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Limita el bloqueo de Estados Unidos a artistas cubanos de la plástica

Aunque la enmienda Berman ampara la libre tenencia de información y obras de arte por parte de los norteamericanos, el bloqueo incide negativamente

Autor:

Juventud Rebelde

No existe ley alguna que impida a un estadounidense adquirir arte cubano, lo mismo vía Internet que viniendo a comprarlo directamente a la Isla (la enmienda Berman ampara la libre tenencia de información y obras de arte). Tampoco está prohibido que nuestros artistas participen en ferias y subastas en Estados Unidos.

Luis Miret, director de la Galería Habana. Foto: Calixto N. Llanes Sin embargo, el bloqueo contra Cuba ha llegado a tal nivel de ensañamiento que algunos clientes, que habitualmente nos compraban, han cancelado sus solicitudes como resultado de las presiones a que se ven sometidos, aseguró Luis Miret, director de la Galería Habana y de la Subasta Habana.

Con frecuencia, comentó Miret, estas personas son molestadas por el Departamento del Tesoro de esa nación, que al enterarse de que se hizo una transacción les envía una carta solicitándoles copia de la factura y una fundamentación del producto adquirido.

«Eso, evidentemente, crea una especie de tensión que no todos están dispuestos a enfrentar. Hablo incluso de coleccionistas importantes, que viven en Norteamérica y que al verse cuestionados deciden no adquirir obras de cubanos residentes en la Isla, porque no quieren estar en la mirilla del gobierno estadounidense».

A eso se suman las restricciones de índole operativa que inciden en la promoción y desarrollo de artistas plásticos cubanos en un territorio tan próximo al nuestro y donde se realiza cerca del 50 por ciento del mercado mundial de obras de arte.

Cuba puede participar en ferias y subastas. Pero la ley impide a entidades norteamericanas publicitar productos o servicios cubanos sin un permiso del Departamento del Tesoro. Del mismo modo, y como resultado del bloqueo, cada compra y venta va acompañada de gastos adicionales en transportación. «El ejemplo más duro es cuando la obra tiene que ir a Miami. Como no hay vía directa, hay que hacerlo a través de Canadá, encareciéndose el kilogramo (de 1,50 dólares, que es lo que se paga por enviarlo directamente a la Florida, a 3,50)».

Otro aspecto que evidencia las pérdidas económicas está relacionado con el cobro. «Como el dinero hay que triangularlo hemos tenido que llegar a acuerdos con entidades de otras naciones que reciben esos pagos y los ponen en sus cuentas.

«Cada transferencia a Estados Unidos nos cuesta un cinco por ciento de lo que paga el cliente. El pasado año, tan solo por eso, dejamos de ganar 30 000 euros. Y como si fuera poco, la cuenta del Netherland Bank donde los clientes debían hacer las transferencias, el propio banco la canceló», subrayó Miret.

La Galería Habana está exportando en este momento más del 60 por ciento de las artes plásticas que se venden fuera de Cuba. Por concepto de venta, en el 2006 dejó de ingresar 150 000 euros. «También tenemos que asumir el costo cuando un camión que transporte obras de arte, para ser entregadas a clientes, es retenido por la aduana estadounidense en la frontera con Canadá. Como sucedió el pasado año en que tuvimos que erogar la cantidad de 1 618 dólares norteamericanos».

Brecha cultural

Partiendo del derecho que da la Constitución estadounidense al libre intercambio de información, a fines de la década del 80 del siglo pasado, el representante por California Howard Berman, a nombre de un grupo de personas residentes en EE.UU., presentó al Senado una demanda que abrió una brecha cultural en el muro de incomunicación entre los dos países: la enmienda Berman.

Todo parecía indicar que acabarían entonces las vicisitudes relacionadas con la tenencia de un producto cultural cubano. Ya no podían confiscarlos y mucho menos multar a quien los adquiría. Pero los mecanismos prácticos antes mencionados evidencian cuánto nos cuesta aún hacer promoción y venta en Estados Unidos.

«El acceso está muy restringido. Por tanto, es mínima la inserción de Cuba en ese mercado. Sin mencionar el asunto de las visas. Ellos, cada vez pueden venir menos acá, y los artistas nuestros, en ocasiones, reciben la negativa de ir allá, como pasó recientemente con Diago y Los Carpinteros: vendieron obras en una subasta y no pudieron presenciarse, porque se les negó la visa», destacó Miret.

Ha habido incidentes, incluso, con artistas que ganan becas y reciben menos dinero por ser cubanos. Tal es el caso del joven pintor y escultor Joan Capote, graduado del Instituto Superior de Arte (ISA), donde ejerció también como profesor durante un tiempo.

Capote ganó en el 2005 la beca de la Pollock-Krasner Foundation Inc. Award. El premio consistía en 25 000 dólares y le explicaron que por ser cubano solo podían darle 1 200. «Al final no llegué ni a esa cifra. No obstante, más que el dinero, a mí lo que me interesaba era el prestigio que otorga esa beca. Gracias a este premio en mi currículo pude optar por otra beca también importante y me la dieron en el 2006. La Pollock-Krasner te envía el dinero. Pero esta segunda no, por lo que decidí ir e invertirlo en mi carrera. Nunca había tenido problemas con el visado, no obstante, ahora llevo más de un año esperando, y nada», expresó este artista nacido en Pinar del Río, cuya obra se nutre del medio urbano.

Miret agregó, por otra parte, que el gobierno de Estados Unidos se aprovecha para incitar a la emigración de los artistas plásticos cubanos, la cual estimula de manera indirecta, aludiendo a dificultades en Cuba para la conexión con galerías extranjeras que representan a nuestros artistas.

La carencia de materiales afecta igualmente a los plásticos del patio, quienes se ven forzados a comprarlos en otras regiones, muchas veces a un precio superior, porque la administración estadounidense les niega esa posibilidad.

Aun así, y pese a que más del 50 por ciento de los compradores de las obras de artes plásticas realizadas en Cuba son europeos, con el amparo de la enmienda Berman las piezas viajan (muchas veces sin el autor), se venden, y crece el interés por la plástica insular que, contra viento y marea, se impone por encima de cualquier restricción y se abre espacio en Estados Unidos por su calidad y prestigio.

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