Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

De lunes a lunes entre niños positivos

Una joven pediatra matancera confiesa que trabajará «hasta que me necesiten» en esta batalla contra la covid-19

Autor:

Hugo García

MATANZAS.— Marité Llerena Quintana tiene solo 30 años de edad. Es bajita y ágil en su andar. Lleva careta, varios nasobucos y gorro. Usa sobrebata hospitalaria y guantes. Ella es especialista de Primer Grado en Pediatría en el hospital pediátrico provincial Eliseo Noel Caamaño. La encontramos en el centro de asilamiento Mártires del 27 de Noviembre, una extensión de la institución pediátrica.

Es también la mamá de César Adriel, quien es cuidado por su papá, Adriel Delgado Borges. «Mi esposo se desenvuelve muy bien», nos dice. «Él es quien cuida al niño para que yo pueda trabajar, y es bien difícil, porque es de lunes a lunes: no tengo tiempo prácticamente para ellos dos.

Con JR habla de su presente y de sus sueños pospuestos: «Primero quisiera irme un día para mi casa y amanecer escuchando la noticia de que la pandemia se terminó, que todos felizmente estamos vacunados, incluso hasta nuestros niños, y que ya la pandemia es una triste historia pasada.

«Quisiera salir con mi niño, llevarlo a un parque, que nunca ha ido, poder dedicarle un fin de semana y disfrutar con él… Después incorporarme a mi hospital y seguir brindando lo mejor de mí en la atención médica.

«Duermo tranquila porque las familias se van contentas del centro de aislamiento; se marchan con la sensación de la cura total, de que están bien sus niños, aunque siempre les explicamos que el riesgo de una reinfección es muy probable si se vuelven a incumplir las medidas sanitarias».

Niñez acompañada

Este centro de aislamiento cuenta con 180 camas. Al inicio estaba a plena capacidad, con muchos niños y padres positivos, y la mayoría evolucionaba bien.

«Los niños evolucionan satisfactoriamente; egresan para sus casas con vigilancia epidemiológica durante los siguientes 14 días, y a sus padres se les imparten las orientaciones
pertinentes. A muy pocos hemos tenido que trasladarlos hacia el hospital, por alguna fiebre persistente o con patologías que necesitaban una atención más especializada. Aquí aplicamos tratamientos con interferón y añadimos azitromicina si presentan manifestaciones respiratorias.

«Hemos tenido padres positivos y les hemos suministrado interferón, y a otros nasalferón. Todos han evolucionado bien. La cobertura del medicamento ha sido adecuada.

«Cuando llega un lactante positivo, enseguida lo remitimos hacia el hospital; ese es el protocolo. Aquí mantenemos a los que tienen entre uno y 18 años. Llegan muchos adolescentes. El mayor acumulado ha sido entre diez y 18 años, pero ahora tenemos a muchos entre uno y ocho años.

«Hay familias que cuentan con las condiciones para ingreso domiciliario y eso nos ayuda mucho, porque así no están hacinados en los centros, y en sus casas reciben seguimiento por el médico y la enfermera del consultorio.

«Empecé aquí el 26 de junio con capacidades llenas y recursos humanos muy escasos, pero se nos han incorporado médicos y enfermeros de apoyo de la brigada Henry Reeve y especialistas en MGI de otras
provincias. Muchos han salido de su misión en Venezuela directamente a este centro para apoyar. Con ese refuerzo el trabajo ha sido más llevadero, porque era mucha carga de pacientes para tan pocos médicos.

«Esperamos que la provincia siga descendiendo el número de casos diarios, y que la parte pediátrica no sea la más afectada, como vimos al inicio del cuarto rebrote. Y también que los padres los protejan en sus casas, que es fundamental».

A casa día a día

La doctora Llerena lleva dos años y medio como especialista. Su horario en el centro de aislamiento es desde las ocho de la mañana hasta las cuatro  de la tarde… en papeles: «Realmente es hasta que me necesiten, para que el trabajo salga lo mejor posible y dejar todo organizado para el otro día. A veces llego a la casa a las 10:00.

«A los siete meses de nacer mi niño inició este tiempo de la pandemia. Me encontraba trabajando en un área de Salud del municipio de Jovellanos y estuve un buen tiempo, hasta que tuve la necesidad de acogerme a la ley por tener un niño pequeño, pues tenía que viajar a diario.

«Permanecí casi dos meses en casa, hasta que logré trasladarme para Matanzas. Hubo necesidad de habilitar este centro de aislamiento; me lo comunicaron y estuve dispuesta desde el primer momento. Lo hablé con mi esposo, nos organizamos y asumí esta tarea. Ahora vivo en la ciudad de Matanzas».         

—¿Conlleva mucho rigor atender casos positivos?

—Es bien complicado, porque nuestra función aquí, además de llevar la asistencia médica, es organizarlo todo y brindar los partes médicos diarios, con toda la responsabilidad que requiere esta tarea. Es complejo; a veces estamos un poco temerosos, porque cuando un niño necesita la supervisión del pediatra, cuando el residente nos entrega a un paciente que le preocupa por determinada situación o un enfermero nos comunica alguna preocupación, tenemos que ponernos todos los medios de protección y subir a examinar al paciente, ver la realidad del caso, decidir si lo trasladamos o si lo podemos mantener en el centro.

«De verdad nos estamos exponiendo y luego vamos diariamente a la casa. Mientras nos sigamos protegiendo con los medios y la desinfección adecuada, de manera responsable, el riesgo de infectarnos es mínimo… aunque el temor siempre existe».

—¿Es muy peligroso el contacto con tu niño?

—Al llegar a la casa todo es un poco divertido, si lo podemos llamar así, porque afuera de la casa me desinfecto bien el calzado con cloro, me quito los zapatos en la acera, entro descalza y voy directamente al baño. Me desinfecto por alrededor de una hora. Muchas veces me paso todo el tiempo con el nasobuco aun dentro de la casa, y es bien complicado, porque el niño trata de quitármelo, quiere que lo cargue, que juegue con él, y siempre me queda el temor de que sea asintomática y pueda contagiar a mi familia. Pero en un mes trabajando con niños positivos y algunos padres con el virus, todo ha salido bien.

«Mientras hagamos las cosas de manera responsable, tomando todas las medidas higiénicas que conlleva nuestra labor, no tendremos problemas.
Todos estamos expuestos, pero hasta ahora entre el personal de enfermería y médico no hemos tenido ningún contagiado; estoy segura de que podemos seguir así».

—¿Por qué se contagian tantos niños, incluso lactantes?

—Al inicio eso me impactó mucho. Duele que continuamente lleguen niños. La cifra más baja de ingresos diarios ha sido 19. Muchos vienen desde el área de Salud remitidos con su PCR o examen positivo. Los recepcionamos y ubicamos en los cubículos, en sus camas; les explicamos a sus padres el protocolo que se ha de seguir, se les hace una historia clínica y les suministramos los medicamentos que llevan por su edad.

«Cada vez que veo a un bebé pequeñito positivo, que evidentemente son a quienes más debemos cuidar, me duele en lo personal, porque tengo un niño, pero a medida que los veo evolucionar eso me alegra. Llegan casi siempre asintomáticos y evolucionan bien, si no hacen reacción al medicamento, y luego su negatividad en el PCR o el test de antígeno me alegra, porque ya se pueden ir para sus casas».

—¿Se contagian por culpa de los mismos familiares?

—Sin duda los contagios son intrafamiliares. Muchos padres cuando les preguntamos nos contestan que no saben por qué se les contagiaron si ellos no los sacan de la casa a nada. Cuando empiezan a recordar y a hacer una historia sicosocial, al indagar bien sobre qué sucedió, enseguida nos dan las causas, entre estas que el vecino vino varias veces
a la casa o que la abuelita o el tío cargó al niño… siempre por alguna parte encuentras el pequeño detalle de la puerta de entrada del virus.

«Evidentemente hay que trabajar más con la familia, crear más conciencia. Sabemos las necesidades de salir de los hogares; lo único que les pedimos es que adopten todas las medidas y que hagan una desinfección total, plena —como yo, que tengo un niño pequeño—. Que no les quede ese temor de que me faltó algo, y cuiden a sus pequeños».

—¿Dicen que eres la madrina de muchos niños?

—Bueno, sí, así me quieren llamar… Puede ser el apodo indicado en estos momentos.

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