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Soñar un socialismo superior

A seis décadas de la declaración del carácter socialista de la Revolución Cubana, las nuevas generaciones no solo disfrutan de las conquistas alcanzadas, sino que asumen una actitud proactiva en función de conducir el proyecto de nación

Autor:

Liudmila Peña Herrera

Casi al finalizar el discurso de aquel 16 de abril de 1961, en las honras fúnebres a las víctimas del bombardeo a distintos puntos de Cuba, Fidel Castro Ruz pronunció la palabra «socialismo», que se convertiría en la clave del futuro del país. «Compañeros obreros y campesinos, esta es la Revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes», aseguró entre aplausos.

Había sido una jornada de conmoción nacional porque, como él mismo dijo, el país había sido víctima de una «operación con todas las reglas de las operaciones militares», pues habían atacado de forma simultánea tres ciudades distintas, a la misma hora: La Habana, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, con aviones de bombardeo tipo B-26, con lanzamiento de bombas de alto poder destructivo. Así, con un pueblo presto a defenderse del ataque imperialista, quedaba trazado el profundo carácter transformador de la Revolución.

Testimonios de un sueño posible

Sesenta años después, en medio de una compleja situación epidemiológica y de un panorama económico cargado de dificultades, el país continúa defendiendo un proyecto de nación en el que prima la justicia social y la inclusión de la ciudadanía en su desarrollo.

Muchos son los testimonios de quienes conocieron el significado de oportunidad gracias a este sistema, como la tunera Evangelina Pérez Ávila, quien pudo aprender a leer y a escribir gracias a la Campaña de Alfabetización. No lo cuenta ella, sino su nieta Yaíma Hernández Ventura, licenciada en Turismo, quien se pregunta cómo hubiese sido la vida de su abuela si hubiese nacido en la Cuba en la que ella nació.

«La diferencia entre las oportunidades que no disfrutó y las que tienen mis hijos son la respuesta a por qué no debemos renunciar al socialismo como proyecto de nación. Quienes nacimos en la Cuba socialista a veces no somos muy conscientes de todo lo bueno que eso significa», opina la joven.

La historia de Yamirka Arias Ramírez, trabajadora del Centro de Investigación para el Mejoramiento Animal de la Ganadería Tropical (CIMAGT), muestra cómo las oportunidades de superación existen para todos. «Como joven, mujer y mestiza puedo decir que agradezco al socialismo porque de lo contrario no hubiera podido hacerme ingeniera en la Academia Naval Granma en la especialidad de Hidrógrafo-Geodesta».

Su colega Neydi Hernández, investigadora del CIMAGT, resalta las garantías que existen en materia de salud, «pues se le asegura a cada niño desde el
vientre materno el seguimiento médico.
Mi hijo es alérgico y se le han puesto alrededor de tres vueltas de vacunas sin costo alguno. Ese es tan solo un ejemplo de por qué defender lo que hemos logrado como nación socialista».

Incontables son las historias de los infantes que han logrado superar sus padecimientos gracias al desarrollo científico impulsado dentro del socialismo. Bien lo sabe el ingeniero informático holguinero Yaser Forcelledo Sarmiento, trabajador de la empresa Desoft, quien no olvida los 30 días que debió permanecer hospitalizado aislado en una sala individual cuando era un niño, a causa de una enfermedad compleja. En la actualidad él y su esposa son pacientes del Centro Territorial de Reproducción Asistida de Holguín, servicio especializado y de alta tecnología, para cumplir su deseo de ser padres.

«Cada día estamos más cerca de cumplir nuestro sueño, sin endeudarnos ni afectar la economía familiar. Esa es la esencia del socialismo: permitir el desarrollo individual y colectivo de sus ciudadanos, y posibilitar el cumplimiento de sus sueños y aspiraciones», dice Yaser.

Justamente sobre esa línea reflexiona el microbiólogo y Doctor en Neurofisiología Roberto Rodríguez Labrada, director adjunto del Centro de Neurociencias de Cuba, quien asegura que el impacto del socialismo en la vida de la juventud de hoy no puede reducirse solo a los ámbitos de la salud y de la educación.

«Los cubanos somos los protagonistas de cada una de las batallas que se llevan a cabo, y eso se debe al carácter inclusivo del socialismo, a la posibilidad de aportar a partir de nuestras potencialidades. En mi caso, hijo de obreros y nacido en un municipio alejado de la capital, pude ingresar a la universidad y pasar por importantes centros científicos. Esto me ha propiciado un desarrollo en lo humano y en lo intelectual que solo me ha costado sacrificio y consagración», reflexiona el investigador.

Defensores de un proyecto de nación

No han sido pocos los ataques que ha recibido la nación caribeña a propósito de su línea de actuación a lo largo de estas seis décadas. Desde el principio Fidel tuvo claridad de que el camino no sería fácil, pues como él mismo alertaba en aquel discurso precursor, «eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices ¡y que hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos!».

Por eso no es extraño que las nuevas generaciones no solo disfruten de las conquistas alcanzadas, sino que asumen una actitud proactiva en función de conducir el proyecto de nación y de defenderlo desde cada uno de sus ámbitos, como apuntó el cuentapropista Ricardo López, quien se siente tan implicado en el desarrollo nacional como cualquier otro trabajador cubano.

«Los equivocados piensan que si Cuba renuncia a su proyecto social tendríamos un país de primer mundo. Si desistimos, dejaríamos a la humanidad sin esperanzas de un mundo mejor y posible, sin lecciones sobre cómo se resiste a prueba de balas y de ideas que matan igual. Sin hablar de lo que representaría para “los vivos y los muertos de mi felicidad” que perdamos la libertad», advierte Valia Marquínez, periodista de Cubavisión Internacional.

Por su parte, el microbiólogo Rodríguez Labrada hace énfasis en que «no debemos renunciar al socialismo porque echaríamos por la borda todo lo que hemos alcanzado. Renunciar sería abandonar la disposición a la batalla diaria por seguir construyendo una nación más próspera, más soberana y unida. No renunciar al socialismo no significa que vayamos a desistir de perfeccionarlo desde varios ámbitos, pero sobre todo desde el económico. Creo que es posible tener un socialismo mucho más sólido, y el Congreso del Partido también va en ese camino».

Esa es la razón por la cual Laritza Fernández Paneque, ingeniera informática de Las Tunas, considera que «debemos inculcar y formar a nuestros hijos en los mismos principios y valores en los que fuimos criados». Y Zailin Pérez Zaldívar, investigadora del Cenesex, subraya que cuidar lo que se ha logrado incluye «ser críticos con lo mal hecho, con lo que desvirtúe la esencia ética del proyecto social socialista. También enfrentar los contrapunteos ideológicos que se suscitan por las tendencias que apuestan no por transformar y perfeccionar el sistema desde dentro, sino por el retorno al capitalismo».

Así lo ratifica también Javier Sanzo Díaz, subdirector del Memorial José Martí, quien está claro de que «el socialismo, como proyecto cubano, no es perfecto, como no lo es ninguno, pero me ha demostrado que en él existen sueños que se hacen realidad. Por eso las nuevas generaciones debemos estar conscientes de por qué lo defendemos. Hoy no tenemos que irnos a la Sierra con un fusil, aunque seguramente lo haríamos si hiciera falta: hay una batalla mayor, que es la ideológica y cultural, la de pensamiento. Nos toca no dejarnos engañar, estar constantemente informados, estudiar, trabajar y hacerlo bien, siempre con la verdad y la justicia de nuestro lado».

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