuestos, se unían en íntimo lazo de parentesco por la virtualidad de una aspiración común. El hijo de la sierra y el ribereño de Cauto fraternizaban con el montañés del Pinar y con el veguero del Cuyaguateje. ¡Hermosa conquista de la Revolución!».

Así referenciaba Miró Argenter en Crónicas de la Guerra la llegada de las tropas de Maceo a Pinar del Río durante los últimos días de la gloriosa Invasión de Oriente a Occidente.

El mito del regionalismo había quedado destrozado en la que fuera considerada por estudiosos militares de la época como el hecho en armas más audaz de la centuria.

Sumar victorias

Un grupo de jóvenes ha allanado el camino para las tropas que llegan desde el otro extremo del país. Los hermanos Lazo, los Báster, los Abascal, Policarpo Fajardo, Isabel Rubio y el Regimiento de Vueltabajo, se han mantenido en acción. Su organización ha sido vital en el logro de la invasión.

Desde la llegada, Maceo solo ha sumado victorias a sus tropas. Carlos Socarrás y Juan Delgado serán sus guías. Primero toman Bahía Honda y Las Pozas, y tras destruir los embarcaderos del norte llegan a La Palma, descienden rápidamente hasta Laguna de Piedra y vuelven a Caiguanabo. La noche del 14 ya está el Titán en el poblado de Pilotos.

Allí, una hermosa mujer le cuelga un pañuelo al cuello que el mambí llevará hasta los Mangos de Roque. Tendrá luego la gentileza de devolverlo a su dueña, como quien pone en su lugar un amuleto o reliquia de la suerte.

El pañuelo que llevara Maceo al cuello los últimos días de la Invasión permanece custodiado en el Museo de Historia de Pinar del Río. Foto: Jaliosky Ajete Rabeiro

Maceo pasa al sur de la ciudad de Pinar del Río, que ha sido pertrechada por los españoles. Sigue en dirección a La Coloma y en una colina de encinos, a unos seis o siete kilómetros de la urbe, tiene lugar el 17 de enero el Combate de Las Taironas. Los días serán ajetreados hasta llegar a Mantua.

El 18 libran otro enfrentamiento en Río Sequito y el 19 ocurre el Combate de Tirado, en San Luis, que casi culminó en Guacamaya, San Juan y Martínez. Se dice que el fuego era tan solo comparable con el de Peralejo y Calimete.

Para el día 20 ya estaba el héroe en Guane. Hay repique de campanas y un sinfín de personas congregadas que esperan a su líder. El nombre de Antonio Maceo se ha convertido en un símbolo. Dos jornadas pasa en esa demarcación, donde atiende a vegueros y maestros, y colegia cuestiones organizativas y estratégicas del territorio.

Justo el día 22 de enero de 1896 (125 años atrás), hace su entrada en Mantua. Delante va el Regimiento de Vueltabajo. Cuba entera está en armas.

La Invasión es un hecho. Han recorrido 1 800 kilómetros. Apenas 90 días han separado a Mangos de Baraguá de Mangos de Roque, localidad que marca el fin de la hazaña. La victoria es impresionante. Solo 4 500 hombres, en desventaja de armas, implementos y comida, han vencido a más de 200 000 soldados.

Desde ese momento no hubo diferencias entre Oriente y Occidente. La Isla entera vibra a la par: la unidad entre cubanos ha de ser el principal logro de la Invasión.

Este 22 de enero, en el mismo sitio que viera culminada la hazaña de las tropas lideradas por Maceo, se respira la Historia, se siente el galopar de los caballos y la multitud que aclama al mambí mulato, al sembrador de esperanzas.

* Con información del libro La invasión de Antonio Maceo en Pinar del Río. Razones para comprender una hazaña, de Enrique Giniebra Giniebra y Juan Carlos Rodríguez Díaz.

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