Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Teletrabajo con conciencia presencial

Como modo distinto de organización laboral, el trabajo a distancia exige a los cubanos nuevos mecanismos de atención, gestión y respuesta internas ante demandas probablemente inéditas de la plantilla

Autor:

Enrique Milanés León

Cualquiera manda a callar las alarmas del móvil cuando, feliz entre sábanas, sabe que no tiene que salir con el alba a sumergirse en la aventura del transporte urbano. En estos meses, el viejo anhelo de reunir el trabajo, la familia y un tilín de ocio se cumple en la casa de muchos imponiéndoles, de pasada, el manejo de un nuevo par de dilemas: tiempo y organización.

Es el trabajo a distancia, amigos, generalmente simplificado en el término «teletrabajo», aunque tengan sus perfiles. Contemplada en nuestro código laboral desde 2014, pero visiblemente decidida a salir del closet justo ahora, en medio de esta crisis sanitaria que obliga de veras a ser creativos, la variante regala escenas interesantes, como la de los padres que, tras mucho exigir a sus niños una tregua al celular y más juego físico con los amiguitos, ahora viven PC en mano para ganar «a capella», con el virtual sudor de su frente, el sustento familiar.

Hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dado como «receta médica» universal el trabajo flexible de manera remota, de modo que la adhesión a la práctica es arrolladora. Incluso hay lugares —me susurra la web— donde algunos aceptan una rebajilla monetaria con tal de recibir el plus sicológico de trabajar… en su propio castillo.

Cada quien dice lo suyo, mas parece que, pese a pilares sólidos, no hay consenso sobre el signo de su efecto en el compromiso con la empresa y en la productividad final. Como en todas las cosas, seguramente el saldo puntual del teletrabajo lo definen los teletrabajadores y esos, ya sabemos, pueden ser lo mejor o… lo contrario.

La socióloga argentina Marina Adamini, experta en estos asuntos, afirma sin muchos adornos que las casas no son espacios creados para trabajar y ubica al trabajo a distancia como «un emblema del mundo laboral a futuro». Es obvio que la pandemia de COVID-19 adelantó a la fuerza los tiempos de ese futuro, pero ni así debe perderse de vista una advertencia suya, que me interesa sobremanera, sobre el freno a la sindicalización: «La deslocalización productiva —considera Adamini— hace que perdamos un lugar de socialización donde el malestar de uno es el del otro y ahí uno se organiza para reclamar». Allá y aquí, lo que funciona para el malestar, digo yo, vale también para el bienestar.

¿Es que habrá mucho que reclamar, mucho mal/bien/estar en los colectivos laborales de Cuba, con una pandemia encima? Sí, porque, tanto como SARS-CoV-2 con el sanitario, la Tarea Ordenamiento y otros senderos de la actualización cambian radicalmente el paisaje laboral. Si los teóricos advierten que pueden invisibilizarse las relaciones laborales y anularse la acción sindical, los «prácticos» del asunto —trabajadores con sus líderes al frente— deben asumir que ese muro del fortín debe protegerse más.

Como modo distinto de organización laboral, el trabajo a distancia exige a los cubanos —a otros no les importa ni tampoco les conviene— nuevos mecanismos de atención, gestión y respuesta internas ante demandas probablemente inéditas de la plantilla.

Por otro lado, es cierto que por esta vía el directivo puede, sin importar kilómetros, contratar al mejor, pero también lo es que, al menguar la interacción en faena, los paradigmas profesionales y humanos tendrán poca influencia sobre los jóvenes, a quienes un teléfono inalámbrico o una PC poco pueden enseñarles sobre altruismo y consagración.

No, los sindicatos no serán —de hecho, ya no van siendo— lo que antes. Ahora, mientras un segmento de la masa califica y aprende a teletrabajar desde lejos, estas estructuras tienen que aprender otras cosas más complejas: teleunir, teleatender y hasta telepleitear por los suyos.

Lo anterior exige dotes adicionales en el nuevo «sindicatero» porque en esos sitios el dirigente de base idóneo quizá ya no sea el clásico movilizador físico sino alguien dotado para las conexiones laborales, humanas… y tecnológicas como para hacer la vieja labor en los tiempos nuevos. ¿Defenderá el sindicato, con la vehemencia de siempre, las condiciones laborales en esa extensión de la empresa que es la casa de un colega?

Nunca sería el hombre que lucha contra la máquina (computadora) ni el que elude la sonora demanda de los tiempos, pero intento ser el que defiende para su tierra un teletrabajo distinto, con alma de punto a punto. Si escogidos países del Primer Mundo han forjado el emblema de su altísima eficiencia a base de competencia, pujas aisladas y (sobre)saltos tecnológicos y exclusión humana, en Cuba podemos blasonar de una modesta producción criolla que lleva en cambio la partida de bautismo del enjambre. Es por ello que, siendo tercamente pobres, sabemos mejor que otros cómo se teje la Patria.

Jamás anduvimos solos. Uno se asoma a la Historia y ve la caballería mambisa, una marcha estudiantil, la columna guerrillera, la Caravana de la Victoria, la zafra del pueblo, el contingente con bata o con bota, la empresa plena de gente… ¿Que esto último cambiará? Por supuesto, pero por ello los guardianes de la unidad en los centros de labor tendrán que pelear y ganar como el gran Adolfo Horta: en las tres distancias.

Hay que reinventarse porque justo ahora que el Ordenamiento conllevó subidas en las cuotas mensuales de afiliación a pagar, que el mercado aprieta y todos sacan mil cuentas, el sindicato tiene simplemente que reforzar su atractivo.

Si seguimos juntos en la raíz —aunque «anidemos» en ramas separadas— capearemos mejor esta extraña secuela sanitaria: la peor crisis de empleo desde la Segunda Guerra Mundial. Incluso con distanciamiento físico se puede mantener el enlace síquico para preservar el acercamiento social.

Así de rudo es el panorama: cuando ya teníamos, aquí y allá, secciones sindicales heridas del mal de abulia, ahora la mayor distancia nos alarga el reto. Sería peligroso pasar del reunionismo a la sin reunión, del tutelaje al desenrolarse y del «vengo a saber de tus problemas» a «vine a copiar un archivo».

Hay que pelear la unidad, con «trabucos» nuevos, en los nuevos escenarios. Nunca cesa la pregunta de qué hubiera hecho José Martí con una computadora; pues bien, va llegando la hora de pensar qué haría Lázaro Peña.

Expertos ubican al trabajo a distancia como «un emblema del mundo laboral a futuro». Foto: Abel Rojas Barallobre

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