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Cepwar, el caudal de las iniciativas

Un entusiasta cerrajero de Las Tunas está empeñado en constituir una pequeña industria especializada en fabricar cajas de caudales para sustituir importaciones

Autor:

Juan Morales Agüero

LAS TUNAS.— Después de dedicar no pocos años de su vida a reparar llavines, cambiar combinaciones y arreglar cerraduras, a Edward García Ramírez se le ocurrió la idea de fabricar cajas fuertes.

Su capacitación como diseñador y su práctica como cerrajero le hicieron suponer que la iniciativa podría funcionar. Y así fue. Actualmente este trabajador por cuenta propia lidera un proyecto que provoca admiración.

«Siempre me llamó la atención la cantidad de cajas fuertes dañadas que encontraba en las empresas a donde iba a prestar servicios en representación de Trasval —recuerda García Ramírez—. En casi todas habían remplazado las cerraduras averiadas por simples candados. ¿Qué seguridad podían tener así? ¡Muy poca, evidentemente! A partir de esa situación comencé a tomarme en serio la posibilidad de fabricarlas».

Comienza un proyecto

El primer paso fue comunicar y legalizar lo que planificaba acometer. Tan pronto conocieron los detalles, las instancias correspondientes le dieron autorización para actuar. Para esa fecha, ya el entusiasta emprendedor había sacado cuentas de los recursos que necesitaba. Los muebles de las cajas, por ejemplo, demandaban un material que resistiera. Determinarlo era la encomienda más urgente. Pensó entonces en las balitas de gas y en las chapas de metal con las que están hechas.

«Cupet nos facilitó algunas de las que desechaba —dice—. Las primeras ocho las trabajamos a mano. Fue dificultoso hacerlo con nuestras herramientas. Alguien propuso pedirle ayuda a la fábrica de lámparas de la provincia. Allí tienen tecnología apropiada y podrían picarlas y procesarlas. Les pagaríamos el servicio y crearíamos un nuevo encadenamiento. Por nosotros quedaría la seguridad y la terminación. Aceptaron».

El diseño y confección de las cerraduras lo asumen Edward García Ramírez y sus tres ayudantes. Ellos empezaron haciendo copias de llaves y reparando picaportes y hoy son competentes cerrajeros. Los recursos que utilizan, además de las balitas, son desechables. En la empresa Duralmet consiguen recortes de persianas. Los pasadores los recuperan con restos de otros componentes. El aluminio y el bronce se los compran en chatarra a Materias Primas. Y los muelles son el resultado de su inventiva.

Complejidades y soluciones

«Diseñar y construir cerraduras es complejo —me explica, mientras muestra una terminada—. Pueden tener cientos de combinaciones, según la cantidad de discos que tengan. Aquí hacemos también las manillas. Comenzamos troquelándolas a mano. Luego las fundimos en arena, las pulimos y las anodizamos. Como ve, tienen buena presencia».

A juzgar por García Ramírez, en Cuba aún están en servicio cajas fuertes de los años 30 del siglo pasado. Las modernas se importan de España, y no suelen ser baratas. Son las que se operan en tiendas de Cimex y Caracol.

Coloca ante mí una de las facturadas en su taller. Doy fe de la elegancia de su empaque. Mi anfitrión asevera que, en cuanto a sus principios tecnológicos, la caja tunera es similar a las europeas.

«Nuestras cajas fuertes tienen hoy cinco diseños y tamaños distintos —agrega García Ramírez—. El cliente decide si opta por una grande o más pequeña. Ya hemos vendido seis y la demanda es grande. El sector de Comercio muestra gran interés en adquirirlas. Imagínese, tiene más de mil unidades que manejan efectivo. Y para sus administradores es riesgoso llevar para sus casas toda la recaudación del día».

Varios organismos e instituciones han manifestado beneplácito con esta iniciativa tunera, que propone una opción eficaz para proteger los fondos procedentes de las ventas en los establecimientos comerciales. Sus creaciones no utilizan elementos importados, favorecen el encadenamiento entre el sector cuentapropista y el estatal y estimulan la producción local. Por esos aportes clama la actualidad nacional.

Prioridades y perspectivas

«En la última Ronda de Negocios, nuestras cajas fuertes ganaron una mención —precisa García Ramírez—. La ministra de Trabajo y Seguridad Social , Marta Elena Feitó Cabrera, nos ha animado a continuar y hasta envió una carta dándonos aliento. También nos animan el Secretario General de la CTC y los compañeros del Minint. Del Centro de Información y Gestión Tecnológica de Las Tunas (Ciget) recibimos ayuda en materia de propiedad industrial. Aspiramos a patentar la marca Cepwar para nuestros productos y servicios y a registrarnos como un proyecto de cerrajería integral de seguridad».

García Ramírez y su equipo piensan en grande y se empeñan en insertarse en la economía nacional como una pequeña industria especializada en seguridad, capaz de fabricar también llavines, brazos hidráulicos, sellos con hilos y plastilina, candados de combinación… Hace poco firmaron su primer contrato con el Grupo Empresarial de Comercio, Gastronomía y los Servicios, devenido su principal cliente. Las bodegas rurales tendrán preferencia en las entregas de las cajas.

«Ya contamos con un taller y algunas máquinas-herramienta que adquirimos a través de un crédito bancario —asegura el emprendedor—. Y en tanto comencemos a producir cajas fuertes en mayores cantidades, ofertamos también otros servicios, como reparación de cerraduras electrónicas en instalaciones hoteleras, conversión de cajas fuertes electrónicas averiadas en mecánicas y cambios de sistema de alimentación de baterías alcalinas por corriente directa. ¡Nos diversificamos!».

Contar con los jóvenes

En el equipo que colabora con Edward García Ramírez figuran tres jóvenes. Hay un universitario, un desmovilizado de las FAR y una graduada de un centro politécnico: «Tienen talento y han aprendido mucho —asegura—. Inicialmente solo sabían hacer copias de llaves. Ya desarman llavines, manipulan cerraduras de combinación y hacen maravillas».

«En el taller me desempeño en el torno —dice Dayán Barbán Castelló, de 35 años de edad y antiguo recluta—. Cuando empecé a operar ese equipo hace un año no conocía absolutamente nada. Pero el tiempo y la práctica han permitido que me desarrolle mucho. La cerrajería es un oficio apasionante. Después que uno la conoce, no quiere otro». 

Por su parte, Yanet Cruz tiene 27 años y un entusiasmo que llega a contagiar. En el taller de cerrajería trabaja como técnica en Normalización, una especialidad que estudió en el Politécnico XI Festival. «Aquí mi labor fundamental es exigir por la calidad de todo lo que se fabrica —apunta—. No tengo conocimientos profundos del oficio, es cierto; pero puedo apreciar cuándo una caja o un llavín están bien hechos».

García Ramírez y su colectivo fabrican cajas fuertes con la certeza de que contribuyen a la sustitución de importaciones. Para eso no solo se han encadenado con empresas tuneras. También lo han hecho por compromiso con su Patria.

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