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Destacado músico cubano Harold Gramatges halaga talento de los jóvenes

El maestro Gramatges derrocha sabiduría y bondad a su paso por la vida. Insiste en la necesidad de divulgar la música clásica

Autor:

Juventud Rebelde

Foto: Franklin Reyes Entre partituras y proyectos, Harold Gramatges, uno de los más grandes músicos cubanos contemporáneos, celebra por estos días, junto a su 88 aniversario de vida, los diez años de que recibiera el Premio Iberoamericano de la Música Tomás Luis de Victoria, en su primera edición. Y lo hace, inmerso en los preparativos del XXI Festival de Música Contemporánea, evento que recomienda por la calidad y alto prestigio de los artistas participantes.

«Soy un enamorado de la vida», confiesa. «Vivirla es un privilegio que agradezco. Estoy convencido de que cualquier problema, por grande que parezca, tiene solución siempre que seamos capaces de buscársela con inteligencia. Esa convicción me mantiene con ánimo».

A este caballero andante, que distingue por su humildad e inteligencia, es frecuente encontrarlo en disímiles lugares. «Lo mismo asisto a un concierto con la música sinfónica más exquisita, que a una Trova sin Traba, de la UNEAC, a escuchar a un grupo de charanga y ver al público cómo se retuerce, porque todo eso forma parte de la cultura».

Se le ve también en las aulas del Instituto Superior de Arte (ISA), donde imparte clases como Profesor Emérito. «La música es amor, éter, aire, más allá de lo que significa. Sin ella no se puede vivir. Lo digo categóricamente porque es una realidad. Está escrita para que suene. Y cuando el sueño acaba de sonar entra nuevamente en la partitura y se calla. Es, junto con la vida, el misterio más grande», expresó.

Satisfecho con su obra —«no me falta, me sobra, aunque pude tener una producción mayor (pero me he ocupado de otras tareas igual de importantes, que no son precisamente la música)»— Gramatges se define como un cultor de las fuentes folclóricas. «No un folclor crudo. A mí me gusta llamarle fuentes populares porque se renuevan acorde con la experiencia e influencias que uno recibe.

«En cada una de mis creaciones hay elementos de esa índole. Pienso que existen cambios en la composición, de acuerdo con métodos de trabajo. Los compositores, en un momento dado, nos interesamos por ver cómo se maneja una determinada técnica. Pero después volvemos a retomar lo que nos identifica. Miro mi música y sé que esa entidad no la he perdido nunca, aun en la forma en que más me haya movido o distanciado de obras donde se manifiesta de manera definitoria».

ENTRE ANÉCDOTAS Y CONFESIONES

Conversar con él es un regalo. No solo por la bondad y sabiduría que desborda sino también por la paz infinita que transmite siempre que se le escucha disertar sobre arte, la vida en general o contar las anécdotas que tan bien atesora: como la de aquel año (1958) en que, luego de una gira por Europa, tuvo que quedarse en México por orientación del Partido Socialista Popular (PSP).

«Siempre fui una persona “de sangre izquierda” y mantenía nexos con representantes del PSP, el partido comunista francés, el italiano.

«No era miembro oficial del PSP pero estaba muy unido a ellos; además, yo era el presidente de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo creada en 1950 (luego del Moncada fue agrupada por el PSP, casi todos éramos de izquierda). Estuve preso varias veces. Fuimos muy perseguidos por el Servicio de Inteligencia Militar, el Buró de Represiones anticomunistas.

«Pasaron los años y de vuelta de un congreso del Movimiento por la Paz en Suecia, al llegar a México me avisaron que si retornaba a Cuba iban a cortarme la cabeza (por mis ideas y fidelidad al Partido). Pero triunfó la Revolución y pude regresar».

Gramatges rememoró algunos pasajes de su infancia —la cual transcurrió en una familia culta—, así como de los años en que tomó clases con Amadeo Roldán y José Ardévol.

«Tuve la suerte de que mi padre era un arquitecto e ingeniero muy connotado, que tocaba el violín y me apoyó toda la vida. Abrí los ojos oyéndole tocar. Todavía recuerdo, aunque en penumbras, mi primera presentación en público sentado al piano. Tenía ocho años y la hice acompañándolo a él (hacía dos que estaba estudiando piano). Fue una especie de recital en una institución teosófica santiaguera. No me impresioné. Ni siquiera tenía conciencia de lo que eso significaba.

«En Santiago de Cuba, mi ciudad natal, estudié música y el bachillerato. Había compuesto algunas piezas y mi status en la adolescencia era el de un pianista de cierta connotación. Pero decidí venir a La Habana con la idea de buscar unas obras que necesitaba estudiar, porque, de acuerdo con la inteligencia de mi padre, yo iba a ingresar en el Conservatorio Real de Bélgica y para ello había que tocar un programa que ya casi manejaba completo.

«Llegué aquí con la idea de estudiar esa música e irme. Pero una amiga me invitó a un concierto sinfónico en el teatro Auditórium (hoy Amadeo Roldán). Nunca antes había visto una orquesta. El escenario se llenó de personas con instrumentos que yo no dominaba y un señor con una varita mágica hizo tocar todo aquello. En ese momento no oí la música. Carecía de la capacidad para discernir lo que estaba oyendo: Pero la vi. Esa fue la impresión que experimenté: según él movía los brazos y hacía gestos la música inundaba el espacio, se retiraba o silenciaba. La sensación que tuve fue visual, plástica, no sonora.

«Cuando terminó el concierto me llevaron a conocer a ese señor. Era Amadeo Roldán, director de la Orquesta Filarmónica y del Conservatorio Provincial de Música de La Habana. Hice mi examen de ingreso a esa escuela, brillantemente, y a los tres meses estaba sentado en un pupitre con Amadeo Roldán delante enseñándome música. Ahí empezó mi vínculo con él hasta que murió».

La extensa y significativa obra de Harold, pianista, pedagogo y compositor de excelencia, incluye temas para disímiles formatos vocales e instrumentales, que nos remiten a nuestras raíces y abarcan la música sinfónica, de cámara, coral, y también para piano, guitarra, teatro, ballet y cine.

MUCHO POR ANDAR

Con evidente entusiasmo y respeto, este cubano fiel a sus raíces —quien antes de cumplir los seis años tocaba de oído muchas de las piezas que escuchaba— reflexionó del mismo modo acerca de la presencia actual de Cuba dentro del panorama de la música clásica: «Aún falta mucho por andar. Afortunadamente, podría decirte que hay síntomas alentadores. Pero como la llamada música popular es la que más se vende (está inserta en un concepto comercial) la mayoría de los empresarios en lugar de buscar compositores de sinfonías apuestan por las formas populares.

«Ojalá la música clásica o culta, como yo le digo, fuera tan popular como la otra. No lo es por razones de divulgación. En los medios intelectuales u oficiales sí es muy reconocida. Sin embargo, fuera de ellos, cuando caminamos por las calles de este país siempre oímos música, pero no precisamente a Mozart o a Beethoven.

«La música está desintegrada. No espero que en un momento dado el pueblo entienda la culta igual que a la popular, pero hay muchas oportunidades que se están perdiendo. Por ejemplo, en la televisión educativa entre un programa y otro, a veces hay unos espacios con una pecera que podrían ser aprovechados para incluir una pieza de Mozart, e irle haciendo oído al niño».

Asimismo, manifestó su opinión sobre la llamada música popular, tan abundante cuantitativamente. «Hay muchos logros y desaciertos. En el afán de crear formas nuevas se ha perdido mucha calidad. Inventan nombres y ritmos que no son más que variaciones de un mismo tema.

«En este momento abunda más la mala música. Incluso, hasta algunos grupos buenos en ocasiones bajan la calidad a cambio de gustarle al público y tener éxito. Entonces ahí viene la confusión porque no se trata de eso, sino de elevar el gusto del pueblo, poner la música a la altura que este merece porque la cultura se hace», puntualizó Gramatges quien a los 88 años sigue escribiendo partituras, preside la Asociación de Músicos de la UNEAC y participa en la organización de eventos como el de Música Contemporánea.

«Nos empeñamos en mantener cada año el festival porque es una oportunidad para que el talento joven, que lo tenemos abundante, se confronte con la música de figuras de primera categoría que nos visitan», dijo. Y más adelante afirmó:

«Pienso que mi vitalidad, entusiasmo y claridad mental radica, sobre todo en que soy un cubano que ha vivido asido de las raíces que explican su cultura y modo de pensar. Recibo mucho amor y también lo prodigo. Además, soy tercamente optimista. Siempre he creído en el amor y no guardo rencor de ningún tipo. La vida, a pesar de los sinsabores, está llena de cosas hermosas. Y como nadie quiere irse antes de tiempo: aquí estoy yo, riéndome».

Esa es la filosofía del maestro Gramatges, cuya figura alta y delgada nos recuerda al Quijote de Cervantes. Ojalá los ángeles, y tomo aquí prestadas las palabras de la musicóloga Cary Diez, «sigan sosteniendo su cuerpo, como su vida ha sostenido las virtudes de hombre digno y sabio.»

Festival de Música Contemporánea

Con un concierto dedicado a la música de cámara cubana y al centenario del natalicio de Alejandro García, hoy a las seis de la tarde, en la Basílica de San Francisco de Asís, dará inicio el XXI Festival de Música Contemporánea. Compositores e intérpretes de 12 países asistirán a la cita que ofrece un panorama de las principales tendencias de la música contemporánea.

Junto a las obras de consagrados compositores del orbe se interpretarán las más recientes creaciones de cubanos de todas las generaciones. Entre las opciones de la presente edición destacan obras para conjuntos de percusión, multimedias electroacústicas que incluyen danzas y proyecciones, musicalizaciones de grandes poetas cubanos, sobrias piezas de cámara, conciertos corales.

Liderado por el maestro Guido López Gavilán y organizado por el Instituto Cubano de la Música y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, el evento se extenderá hasta el 8 de octubre.

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