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Nunca perdí los ojos de mis alumnos

Una profesora echó mano al WhatsApp para sortear los peligros de la pandemia y enseñar Historia en una experiencia que terminó en un programa de radio

 

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

MORÓN, Ciego de Ávila.— Yamila Tomasa Ferrá Gómez pone en orden sus recuerdos. Desde el 2020 el mundo de las tecnologías de la comunicación y las redes sociales se incorporaron a su vida de un modo bastante fuerte.

Actualmente es profesora de Historia en el Centro Politécnico Félix Varela de Morón. A ella se le conoce como la docente que creó un grupo de WhatsApp desde el Instituto Preuniversitario Urbano de la Ciudad del Gallo para enseñar y repasar esa disciplina a las puertas de las pruebas de ingreso.

«Al decretarse en marzo el cierre temporal del curso 2019-2020 por la COVID-19 —cuenta—, nos encontrábamos en plena preparación para los exámenes de la universidad. Todos nos pusimos ansiosos y a una alumna, Emily Rodríguez Carabeo, se le ocurrió la idea de crear un grupo por WhatsApp».

El resultado final fue un espacio de aprendizajes, debates, que hasta derivó en un programa en la radio y en consultas sicológicas entre la maestra y sus alumnos. Hoy ese proyecto se ha presentado a varios eventos académicos y en publicaciones en revistas científicas; a la vez que se busca la forma de perfeccionarlo con el apoyo de la Dirección Provincial de Educación.

«Sobre todo fue una experiencia de solidaridad —recuerda Yamila—. Entre todos nos ayudamos con la conexión. A algunos no les alcanzaban los saldos para cubrir el pago de los datos móviles y sus compañeros los ayudaban. Hasta una exalumna colaboró desde México, y hay algo cómico: yo desconfiaba de las tecnologías, las rechazaba, y ahora soy una defensora decidida de ellas. Hasta quieren que haga un doctorado sobre eso».

—¿Por qué rechazabas los grupos en las redes sociales?

—Los consideraba banales. La vida, no obstante, me demostró cuán útiles podían ser en manos del maestro. Empecé con 20 estudiantes el 24 de marzo de 2019 y en nueve meses llegamos a tener a 124 jóvenes de varios municipios y de La Habana, Villa Clara y Camagüey.

«El primer contenido que impartí fue el Movimiento Cívico Político de la Ortodoxia y su líder Eduardo Chibás. Fue realmente mágica esa hora de clases. Olvidé todo y ellos también, hasta la amenaza del virus».

—Cuando hicieron la propuesta, ¿tuviste dudas?

—No, no tuve dudas. Acepté el reto a pesar de mi desconocimiento tecnológico. Lo más importante eran mis alumnos y su seguridad en medio de la pandemia. Acepté sin pensar mucho.

—¿Qué reglas pusieron en el grupo?

—El respeto, sobre todo. No se podía vulnerar a nadie. Las tareas y actividades independientes debían ser resueltas por ellos. Posteriormente, interactuábamos a la hora del repaso. En el grupo no podían publicarse cosas personales y no se aceptaban los chistes. Era un espacio para repasar y aprender. Un día alguien intentó obviar las reglas y, de inmediato, con mucho respeto, los alumnos pidieron que no hiciera eso.

—¿Cómo impartías la docencia? ¿Tenías alguna idea o el método se creó por el camino?

—El método, incluso el sustento científico y teórico, apareció por el camino. Lo que desde el inicio sí tuve en cuenta fueron las enseñanzas de la Educación Popular de Paulo Freire. Por eso mi posición era participativa: hacía propuestas, los incitaba a buscar información, a vivir y emocionarse, a tomar partido, a revelarse ante lo injusto y a ser dignos. Ese ha sido siempre mi método y lo apliqué a los Entornos Virtuales de Aprendizaje.

Lo aseguro ahora: No hubo fraude

—¿Se creaban debates? ¿Peguntaban o discutían de algún tema en específico?

—Siempre se produjeron debates. Tenía un alumno, Julio, que, en el mejor sentido de la palabra me desafió con sus criterios. Él tenía una manera muy particular de enfocar la historia y su estudio. De hecho, alcanzó 100 puntos en el examen de ingreso. Un día dábamos las acciones del 26 de Julio y él preguntó por qué no había un miembro del Partido Comunista en esas acciones. Su duda era lógica porque en la Revolución del 30 ese partido jugó un papel de vanguardia. Razonamos entre todos y entramos en el tema del marxismo en Fidel y su fuerte formación martiana. 

Ahora, ¿cómo hacías las evaluaciones?

—¿Cómo? Pues apelé a la conciencia y comenzamos a realizar exámenes. Después al Doctor Lázaro Padrón Pereira, jefe de Enseñanza Media Superior de la Dirección Provincial de Educación, se le ocurrió la idea de aplicar el Pesquisador de Conocimientos, que era como llevar el Pesquisador de Salud al proceso docente. El principio era que los alumnos se autoevaluaran y pudieran trabajar sobre sus propias deficiencias.

—¿No tenías miedo al fraude?

—Yo hacía ejercicios y pruebas en tiempo real, y nunca percibí un intento de fraude. Las respuestas eran inmediatas, con sus palabras y con lo que habían aprendido; pero, además, confiaba en el grupo. Ellos lo sabían y hoy lo puedo asegurar: nunca hubo fraude.

—Si el grupo en WhatsApp funcionaba, ¿por qué apareció el programa en Radio Morón?

—El programa radial Camino al éxito fue una necesidad. Ya eran unos cuantos meses de aislamiento. Muchos padres no recibían la antigua remuneración y eso complicaba el acceso a internet. Pensé, entonces, en la radio y tuve la suerte de contar con el apoyo de Nancy Hernández, la directora de Radio Morón, y de su equipo de trabajo. Allí abrieron un espacio en vivo los lunes, miércoles y viernes para que el grupo preguntara sus inquietudes. Aquello me obligó a prepararme más porque las dudas nunca se avisaron: las debía aclarar en vivo.

En los maestros está la clave

—Desde tu experiencia, ¿estas tecnologías hasta dónde llegan? ¿Qué tan eficaces son?

—Las tecnologías permiten hacer más atractivo el aprendizaje, facilitan el acceso a la información, borran las distancias y el estudiante puede convertirse en un productor de conocimientos y desarrollar competencias que le serán útiles en la vida. Sin embargo, soy partidaria de la participación del maestro. El grupo en WhatsApp no hubiera existido sin la presencia de un docente.

«Es cierto que existen muchas dificultades para generalizar esta experiencia. Las escuelas deben ser áreas wifi y la brecha digital es notable; pero vale la pena avanzar.

«El resultado final de ese esfuerzo estuvo en las pruebas de ingreso: el promedio de puntuación superó los 91,04 puntos y estuvo por encima de la media provincial. Además, en el tiempo que estuvimos en el WhatsApp, yo nunca dejé de “mirarles a los ojos” a mis estudiantes».

—¿Cómo lo hacías?

—Los veía en los mensajes de texto. Podía sentir cuando estaban preocupados. La relación fue tan fuerte que hasta descubrí cuando una alumna se encontraba mal por la manera en que respondía una pregunta. No era la muchacha de todos los días. Entonces me convertí un poco en su sicóloga y salió adelante.

—Yamila, si te dieran la oportunidad de crear de nuevo el grupo, ¿qué harías diferente?

—¡Todo! Trabajaría para que el Pesquisador de Conocimientos fuera una aplicación en los celulares de mis alumnos; conversaría más con ellos de literatura y artes; pondría una canción al empezar y otra al terminar. No prohibiría los chistes, porque en la vida debemos siempre sonreír…

«Al final siempre pasaron cosas maravillosas. Desde la celebración de mi cumpleaños por el grupo hasta las palabras de Elvia Cervantes, abuela de una alumna y maestra de muchas generaciones en Morón. Ella un día me dijo que hubiera querido ser mi alumna y que nunca se perdió un programa de radio. Con todo eso, ¿qué más puedo pedir?».

En nueve meses el grupo por WhatsApp alcanzó 124 alumnos de varios municipios de Ciego de Ávila y otras tres provincias de Cuba. Foto: Cortesía de la entrevistada 

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