Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Que el consumo no «consuma»

Especialistas de diversas áreas explican los beneficios, perjuicios y cuidados que se deben tener frente al uso de dispositivos móviles y productos audiovisuales durante la infancia

Autores:

Odalis Riquenes Cutiño
Yuniel Labacena Romero
Liudmila Peña Herrera
Dorelys Canivell Canal

Gamers, youtubers, Xboxers, followers, likes… son algunos de los términos foráneos que coexisten con el sinnúmero de mediaciones a las que están expuestos infantes y adolescentes frente a sus pantallas (con o sin internet). La preocupación podría parecer exagerada, si no fuera porque, en el reportaje que publicamos la semana anterior, los noveles usuarios y sus familiares validaron la idea de que hoy en Cuba existe un consumo excesivo de materiales audiovisuales, en sus diversas modalidades.

En el año 2017, el Centro de Estudios Sobre la Juventud (CESJ) realizó una investigación a nivel nacional que buscó caracterizar el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones por los adolescentes y jóvenes cubanos en sus prácticas sociales. Esta pesquisa concluyó que el 71 por ciento de los encuestados se conectaba a internet en aquellos momentos, el 99,3 por ciento poseía alguna tecnología de su propiedad y más del 60 por ciento participaba en las redes sociales con perfil propio. La más seguida, según ese estudio, era Facebook.

Estos datos pueden haberse transformado de 2017 hasta la actualidad de manera significativa, pues en 2018 Etecsa inició la comercialización del servicio de acceso a internet a través de la red móvil de tercera generación, y luego la de cuarta generación, así como la ampliación del servicio Nauta Hogar. A ello se añadieron las rutinas impuestas por el aislamiento social a causa de la COVID-19, el cual incide en el sobreconsumo de estos materiales.

Un estudio más reciente, publicado en la Revista del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, en 2020, caracterizó el consumo de videojuegos en un grupo de estudiantes habaneros de la enseñanza primaria, desde la perspectiva de niños y madres.

Sus resultados develan que el motivo fundamental para el uso de videojuegos por los escolares es el entretenimiento y la diversión; prefieren los de producción foránea; y el hogar es el lugar privilegiado para consumir, aunque resulta insuficiente la mediación del adulto, entendida como el acompañamiento, verificación y explicación de los asuntos relacionados con esa actividad.

Esta investigación incluyó, en su primera fase, a 181 infantes encuestados. De ellos, 174 respondieron que sí habían consumido alguna vez videojuegos (96,1 por ciento). Llamó la atención de los investigadores (todos del área de la sicología) que los entrevistados se adentraban por primera vez en el mundo de los videojuegos entre los tres y los diez años de edad.

Asimismo, les resultó preocupante que, entre los 15 títulos más mencionados, destacaron videojuegos no recomendados para menores de 16 o 18 años por el sistema de clasificación de edad Pan European Game Information (PEGI). Algunos de ellos son: Grand Theft Auto (GTA), Call of Duty, Mortal Kombat y Assassin's Creed.

En cuanto al tiempo de consumo por parte de los escolares, el 66,7 por ciento de las madres refirió que ellos jugaban durante la semana entre una y cinco horas. No obstante, el 30,3 por ciento lo hacía por 11 horas o más.

Estos datos —referidos solo a los videojuegos— confirman que la exposición a las pantallas (incluye televisores, computadoras, consolas…) en Cuba es un tema complejo, pues hoy no se concibe el mundo moderno sin audiovisuales reproducidos en aparatos electrónicos de diversas modalidades, los cuales constituyen, por donde se mire, una completa tentación para estos grupos etarios.

Advertencias desde la sicología

La sicóloga Zoraya Coro Carrasco, máster en Sicología Clínica y profesora auxiliar de la Universidad de Ciencias Médicas Ernesto Guevara, de Pinar del Río, asegura que se puede hablar de la adicción a los medios y plataformas digitales, tanto en los niños como en los adolescentes.

La especialista labora en el hospital pediátrico Pepe Portilla, y su experiencia le permite caracterizar el fenómeno del acceso, marcado fundamentalmente por el estímulo que la familia brinda a los pequeños en relación con la tecnología.

Explica que los adultos introducen a los bebés en ese mundo dándoles el celular, la tablet y hasta la laptop para que vean y escuchen animados, música infantil, videos e, incluso, juegos. Esto, dice, ocurre con niños desde ocho o nueve meses hasta los dos o tres años.

«Pasada esa edad el fenómeno crece, incluyendo ya otros juegos y videos. Algunos hasta los incorporan a Facebook y a otras redes sociales. Les crean perfiles donde presentan sus fotos y videos personales, tanto que los propios niños llegan a exigirles ese tipo de publicaciones», asegura.

Coro Carrasco remarca que, a causa del confinamiento, esto ha empeorado, «pues los padres encontraron en el entretenimiento a través de los medios informáticos el control de sus hijos en el hogar».

Por su parte, la Doctora en Ciencias Sicológicas Roxanne Castellanos Cabrera, profesora titular de la Facultad de Sicología de la Universidad de La Habana, opina que a este tema hay que prestarle muchísima atención por el impacto en la salud de los menores, y advierte que, entre los adolescentes en par-
ticular, «hay una parte que invierte mucho tiempo en las redes sociales, pero los adultos que son sus referentes modelan ese tipo de conducta, que los expone y los hace vulnerables».

Aunque Castellanos Cabrera considera que el uso con medida de estos dispositivos es beneficioso para la comunicación y el entretenimiento en tiempos de pandemia, alerta:

«Lo ideal es que alternen los tipos de actividades, y que el consumo no les «consuma» todo el tiempo. Si nos remitimos a edades tempranas, el panorama es similar: es la familia quien orienta o «deso-
rienta». Muchos padres no poseen amplia cultura acerca de los beneficios del buen uso de estas tecnologías. En la mayor parte de los casos, los niños solo las usan para jugar o ver audiovisuales, incluso estando en línea lo cual los expone grandemente a malos tratos y abusos de diversa índole.

«Los padres no saben a lo que sus hijos están expuestos. Al igual que deben saber qué hacen en la calle, con quiénes se relacionan, eso mismo se aplica al mundo virtual, porque existen similares peligros que en el mundo real», detalla.

¿Realmente afectan el lenguaje?

Más allá de los riesgos vinculados con la interacción en línea con otras personas, y de la adicción que estos dispositivos pueden generar, existen otras consecuencias sobre las que alertan no pocos especialistas en el mundo, y que mencionábamos en la primera parte de esta investigación. Entre las más conocidas por la familia cubana están las afectaciones en el lenguaje.

Por eso conversamos con la máster Jenny León Martínez, logopeda y directora del Centro de Diagnóstico y Orientación de la Dirección Municipal de Educación de Plaza de la Revolución, en la capital. La especialista reconoce que «las pantallas pueden utilizarse como una vía de apoyo a la adquisición de contenidos, pues el canal preferencial de aprendizaje de los niños es el visual, y estos medios ilustran contenidos estimables que pueden aprovecharse con la vigilancia que merece»; pero insiste en la «vigilancia» porque «estos limitan el intercambio social y comunicativo si no son controlados debidamente».

En esta dirección, advierte: «Cada vez son más los niños de la primera infancia que tienen necesidades educativas en la comunicación y el lenguaje por esta causa. Me gustaría resaltar los términos “exposición temprana” y “exposición sostenida” porque marcan las pautas de la tendencia social del descuido de los deberes de la familia hacia la estimulación de hábitos y habilidades de sus hijos, y en particular las de tipo comunicativas (socialización y lenguaje).

«Esta es la causa más común de los retrasos del lenguaje de los infantes. Y la afectación se manifiesta a corto, mediano o largo plazo, en dependencia del tiempo de la detección del trastorno y de la evolución de su tratamiento».

León Martínez señala que, debido al del prolongado confinamiento, la exposición a las pantallas se ha agudizado y convertido en suplemento de la interacción en el medio familiar. Por eso cree que es lógico augurar un incremento de infantes con trastornos del lenguaje, pues «estos medios tecnológicos no sustituyen la estimulación integral de intercambio informativo y desarrollo social». 

Para los bebés, la logopeda recomienda a la familia practicar juegos como Azótate la mocita, entre otros; para la mayoría de las edades, es muy provechoso recitar poesías, cantar, narrar cuentos con ayuda de secuencias de láminas y todo lo que estimule la comunicación directa entre la familia y los infantes.

Según la experta, entre las afectaciones que puede ocasionar el exceso o mal manejo de estos medios figuran: afectación del ritmo y entonación del lenguaje con la adquisición de acento extranjero, apropiación de vocablos que no pertenecen a la lengua materna («banana» por plátano, «tobogán» por canal) y dificultades para el establecimiento de relaciones comunicativas verbales (socialización).

Igualmente, otras afectaciones se relacionan con el retraso en la estructuración gramatical, desarrollo del habla en tercera persona cuando se van a referir a sí mismos, aparición de ecolalia (repetición verbal íntegra y sin análisis de lo escuchado que impide o dificulta el establecimiento del diálogo), retrasos o retrocesos en el lenguaje.

Por eso, la logopeda recomienda a la familia encontrar un balance que garantice el óptimo aprovechamiento de estas tecnologías en función del desarrollo de habilidades lingüísticas, regulando el tiempo de exposición, teniendo en cuenta el tipo de material que les ponen a sus niños y su correspondencia con las necesidades e intereses de cada grupo etario; además del acompañamiento de los adultos que incluya supervisión, intercambio, análisis y socialización del producto que consumen.

Otras consecuencias negativas

«Pero el sobreconsumo no solo afecta el lenguaje —alerta la Doctora Roxanne Castellanos— porque este lo que denota es que está fallando la existencia de la estimulación humana en el desarrollo sicológico del niño. Por eso se afecta toda la subjetividad y esencialmente en todos los patrones de la interacción humana».

Explica la sicóloga que, por el contenido del dibujo animado, pueden existir miedos y ansiedades, pero insiste en que «lo que obstaculiza el desarrollo del niño es que,
mientras está sobreconsumiendo, está transcurriendo su tiem-
po de vida sin interacción con el adulto; o sea, existe una hipoestimulación.

«Cuando hay niños que se pasan seis horas del día delante del televisor viendo muñequitos (incluso más), eso es negligencia parental. Es difícil hablarlo en esos términos, pero es así, porque no hay un adulto que esté haciendo su labor de estimulación hacia el bebé, que es un deber, un rol que tienen los padres», apunta la especialista.

Destaca, entre otras de las consecuencias, la ausencia de interés social, el balanceo hacia los lados, desinterés con respecto al juego con otros niños o si una persona le habla y repetición de frases aprendidas en los dibujos animados.

«Si el sobreconsumo empieza después de los tres años, entonces pueden aparecer irritabilidad, ansiedad, los miedos, que hoy son comunes y la gente piensa que es por el aislamiento. No es lo mismo el niño que está en confinamiento sin sobreconsumir productos audiovisuales, que el que está en aislamiento solo consumiéndolos», explica la experta.

También señala que de estas conductas no escapan los niños más grandes, que en no pocos casos se vuelven adictos al celular, lo cual «ocasiona pérdida de interés por otro tipo de actividades, la interacción con amiguitos, incluso la alimentación, pues puede ser que coman mientras están jugando o que no les interese alimentarse. Por eso, a todo este tema del sobreconsumo también se asocian problemas médicos como el sobrepeso, de ortopedia y visuales. La aparición de la conducta adictiva es otra de las consecuencias».

En la familia está la clave

Aunque el sobreconsumo de audiovisuales o sobrexposición a las pantallas no es un tema nuevo en el mundo, cada vez existen más investigadores dentro del país que se dedican a estudiar sus causas y consecuencias. Una de ella es la Doctora en Ciencias Alicia de la Caridad Martínez Tena, profesora titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Oriente.

La también  investigadora del Centro de Estudios Sociales Cubanos y Caribeños José Antonio Portuondo (Cesca) cree necesario señalar que la situación generada por la COVID-19 reafirmó la existencia del desi-
gual acceso a las tecnologías en el país, al quedar desplazado su uso de los espacios institucionales a los privados.

Asegura que el abuso de internet no solo ha provocado cambios en el lenguaje, sino que ha ido desplazando prácticas en niños y adolescentes referidas al lugar donde comen, con quienes comen y comparten los juegos, los objetos, y ha incidido en la ruptura de patrones formales de educación.

Desde su experiencia, la especialista en temas de procesos y consumos culturales, políticas de desarrollo y desarrollo local, coincide con el resto de las entrevistadas en que la educación familiar es imprescindible para lograr un buen empleo de los dispositivos digitales. Considera, además, que «hay que dialogar y enseñar cómo aprovechar esas herramientas para ampliar el conocimiento.
Estamos globalizados y la conexión es consustancial con ese proceso».

Asimismo, la Doctora señala que existe mayor propensión a acceder a internet porque los programas televisivos nacionales no son lo suficientemente atractivos para generar interés e incorporar un habitus en estos grupos etarios.

«Es muy importante hacer saber a los hijos y nietos que internet no es lo único que ofrece información. Hay otras vías que pueden ser utilizadas para complementar el conocimiento, como la lectura», concluye la investigadora.

Acompañar desde la responsabilidad

Mucho podría hablarse todavía sobre el impacto del exceso de consumo de audiovisuales en sus diferentes modalidades, sobre todo porque, como indican las expertas consultadas, falta información y cultura en las familias acerca de los beneficios y los riesgos.

De seguro existen otras muchas miradas (desde diversas áreas de la ciencia) que puedan enriquecer el tema. Y aunque la realidad actual nos obliga a comunicarnos más mediante los teléfonos e internet, así como a buscar alternativas de recreación dentro de los hogares, siempre es válido conocer (para prever y acompañar) a qué exponemos a niños y adolescentes cuando la luz de una pantalla les muestra un mundo real o ficticio que puede enriquecer o afectar, según cada experiencia. En la relación tecnología-infancia la actitud responsable de los adultos marcará siempre la diferencia.

 

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